Diario Financiero

Cristián Saieh 158x1582

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Luego de meses de especulaciones, inesperadamente la opción de dejar la UE se impuso en el Reino Unido a la de permanecer con un estrecho 52%. No obstante, a los pocos días del referendum llamaba la atención de los medios una petición canalizada a través de la página web del parlamento que a la fecha ha alcanzado más de cuatro millones de firmas, en que se solicita la repetición del plebiscito; se había instalado un particular síndrome de arrepentimiento, bautizado como Regrexit (regret más Brexit).

Como en muchas negociaciones, en este caso la frustración pareciera alcanzar tanto a vencedores como a vencidos. De pronto, las soluciones planteadas como opciones cerradas, respuestas únicas del tipo remain or leave parecen no haber sido capaces de canalizar la compleja mezcla de intereses e inquietudes de los británicos. En efecto, las trincheras del sí y el no se arroparon de múltiples argumentos políticos y económicos y no ponderaron con suficiencia el factor emocional que a la postre fue clave. Desde la perspectiva del fenómeno del conflicto y su solución, hoy sabemos que la capacidad de tomar decisiones está íntimamente ligada con el área del cerebro donde se generan las emociones. En un experimento conducido por un reconocido neurólogo portugués se descubrió cine pacientes que manifestaban daño cerebral y no tenían emociones, no eran capaces de tomar decisiones básicas como elegir entre dos alternativas de comida. Como seres humanos nuestra tendencia a optar está íntimamente ligada a lo cine sentimos y no solo a lo que razonamos.

Es inevitable cine las demandas políticas o sociales se traduzcan en posiciones, es decir peticiones concretas que los representantes pueden enarbolar y los votantes fácilmente apoyar o rechazar. Sin embargo, también debemos reconocer que estas demandas suelen reflejar más bien anhelos, necesidades o sentimientos que son relativamente difusos, antes cine soluciones claramente delimitadas. Tal vez una de las razones que expliquen este inesperado triunfo del no es que sus partidarios apelaron precisamente a ese "lado emocional" incubado en muchas personas, especialmente mayores, orgullosas de sus sentir británico, autónomo y libre de amarras foráneas.

Lo anterior sugiere que en un conflicto político, como en cualquier otro, la clave para cooperar y persuadir a la otra parte no solo está en tener buenos argumentos objetivos; tan relevante como esto es mirar el mundo como lo observa el otro para conectar con sus intereses y emociones y, a partir de ello, construir una solución atractiva. El Brexit nos entrega una reflexión que podemos trasladara los procesos que vivimos actualmente en Chile y que exigen líderes capaces de realizar esa conexión para construir -no imponer- soluciones integradoras. Y tal vez el grave problema que enfrenta nuestro país es que los que hoy gobiernan creyeron conectar con ese lado emocional e intereses de supuestas amplias mayorías y, a partir de ahí, impusieron una solución única que mostró ser errada. La conexión con los supuestos intereses de mayorías requiere un especial esfuerzo de cooperación que, hasta el momento, este gobierno y parte importante de su coalición, no ha estado dispuesto a realizar.