Diario El Día de La Serena

Alejandro San Francisco 158x158

Uno de los momentos más importantes y emocionantes de la historia reciente de Chile se produjo en 1987, hace treinta años, cuando el Papa Juan Pablo II visitó nuestro país. Llegó el 1 de abril y estuvo una semana en diversas ciudades y ambientes, reuniéndose con jóvenes y pobladores, familias y políticos, y en general con el público que esperaba verlo de cerca y quería escuchar su mensaje de profundo contenido espiritual y de gran interés en las cosas prácticas de la vida. Ciertamente también estuvo en la Cuarta Región, en el recordado acto de Peñuelas.

Hay frases inolvidables de aquellos días: 'los pobres no pueden esperar', 'el amor es más fuerte', 'No tengáis miedo de mirarlo a Él', mostrando la imagen de Cristo en el Estadio Nacional. El Papa tuvo además una actitud personal muy generosa: una frase amable, un abrazo cariñoso con una pobladora, una disponibilidad que parecía renunciar al descanso.

Eran momentos de tensión política y de transición a la democracia: al año siguiente sería el plebiscito que definiría la continuidad de Pinochet en el gobierno y en 1989 el país eligió a Patricio Aylwin como Presidente de la República, en un ambiente pacífico y festivo. En ese contexto Juan Pablo II realizó una lección magistral de alta política, con respeto por la trayectoria patria, pero animando a avanzar hacia un régimen democrático.

En su discurso en la cepas hizo un llamado -que vale la pena releer- a generar condiciones para una sociedad más justa, que busque el bien común, sobre la base de la solidaridad y la subsidiariedad, donde la persona humana tiene un lugar central, con el compromiso y colaboración del Estado y los particulares. Cerró llamando a vivir lo que denominó 'las causas morales de la prosperidad', es decir esa constelación de virtudes que hacer grandes a los países, entre la que destacaba el amor al trabajo bien hecho.

Han pasado treinta años, pero vale la pena recrear ese viaje que prácticamente paralizó al país. Después de todo Chile ha avanzado mucho, pero aún tiene desafíos importantes, que puede encontrar una buena guía en las palabras y personalidad de ese gran hombre que fue Juan Pablo II.

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