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"A ustedes les pagan por venir acá". Una frase que los misioneros, estudiantes universitarios y secundarios, les ha tocado escuchar en alguno de los lugares del país donde llegan cargados con mochila y un mensaje de esperanza para quienes más lo necesitan.

Destinan un aparte de sus vacaciones para buscar a Dios en la oración, apoyar en la preparación pre sacramental y la formación de agentes pastorales. O para tomar un martillo, un taladro o alguna pala y reparar una casa o restaurar algún templo en sectores rurales y alejados.

"A veces la gente nos dice que nos pagan y se alejan, pero en general somos muy bien recibidos", cuenta a Emol Sebastián Guzmán, responsable de los misioneros de la Vicaría Esperanza Joven desde Antuco, Región del Bío Bío.

Más de 350 mil personas son visitadas por cinco mil jóvenes de la Iglesia de Santiago, que salen durante el verano a realizar voluntariados. Las cárceles, Vallenar en el norte, Tirúa en el sur o las islas de Chiloé en la zona austral, son otras de las localidades donde se despliegan.

Participan en movimientos de parroquias, colegios y universidades católicas, e incluso laicas. Destacan "Misión País", "Capilla País" (Universidad Católica) y la Vicaría para la Educación del Arzobispado de Santiago, entre otras.

El padre Tomás Scherz, vicario para la Educación, dijo que "esta es una tradición de muchos años. Enero siempre ha sido un mes de misiones, y en este tiempo la Iglesia de Santiago ofrece la plenitud del trabajo pastoral que se hace durante todo el año en los colegios, en universidades, parroquias y movimientos".

Óscar Lizana cursará este 2016 quinto año de Derecho en la PUC y junto a Teresita Baeza, de Ingeniería Comercial, son los jefes nacionales de "Misión País".

"La principal tarea es el acompañamiento espiritual y la reactivación de comunidades pastorales, porque hay un crecimiento poblacional que no va acompañado de uno espiritual", explicó el futuro abogado.

Sobre la desconfianza inicial de algunas personas sobre su trabajo, afirmó: "Al principio no entienden mucho lo que se hace, pero a medida que pasan los días y ven lo que hacemos, la recepción se vuelve muy buena".

Tatiana Arellano es de Misión País Cárcel. Junto a sus compañeros llegó a la ex Penitenciaria y al Centro Penintenciario Femenino de Santiago, donde estuvieron desde el 3 al 11 de enero.

Allí escuchan a los internos, les transmiten la parábola del Padre Misericordioso, participan en liturgias, demás de desayunar y almorzar juntos.

"Es una relación bien horizontal, no hay aires de superioridad moral con ellos. En las tardes jugamos a la pelota, los acompañamos los escuchamos", cuenta.

"La pregunta que más se repite es por qué vamos para allá y en nuestras vacaciones. Les sorprende que encima no nos paguen, pero nosotros les explicamos que es un voluntariado", añade.

Tatiana explica que "los frutos de la misión se ven cuando uno es más perseverante y establece vínculos, porque el encierro 'te sicosea', como dicen ellos, y te vuelve ansioso".

Son los misioneros, aquellos jóvenes que realizan trabajo social en sectores rurales y alejados con los más necesitados del país, recorriendo pueblos, parroquias y comunidades.