El Mercurio

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La película "En primera plana" relata la forma en que se llevó a cabo la investigación periodística que dio a conocer públicamente una verdadera red de protección, que permitió silenciar durante muchos años cientos de abusos sexuales cometidos contra menores de edad en la ciudad de Boston por parte de miembros de la Iglesia Católica. Sin duda, es una película excelente y ampliamente merecedora del Oscar a Mejor Película, pero, además, nos conmueve a todos profundamente, en especial a quienes han sido víctimas de estos delitos y a quienes nos dedicamos desde las más distintas áreas a trabajar en este tipo de criminalidad.

La revelación, que es producto de un trabajo periodístico acucioso y muy valiente, considerando las dificultades que debieron enfrentar, produjo resultados que trascendieron las fronteras y permitieron que en muchos lugares comenzaran seriamente investigaciones por esta clase de delitos, cambiando prácticas que estaban arraigadas y probablemente en mayor o menor medida nos alertaron a todos acerca de la adopción de medidas preventivas de protección de nuestros niños.

Cuántas veces, tal vez, el abuso sexual ha estado frente a nosotros y hemos preferido no creer que está ocurriendo. En este sentido la película es un llamado de atención a cada uno, que nos insta a estar más atentos y ser proactivos en la prevención de este tipo de conductas.

Como país hemos avanzado en la forma en que enfrentamos este tipo de delitos, poniendo énfasis más bien en políticas de persecución de los mismos. De ello da cuenta todo el sistema reformado de delitos sexuales que existe actualmente en nuestro código punitivo, producto de varias reformas legales promovidas por parlamentarios que se han destacado por su preocupación permanente en las políticas de protección de la infancia y adolescencia.

No obstante lo anterior, nos queda todavía muchísimo por hacer, pues no sacamos nada con tener leyes que no podemos aplicar si no contamos con una respuesta rápida del sistema penal, que permita disminuir en parte el trauma de los niños que deben acudir a la justicia para perseguir a sus agresores. En este sentido, la ausencia de una legislación adecuada que regule la realización de las entrevistas de los menores de edad de tal forma que no deban acudir a tribunales, la exigencia práctica de realización de pericias de credibilidad de relato y daño en las víctimas, así como la enorme demora en su realización, unido entre otros factores a la utilización en la práctica solo del Servicio Médico Legal para la realización de las pericias sexológicas, claramente nos llevan a un panorama nada alentador en cuanto a la forma en que se resuelven judicialmente este tipo de casos.

Por otro lado, el tratamiento que se da al agresor sexual condenado es casi inexistente, sin que se creen auténticos programas de intervención diferenciados, ello en atención principalmente a la falta de recursos y al hacinamiento carcelario, lo que demuestra que el panorama tampoco es alentador en este sentido, si es que se considera la posibilidad de que pueda existir algún tipo de rehabilitación respecto de estos sujetos.

Como vemos, la tarea pendiente con estas víctimas todavía es enorme, las políticas de prevención en los colegios e instituciones relacionadas con menores de edad han mejorado, pero siempre puede hacerse más. En eso estamos todos.