La Tercera
Sebastian Soto 158x1583

El escándalo del "copy paste" en torno al equipo de Guillier y la sospecha que la práctica es extendida ya ha sido objeto de intensa crítica en estos días. Dos preguntas surgen ahora para aprovechar la coyuntura y mejorar lo que tenemos. La primera es volver a preguntarse si se requiere algún tipo de asesoría legislativa. Fernando Villegas, por ejemplo, en un audio que circula por redes sociales cree que no.

Sostiene, con su habitual agudeza, que un profesional bien pagado (como un congresista) debiera hacer el trabajo legislativo por su cuenta sin necesidad de asesores. Pero lo cierto es que la política es algo más compleja. Un parlamentario debe combinar tareas legislativas, de representación (con los innumerables grupos de interés que circulan en torno al poder) y propiamente políticas (en su rol oficialista u opositor).

Estas tareas requieren de un equipo de asesores que apoyen al menos a la bancada a la que pertenece. ¿Por qué? Simplemente porque de lo contrario la deliberación política sería muy pobre. Los congresistas son, en cualquier parte del mundo y salvo excepciones, más generalistas que especialistas; incapaces de ponderar todas las complejidades del debate de política pública. Un autor los definía como un grupo de personas con una cierta conexión con la realidad superior a la del experto que hace la política pública.

No mucho más... por eso el rol del congresista es enfrentar al experto con el sentido común; no ser el experto. Una buena asesoría entonces permite elevar el conocimiento del parlamentario para mejorar la deliberación. La segunda pregunta es cómo hacer para tener una buena asesoría legislativa. Desde hace tiempo se oye decir que basta con reforzar la Biblioteca del Congreso Nacional (BCN). Pero eso no resuelve el asunto. La BCN, si no quiere traicionar su misión, debe prestar una asesoría neutral, es decir, una que ponga en la mesa todas las alternativas posibles. Pero no puede tomar posición porque ello la teñiría e inmediatamente perdería su foco.

Sugerir un camino (cómo votar; qué preguntar; qué dejar pasar por irrelevante; etc.) solo pueden hacerlo los asesores de confianza, es decir, aquellos que combinan un cierto grado de expertise y una comunidad de principios con el parlamentario. Es esta mezcla la que les permite dialogar con los técnicos y ser escuchados por los políticos.

Fortalecer solo la asesoría neutral desconoce que la política no es matemáticas sino que un proceso deliberativo donde la técnica se entrecruza con principios, ideologías y estrategias que el asesor de confianza pondera mejor que el técnico. Por eso es que la asesoría de confianza debe fortalecerse. Para ello es necesario crear una cultura institucional que permita distinguir al asesor legislativo del operador. También fijar reglas razonables y no meros formalismos (como sería exigir que toda la asesoría conste por escrito). Hay varias propuestas circulando para ello. Ahora solo hay que decidir.