El Mercurio

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La manera en que el victimario va preparando el camino para el abuso hace que la víctima busque silenciar el hecho, porque ha sido manipulada hasta que llega a sentirse culpable, explica.
 
Jim Hopper está en Chile para hablar de un tema que cobra plena vigencia ahora que se aprobó la imprescriptibilidad de los delitos sexuales. Llegó a Chile invitado por la Facultad de Derecho de la U. Católica y por la Fundación Amparo y Justicia, como participante central en el diplomado internacional sobre los derechos de los niños, niñas y adolescentes víctimas de delitos sexuales y el sistema judicial, que se impartió este fin de semana. Hopper es doctor en Psicología de la U. de Massachusets y profesor de la Escuela de Medicina de Harvard. 

'Es muy importante que la gente entienda cómo funciona la memoria traumática, antes que las ideas sobre la mentira', dice, de entrada, al ser consultado sobre cómo se puede detectar a un denunciante cuando está mintiendo

. —¿Cómo se explica que personas abusadas hace 20 o 30 años denuncien ahora?

—Hay varios motivos. Muchos niños abusados sexualmente sufren el grooming... Se trata de un engaño pederasta, que consiste en una serie de conductas y acciones deliberadamente emprendidas por un adulto, a través de internet o de medios directos, con el objetivo de ganarse la amistad de un menor de edad, creando una conexión emocional con el mismo, con el fin de disminuir las preocupaciones del menor y poder abusar sexualmente de él. 

Explica Hopper que 'es un proceso en el cual el perpetrador gradualmente mueve al niño desde experiencias agradables, como dándole dulces, regalos, atención especial, y al final le toca su cuerpo en formas que son sexuales, pero el niño quizás no entiende. Y eventualmente, durante semanas o meses, el perpetrador está tocando los órganos del niño, y hace que el niño lo toque a su vez'. Cuenta que en Estados Unidos se usa la siguiente metáfora: Si uno tira a un sapo al agua caliente, va a saltar. Pero si lo pone en agua fría y de a poco le va subiendo la temperatura, el sapo no se da cuenta, se quema y muere… 'Así que, el abusador no entra directo a actuar. Es un proceso gradual. Es una forma de preparar al niño para hacer cosas que de otro modo él nunca haría al principio. Y este grooming hace que el niño se sienta cómplice. Y en cada paso, el niño está manipulado a acompañar el aumento en el comportamiento no adecuado'. Suma de miedos a contar Los niños siempre piensan que son la causa de las cosas que les suceden, comenta. 

Por ejemplo, cuando los padres se divorcian, los hijos se sienten culpables. 'Tiene que ver con la forma cómo funciona la mente de los chicos. No entienden cómo funcionan las cosas en el mundo. Siempre piensan que las cosas ocurren por ellos. Se llama pensamiento egocéntrico'. 

Por eso, explica, los menores naturalmente tienden a tomar la responsabilidad y culparse por las cosas que les suceden. 'Y el perpetrador los prepara, amplifica ese afecto para que el niño se sienta responsable por lo que le está sucediendo y piensa: ‘esto es malo, es mi culpa’. Y va a tener miedo de contar, porque piensa que también las otras personas lo van a culpar. 

Además, los abusadores muchas veces le dicen a su víctima: ‘Tú me hiciste hacerte esto. Eres linda, me sedujiste’. Así que el abusador utiliza la vulnerabilidad del niño no solo para manipularlo, para participar en el abuso sexual, sino también para aumentar la tendencia del niño a autoculparse. Y para todo el mundo, culparse es el modo de tratar de tener un sentido de control sobre las cosas que suceden, donde quizás uno no tenía control'. Todo lo cual se acentúa cuando el abusador es una persona de respeto, con poder, señala el doctor Hopper. Y nadie le cree a la víctima. 

'Uno de los motivos para no creer a la víctima es, justamente, porque demoró tanto tiempo para contarlo. Esto es algo único y diabólico: el efecto del crimen en sí sobre la víctima daña la credibilidad de muchas personas en la sociedad', lo que no ocurre con otros delitos.

—¿Por qué son menos creíbles que otras víctimas? ¿Por qué no aceptamos algo tan terrible?

—Es una de las razones. Pero no solamente esa pregunta. ¿Por qué se demoró tanto en denunciar? Es usada en contra de la víctima. Pero hay muchas razones que las personas no entienden. También las víctimas están confundidas, avergonzadas por sus respuestas al abuso, porque algún chico vulnerable sintió una sensación de placer que le parece repugnante. Sienten que tienen un secreto terrible y sucio que no quieren revelar. Uno de los motivos básicos por no denunciar por mucho tiempo es porque no quieren pensar en lo que pasó. 

'Lo que la víctima requiere es sostener apoyos de otras personas que le van a creer y estarán dispuestos a desafiar la institución del abusador', plantea. Hopper enseña a jueces, abogados, fiscales y policías por qué las víctimas de asalto sexual a menudo no luchan ni gritan en el momento del abuso, y por qué sus memorias muchas veces son incompletas y no están ordenadas, y son inconsistentes respecto de detalles laterales. 

'Una forma en que yo lo enseño es ayudar a la persona a entender cómo la evolución ha formado a nuestro cerebro para responder un ataque', dice. 

Explica que el cerebro guarda y codifica las experiencias dividiendo la percepción de la realidad en dos aspectos: los detalles centrales y los periféricos. Los primeros, que son los que la evolución nos ha enseñado, y que originalmente permitían al hombre predecir cómo podría buscar su alimento, hoy sirven para encender alertas y, por tanto, se fijan más y mejor. Los segundos, los que para cada individuo resultan periféricos, tienden a borrarse. Que los detalles sean centrales o no depende de en qué se estaba enfocando el cerebro de una persona, en el momento en que una experiencia traumática se estaba desarrollando.

La persona puede haber escapado mentalmente de la atrocidad de la violación, y los aspectos centrales que recuerda serán el ruido de una construcción cercana, una música, un detalle de la habitación. 

Por eso, dice Hopper, no hay que esperar que una víctima recuerde exactamente qué le hizo primero y qué le hizo después el abusador. 'Debemos encontrar formas, con la ley, y como sociedad, para apreciar las realidades de las memorias del abuso. Porque las perspectivas irrealistas facilitan la posición del abusador y hacen más difícil para la víctima reportar el delito'.