El Mercurio

Hernán Salinas 158x158

Secreto total. Esa era la orden que, a principios de mes, había dado la Presidenta Bachelet al enterarse de la renuncia del agente de Chile ante La Haya, Felipe Bulnes.

Muy pocos eran quienes conocían la noticia y sabían que ya se estaba buscando un reemplazante para el ex embajador de Chile en Estados Unidos. Entre ellos estaban la misma Presidenta, el canciller Heraldo Muñoz, el embajador Alberto van Klaveren, el asesor Andrés Jana, la directora de Fronteras y Límites Ximena Fuentes y muy pocos más.

La evaluación era clara. Si la noticia se filtraba se daría una sensación de crisis -y derrota- que se quería evitar a toda costa.

De ahí la sorpresa de los funcionarios de las diferentes áreas de Cancillería cuando recién el lunes, poco antes del anuncio, se enteraron de lo que se fraguaba, sin que hubiese advertencia a la mayoría de los departamentos y embajadores en el mundo.

Algo similar ocurrió en las oficinas de la agencia, en el Piso 13 de Miraflores 222. Ahí el trabajo había continuado, incluso con la toma de algunas decisiones. Nadie se esperaba que al día siguiente tendrían un nuevo jefe.

Miles de kilómetros al norte, también se sorprendió con la renuncia la coagente y embajadora ante La Haya, María Teresa Infante.

La política del secreto total había funcionado bien. Sobre todo considerando que el agente Bulnes estaba hace meses pensando la decisión que finalmente tomó.

El fracaso de las reuniones

Cuentan en el Gobierno que al interior del equipo jurídico chileno nunca esperaron la resistencia que encontraría, de inmediato, la tesis de que el fallo preliminar de la Corte Internacional de Justicia dictado en octubre favorecía a Chile por haber "mutilado" la demanda boliviana, al establecer que en ningún caso podría obligarse a nuestro país a ceder soberanía al país altiplánico.

Aseguran que dicha interpretación era compartida por todos los expertos, nacionales y extranjeros, del equipo, sin siquiera haber necesitado coordinarse para ello. De ahí que el escepticismo de la opinión pública les hubiera chocado.

Pese a esto, a pocos días del fallo el agente Bulnes tenía expectativas de que diversas rondas de reuniones gestionadas con actores clave le permitirían cambiar el ambiente.

De hecho, desde La Haya, comentaba en esos días a "El Mercurio", que en el puesto "uno se enfrenta más a la posibilidad de críticas que de felicitaciones", pero que eso no lo iba a desanimar.

Fuentes de gobierno dicen que, al contrario de sus expectativas, Bulnes se encontró con una realidad distinta.

Según se cuenta, el agente asistió al Congreso, a varios foros, a encuentros con medios y a entrevistas con canales de televisión. Y en ninguno pudo imponer su idea de lo que consideraba que era el fallo. Al menos no de forma completa.

El "caballito de batalla" de Bulnes, y también del canciller Muñoz, en todas estas reuniones fue el voto disidente de la jueza ad hoc de Chile, la canadiense Louise Arbour, quien, según ha explicado el equipo jurídico, manifiesta en su argumentación la forma en que la Corte decidió cambiar y limitar el objetivo de la demanda boliviana.

Sin embargo, cercanos al ex embajador en EE.UU. relatan que, si bien muchas veces se le reconoció su trabajo en privado, en el discurso público se le siguió exigiendo "autocrítica".

Autocrítica que, quienes lo conocen bien, cuentan que consideraba "no tenía por qué hacer".

El olvido de Piñera

Conocedores del ministerio y críticos a la gestión de Bulnes dicen que -pese a haberse ganado la confianza del Canciller- siempre se sintió "pisando huevos" al pertenecer a un sector político distinto al del Gobierno. Y esta situación, incluso, le habría costado una lejanía con los partidos que debían ser sus más cercanos.

En ese contexto, para Bulnes fue decisivo el que quienes menos receptivos se mostraron ante su discurso y su labor fueron los políticos y expertos de centroderecha, ante quienes jamás se sintió siquiera cerca de lograr permear con la interpretación que el equipo jurídico tenía del fallo.

Lo que más grafica esta relación es que, dos días después de la sentencia, la ex vocera del gobierno de Piñera, Cecilia Pérez - quien además es la vicepresidenta de la fundación del ex Mandatario- se refirió, en su programa de radio, en duros términos a la explicación que, pocas horas antes, había entregado Bulnes. "Uno llega a la conclusión de que es como la comedia de la mentira. Como que todos sabían que era un mal resultado el que obtuvo Chile, pero tenían que salir señalando que esto era positivo".

Según quienes lo conocen, Bulnes sintió con esto que el piñerismo, al cual se sentía muy cercano por haber sido parte del Gobierno, le estaba dando vuelta la espalda y dejándolo solo, en una delicada situación frente a la administravción de la Nueva Mayoría.

Dicen que desde ese momento, y hasta el último día en el que se desempeñó como agente, Bulnes esperó que el ex Presidente Piñera le diera alguna muestra pública de apoyo. Ésta llegó solo vía twitter, una vez que se supo de la renuncia. "Aprecio y valoro gestión de ex agente F Bulnes...", escribió.

Ya era tarde.

Desde el Gobierno, en tanto, sostienen que Bulnes sintió que su sector estaba usando su trabajo para "dispararle" a la Presidenta.

Lo concreto es que desde principios de octubre el agente manifestaba al Canciller sus reflexiones, las que, le transparentó, podrían llevarlo a renunciar. Ni Muñoz ni luego la Presidenta estuvieron de acuerdo, y le habrían hecho ver que era probable que el ambiente cambiara con el tiempo. Él decidió pensarlo durante 4 ó 5 semanas.

Nuevos asesores: aviso, no consulta

Según cuentan quienes lo conocen, por esos días sucedió algo en Cancillería que lo hizo solidificar una decisión que ya tenía casi tomada.

Se trató de la llegada al equipo de La Haya de Joaquín Fermandois, Ascanio Cavallo y Gabriel Gaspar.

Fuentes de Cancillería relatan que esos tres nombramientos fueron resorte exclusivo del Canciller Heraldo Muñoz y de la Presidenta Michelle Bachelet. Es más, sus contrataciones habrían sido avisadas a Bulnes, pero no consultadas.

El hecho, además de generar cierta molestia en el interior del equipo jurídico, habría probado al agente que, pese a no reconocerlo abiertamente, en el Gobierno había una necesidad política de acoger el llamado a dar inicio a una nueva fase de trabajo en lo relativo a la demanda en La Haya. Una nueva fase en la que lo jurídico fuera menos preponderante, en contraste con lo político y comunicacional. Precisamente esto era lo que pedían las personas que criticaban el trabajo hecho hasta entonces.

Además, hace tiempo rondaba en el ambiente una crítica -que incluso se escuchaba por los pasillos de Cancillería- al hecho de que el agente no tuviera dedicación exclusiva al caso. No fue casual entonces -según los críticos de Bulnes- que la Presidenta Bachelet, al presentar a José Miguel Insulza como el nuevo agente, pusiera énfasis en que el "Pánzer" sí trabajaría en esa condición. Eso, aparte de que varios adentro del ministerio consideraban que la interpretación jurídica del fallo de la Corte se había hecho imposible de explicar para el agente.

Bulnes concordaba con este último diagnóstico. Notaba, según fuentes de gobierno, que gran parte de la opinión pública daba el caso por totalmente perdido y, además, veía un riesgo de que la estrategia jurídica terminara en un segundo plano. Por lo demás, no se sentía cómodo asumiendo un rol más político en un cargo en el que, según cuentan en Cancillería, él consideraba que había que tener extremo cuidado con las declaraciones.

Así, el 11 de noviembre presentó su renuncia, pese a los deseos contrarios de la Presidenta y, sobre todo, del canciller.

Viaje secreto a Europa

En los días previos al nombramiento de Insulza, y en estricto secreto, Bulnes viajó a Europa para reunirse con los abogados extranjeros e informarles de su decisión. Mientras, siguió trabajando en distintos temas. Por ejemplo, nombró a la abogada Mariana Durney como coordinadora de la oficina de Miraflores, en reemplazo de Ximena Fuentes.

Según conocedores del tema, al nombrar a José Miguel Insulza -de quien se dice que fue "el primer candidato y el ideal", aunque no el único- se asumió la estrategia de quienes abogaban por una vía más política. El rol del "Pánzer", de hecho, no será solo ser el representante de la demanda en el extranjero, sino que tender puentes y tranquilizar a los sectores más descontentos.

La evaluación del Gobierno en este sentido ya es positiva, pues el solo nombramiento de Insulza -con quien Bulnes ya ha tenido varias reuniones de horas- calmó los ánimos.

Podría no ser el último cambio. Además de la llegada de Hernán Salinas -de quien se busca que reemplace a Bulnes como representante de la derecha- en circulos diplomáticos se comenta que la embajadora Infante podría volver a Chile a un puesto más técnico, y dejar su rol en La Haya a un diplomático con más experiencia. Uno de los nombres que suena con fuerza es del embajador Alberto van Klaveren.

Mientras, en Cancillería no descartan ningún cambio "según las necesidades".