La Segunda

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Como buena parte de los profesores de la disciplina admira las constituciones de Estados Unidos y de Alemania y como jurista de centroderecha defiende la Constitución de 1980, con los cambios introducidos en 25 años de democracia, "como una buena carta para nuestra convivencia y el desarrollo del país".

El abogado y académico UC, Arturo Fermandois, valoró el itinerario constituyente anunciado por Bachelet, "porque inyecta prudencia al calendario de cambios que se buscan, dilata las decisiones vinculantes para el próximo Congreso y subraya el resguardo de la institucionalidad". Pero el "proceso", en su visión, "se mueve más en el plano de los símbolos que de los contenidos. Esto debió comenzar por el principio: ¿Cuáles serían los graves defectos que ameritan desechar la actual carta y transitar a una nueva?".

La Presidenta dijo que la Carta del 80 "nació sin legitimidad y no es aceptada como propia por la ciudadanía".

—Hay que tener mucho cuidado porque, desde la propia Presidencia, todas las instituciones han sido investidas al amparo de esta constitución. Está bien que se busque un acuerdo político amplio pero distinto es decir que la constitución actual es ilegítima. Además, el sólo desafecto ciudadano a una ley no me parece suficiente para convocar al país a refundarse jurídicamente desde sus cimientos.

La nueva constitución es una promesa programática respaldada en la última campaña por el 62%.

—Un Presidente que asume con ese respaldo tiene todo el derecho a proponer cambios importantes, pero con mesura, prudencia y acuerdo político porque las mayorías van cambiando. Según una encuesta UDD de agosto pasado un 74% de la gente no conoce ningún contenido de la Constitución, un 64% no tiene noción del principio de separación de poderes y un 80% no sabe lo que es una asamblea constituyente. Con estos datos uno concluye que el proceso hay que ilustrarlo, enfriarlo y depurarlo de consignas antes de arrogarse la voluntad ciudadana.

Pero el proceso parte con educación cívica y diálogos ciudadanos.

—Estoy de acuerdo, pero no se puede empezar con la conclusión de que se necesita una nueva carta; quizás incluso esos diálogos podrían concluir que la actual constitución es bastante mejor de lo que afirman los políticos que convocan.

El jurista Raúl Bertelsen teme que más que "educación" haya en realidad una manipulación política.

—Hay que tener presente ese riesgo y confío que estos "veedores" que anunció la Presidenta velarán porque el proceso sea limpio. Reconozco que al cabo de casi dos años de intenso debate en la academia, esto que empezó con mucha pólvora, cuotas excesivas de agresividad, casi un campo de batalla, ha comenzado a ponderarse, ponerse más respetuoso y centrarse en lo científico. Aspiro a que este proceso tenga las mismas características.

En todo caso, la exigencia del quórum de 2/3 hace inevitable la búsqueda de un acuerdo amplio.

—El quórum de 2/3 es la regla general promedio en el derecho comparado. Yo creo viable los acuerdos políticos, la sensatez es la característica de Chile y la apertura de las fuerzas políticas también lo corrobora. La dificultad es esta obsesión por una nueva constitución como si ésta fuese un trofeo de guerra.

Pero eso quedará para el próximo Congreso...

—Ahí hubo una mención no muy pulcra cuando la Presidenta dice que se va a "habilitar" al próximo Congreso para que decida entre cuatro alternativas de mecanismo. Por definición, el Congreso está "habilitado", no necesita que nadie lo "habilite". Esto es una innovación bastante curiosa, es como dar a luz a un niño y comprarle inmediatamente el ataúd. O sea, nace una constitución que trae un capítulo con asamblea constituyente, convención constituyente y comisión bicameral para extinguirla y reemplazarla por otra. Esto es algo más propio de artículos transitorios, no de un capítulo permanente. También hay una consistencia en que para reformar una parte de la Constitución se requieran 2/3 y para cambiarla entera se exija luego 3/5. No es armónico.

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