El Mercurio

Maria Elena Santibanez 158x158 2

Desde su casa en Talcahuano, Víctor Mellado vio por Youtube la audiencia de Rafael Garay, que se realizó el 3 de junio pasado en el Séptimo Juzgado de Garantía de Santiago. Había sido extraditado desde Rumania, para enfrentar las 36 denuncias por estafa en su contra.

Ahí, escuchó a Reynerio García de la Pastora, el abogado de Garay, que le preguntaba a su defendido:

-¿Hay alguna persona que tenga prioridad en el pago de estas imputaciones una vez que se realice el pago de los bienes?

-Hay una prioridad que tiene carácter más bien emocional, que significa la reparación del señor Víctor Mellado -respondió Garay, con el chaleco amarillo sin mangas que usan los imputados y las manos esposadas.

Más tarde fue el turno de María Elena Santibáñez, la abogada defensora de Mellado.

-¿Cuál es el motivo por el que le da preferencia en el pago a mi representado?

-Mi grado de cercanía con Víctor Mellado creo que era mayor que con otras víctimas [...] La verdad que siento un aprecio por él. [...] Repararlo a él es algo que va a empezar a, por lo menos, hacerme sentir un poco más tranquilo [...].

-¿Usted sabe en qué estado se encuentra hoy el señor Mellado? -contrapreguntó la abogada Santibáñez.

-Al día de hoy, no sé, no he tenido ningún contacto, ninguna información, pero entiendo más o menos lo que podría estar viviendo.

Cuando escuchó que pronunciaba su nombre, Mellado sintió alivio. Pensó que al fin le iban a pagar.

Llueve y hace frío en Talcahuano. Víctor Mellado se preocupa constantemente de que la chimenea no se apague. No lo hace por él: aunque puede caminar, dice que perdió la sensibilidad de la cintura hacia abajo.

-Hay noches en que no duermo. Me acuesto con dolor y me despierto igual. Ya es mi amigo el dolor, va conmigo a todos lados.

Mellado llevaba 26 años en una empresa metalúrgica cuando sufrió el accidente. Ocurrió el 12 de julio de 2012, cuando ya había terminado su turno a la medianoche.

-Mi jefe le pidió a toda la cuadrilla que se quedara trabajando unas horas más, porque había que limpiar el subterráneo de la fábrica.

Mellado cuenta que había pasado por varias labores dentro de la empresa. Empezó en el horno, donde se fundían los materiales a 1.200 grados Celsius para la fabricación del acero. Después, pasó al proceso de limpieza de los materiales que se echaban al horno, un trabajo que se hace a la intemperie. Más tarde se le encargó verificar que el líquido derretido no se endureciera, el que debía mover con barras de fierro antes de que se enfriara.

-Yo jamás me quemé, pero la mayoría de mis compañeros sí, porque salía el líquido y caían chispas. Algunas pasaban a través del pantalón, aunque usábamos uno especial. También polainas de cuero, zapatos de seguridad, un abrigo grande, una esclarina (una especie de gorro metálico), lentes, un casco con rejilla.

Su último trabajo fue pesando el material que caía del horno. Era una labor más liviana, dice, pero tenía que seguir usando la fuerza bruta.

En eso estaba el 12 de julio, cuando la vida de Mellado cambió para siempre.

-El capataz me dijo que si quería, me fuera a mi casa a ver a mi esposa (que estaba recién operada), pero todos mis compañeros dijeron que sí, que se quedaban. Y en ese tiempo la empresa ya había empezado a echar gente, de a poquito, sin que se notara. No podía decirle que no. Además, iba a ser solo una noche.

Mellado recuerda que bajó con tres compañeros al subterráneo y empezaron a limpiar. El piso estaba mojado y, en un mal movimiento, resbaló. Cuenta que su cuerpo se deslizó por el piso, que estaba en declive, hasta que cayó en un gran hoyo lleno de agua.

-Cuando mis pies cayeron en el hoyo, me di cuenta de que estaba caliente. Intenté impulsarme para salir, pero me resbalé más, hasta que mis botas tocaron el fondo. Les grité a los cabros que me sacaran, porque me estaba quemando.

Dice que tres compañeros hicieron una cadena humana y lo sacaron. Y que fueron 40 segundos que pasó con parte del cuerpo sumergido.

Según su relato, los miembros de su cuadrilla intentaron sacarle las botas y la ropa especial para accidentes que tenía puesta, pero la tela estaba pegada a su piel, derretida.

Lo llevaron al hospital de Concepción y luego un helicóptero lo trasladó hasta Santiago, al Hospital del Trabajador.

-Allá lo colgaron, y con mangueras trataban de quitarle los restos de ropa que estaban pegados. Los médicos dijeron que era un milagro que aún estuviera vivo -recuerda su mujer Silvia Bustos.

A pesar del dolor, Mellado no perdió la conciencia hasta que le indujeron un coma. Según el informe médico, en su hospitalización requirió "múltiples aseos quirúrgicos y escarectomías, más coberturas múltiples por cirugía plástica y quemados y un tratamiento de medicina intensiva con ventilación mecánica, drogas vasoactivas y antibióticos de amplio espectro". El diagnóstico fue: "Quemadura grave por agua caliente del 56 por ciento de superficie corporal".

Víctor Mellado no despertó durante un mes y medio.

-El día en que salí del coma pasé un mes volado -relata-. A las enfermeras las veía con barba y bigote. Me daban unas 20 pastillas al día, y en la sala donde estaba veía una lápida, como las del cementerio, tallado con mi nombre.

Los médicos le explicaron que a pesar de que su cuerpo ya no estaba expuesto a la temperatura, en su interior su carne se seguía quemando y que el proceso pararía al llegar a los huesos.

Cuenta que llegó a pesar 38 kilos y tuvieron que extirparle piel del vientre y los muslos para reemplazar parte de la que perdió en las piernas.

Mellado se arremanga los pantalones para mostrar cómo están sus piernas: pedazos de piel de distintos colores, separados por oscuras líneas rojas, como una colcha de retazos de texturas diversas.

Luego apunta a su mesa de centro y muestra con orgullo una biblia grande, con tapa azul: es evangélico desde hace unos veinte años, explica. Silvia Bustos lo mira. Ella tiene los ojos grandes y expresivos, y siempre parece estar atenta a lo que hace su marido: pasa de la cocina al living, sube al segundo piso, entra a la pieza donde su nieto, Amaro, mira El Chavo del Ocho, regresa al living, se sienta y dice:

-Me advirtieron que quizá Víctor no volvería a hablar, ni a moverse, ni a caminar, pero él lo hizo todo.

Sin embargo, su salud tiene huellas del accidente que exceden las quemaduras. La evaluación y declaración de incapacidad firmada por la Asociación Chilena de Seguridad señala que además, tiene una polineuropatía leve a moderada, un trastorno adaptativo con ánimo ansioso, dolor neuropático crónico en ambas extremidades, hipotrofia moderada, una trombosis venosa profunda y diabetes mellitus.

Han pasado cinco años desde aquel trágico turno, y aunque puede caminar y salir de su casa, evita hacerlo: explica que el frío y el calor dañan su piel. Tampoco va a la playa con su mujer, uno de sus panoramas favoritos, dice, ya que el sol lastima sus injertos.

-No demandé a la empresa porque iba a haber personas que perderían su trabajo, como el capataz y el jefe de turno. Detrás de ellos hay familias y no se merecen eso. Había un sentimiento con la empresa, yo le tenía harto cariño, porque ellos le dieron trabajo a mi papá y a mi hermano.

En diciembre de 2012, luego de cinco meses en el hospital de Santiago, regresó a su casa en Talcahuano. Llegó a un acuerdo reparatorio con su empresa y firmó un finiquito, donde se establece una indemnización de 100 millones de pesos.

Mellado usó una parte para comprar un auto y pagar la carrera universitaria de sus dos hijos: Susana y Gustavo.

Pero pronto, su vida se cruzó con la de Rafael Garay.

En agosto de 2013, Gustavo Mellado, hijo de Víctor y estudiante de sociología, de 26 años, conoció a Rafael Garay en el centro de Concepción, mientras él hacía su campaña para senador. Garay ya aparecía en la televisión hablando de economía y aunque no tenía un pasado político, ese año lanzó su candidatura por la Región del Biobío, apoyado por el PRO. En las urnas solo logró 9 por ciento de los votos, pero la relación con Gustavo se mantuvo.

El ingeniero comercial tenía su propia compañía de asesoría financiera, Think & Co. Según la querella criminal interpuesta por Mellado, su hijo le comentó a Garay sobre el accidente. Entonces, él le sugirió que su padre invirtiera en su empresa lo que le quedaba de la indemnización.

-Mi hijo me pidió que nos juntáramos con Garay en un café del centro. Lo conocí y me dio confianza, se veía un tipo serio. Además, lo veía en la tele hablando de economía, ¿por qué iba a desconfiar de él? -dice Víctor Mellado.

Recuerda que Garay le describió el éxito de su empresa y le dijo que invertiría en mercados asiáticos, donde tendría una tasa de retorno mayor que la ofrecida por los bancos, a los que describió como "ineficientes e innecesarios", según se lee en la querella criminal contra Garay.

Gustavo Mellado se excusó de dar su versión para este reportaje, pero su padre dice que ambos vieron el currículo de Garay en la página de Think & Co. y que luego conversaron el tema en familia antes de decidir entregarle a Rafael Garay 40 millones de pesos.

Según declaró Víctor Mellado a la justicia, el 22 de noviembre de 2013 él y su mujer se juntaron con Garay en Concepción y le confirmaron su decisión. Dos días después, firmaron un contrato para que él administrara el dinero por el plazo de un año.

-Siete meses más tarde, me encontré con Garay en el centro y le dije que estaba mal de salud, que necesitaba plata. Yo había intentado volver a trabajar, pero me dijeron que no tenían un puesto para mí, porque no resisto el calor ni el frío. Me empecé a deprimir y me jubilaron a los 52 años -cuenta Mellado.

En la querella criminal, dice que Garay aceptó modificar los términos del acuerdo y comenzó a transferirle las "rentas de su inversión con frecuencia mensual". Pero en esa misma conversación, lo convenció de que aumentara en cinco millones su inversión, porque, según le aseguró, el retorno sería mayor.

Mellado aceptó y juntó el dinero con su familia.

-Fue la última vez que lo vi.

Think & Co. le devolvió mensualmente dinero por dos años: entre julio de 2014 y junio de 2016 le transfirió mensualmente un promedio de 565 mil pesos. En total, durante esos meses le devolvió 13.007.900 pesos. Cada vez que transfería, Garay le enviaba un mail a Mellado con la descripción del estado del mercado financiero nacional e internacional, además de un estado de la inversión con el capital invertido y el porcentaje de utilidad del mes, según declaró Mellado a la justicia.

El 28 de junio de 2015, a las 19:41, él le envío un mail a Garay:

"Hola, Rafael, cómo te trata la vida, espero que excelente, me gustaría tu opinión sobre lo que está sucediendo en Grecia y si afectaría nuestras inversiones. Sin otro particular, me despido, un abrazo, que Dios te bendiga".

Trece minutos después, Garay le respondió: "Tranquilo, Víctor, yo cuido tus inversiones".

En diciembre de 2015, Mellado llamó a Garay y le pidió el retiro de 20 millones de pesos, para ayudar a su hijo Gustavo a comprar su propia casa.

-Él me lo depositó en mi cuenta corriente y me advirtió que mi retorno mensual se iba a reducir a la mitad. Esa fue la última vez que me envió dinero. En adelante, ni siquiera me transfirió los intereses, como venía haciendo hasta entonces mes a mes.

A pesar de eso, en marzo de 2016, Garay volvió a convencerlo de que el negocio iba bien y Mellado admite que le depositó tres millones de pesos más.

El 18 de julio de 2016, antes de que estallara el escándalo, recibió un correo electrónico de Think & Co., en la que él aún tenía atrapados 15 millones de pesos: allí, la empresa anunciaba su cierre, debido al "delicado estado de salud" de Garay. También decía: "Si estás recibiendo este correo, es porque estás dentro de los clientes que siempre consideré más cercanos, y con los que más me gustó trabajar". Al final del mail, Garay se comprometía a pagar en un plazo máximo de 56 días, según se lee en la querella criminal.

-Yo le creí que estaba enfermo y nos preocupamos por él. Como soy cristiano evangélico, le empecé a hablar de Dios. Me respondió que no era creyente. Le dije que no importaba, porque igual le iba a hablar de Dios. Que él tenía poder para sacarme a mí de la muerte, y que podía ayudarlo a él.

En una conversación telefónica que tuvieron luego, Mellado dice que le puso su propio dolor como ejemplo de algo que podía superarse: le contó a Garay que tomaba antidepresivos, tramadol, pregabalina y parches de morfina que debían cambiarse cada 82 horas.

-Él me contestó que también usó morfina para su dolor. Cuando le pregunté por mi plata, evadió el tema con su enfermedad. Después dejó de contestarme el teléfono. Pero solo cuando lo declararon desaparecido, me di cuenta de que había algo raro, que esto iba para otro lado.

El 4 de septiembre de 2016, Rafael Garay se fue de Chile con la excusa de someterse un tratamiento para su supuesto cáncer cerebral en Francia. Pero días antes, según la querella criminal, Víctor Mellado "se contactó telefónicamente con Garay, quien lo tranquilizó con la afirmación de que había dejado 36 cheques firmados a nombre de aquellos clientes a los que faltaba devolverles la inversión".

Dos semanas después se descubrió que Garay nunca había estado enfermo y que el dinero de sus clientes lo usaba en drogas, alcohol, autos y mujeres. En marzo de este año fue extraditado desde Rumania y traído de regreso a Chile para enfrentar la justicia. Hoy permanece en el anexo penitenciario Capitán Yaber, mientras dura la investigación. Hasta ahora, Garay solo le ha devuelto un millón de pesos -en dos cheques de 500 mil-, de los 15 millones que le debe.

María Elena Santibáñez, de la Clínica Jurídica de Derecho UC, es la abogada defensora de Mellado.

-Me gustaría que Garay pudiese devolverle todo el monto estafado a mi representado, a través de cualquier ingreso que pudiese generar: venta de inmuebles, objetos de valor o los derechos de un libro.

Víctor Mellado vuelve a sentarse en el sillón de su living, mientras la chimenea arde detrás de él:

-Siento injusticia, porque el Rafa se equivocó. Podría haber pensado un poco en mí. Conocía mi situación, podría haber reaccionado antes. No le tengo mala, no le tengo odio. Me da pena. Lo único que deseo es que me devuelva mi dinero, porque yo lo necesito. No es un capricho. Quiero que recapacite y cambie el rumbo de su vida. Detrás mío hay una esposa, hijos, nietos que también han sido afectados. Necesitamos que nos devuelva lo que nos corresponde, nada más.

Silvia Bustos mira a su esposo con ojos brillosos y le toma la mano. Hoy, viven de la pensión que la Asociación Chilena de Seguridad les entrega mensualmente, que, según ellos, bordea los 200 mil pesos.

-Cómo no nos dimos cuenta, cómo fuimos tan tontos de no darnos cuenta antes de lo que era Garay. Todos hablaron mal de él después de que pasó, pero nunca nadie sospechó. Cómo una persona puede hacerle daño a tanta gente. Quizá él quiso hacer una empresa y le fue mal, y se metió en un hoyo en el que no pudo salir. Pero ahora necesitamos esa plata para vivir. Ahora, lo único que nos mantiene en pie es la fe.

"Lo conocí y me dio confianza, se veía un tipo serio. Además, lo veía en la tele hablando de economía, ¿por qué iba a desconfiar de él?

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