Diario Pulso

Ricardo Irarrázabal 158x158

El Papa Francisco quien llamó la atención sobre el "fracaso de las cumbres mundiales sobre medioambiente" y la "debilidad de la reacción política internacional", en su última encíclica Laudato Si.

Y claro, si uno revisa lo que ha sido la presente década en la negociación de cambio climático, uno puede entender a qué apunta el Papa con aquella frase. Recordemos que la última real negociación en la cual se establecieron obligaciones vinculantes de reducción de gases de efecto invernadero fue la de Kioto el año 1997, en la cual los países desarrollados se comprometieron a reducir sus emisiones en un 5% general, tomando como base las emisiones del año 1990.

El período que se definió para llevar a cabo esta reducción fue 2008-2012. Fue una negociación dura, pero más complejo aun fue la ratificación posterior de los países para que este protocolo entrara en vigencia, quedando en la retina de todos la no ratificación de dicho protocolo por parte de Estados Unidos.

¿Y qué ha ocurrido post 2012? Se trató de negociar un segundo período de cumplimiento después del 2012, acordándose en Doha (COP 18) un compromiso de los países desarrollados de reducir sus emisiones en un 18% bajo los niveles de 1990 para el período 2013-2020. Sin embargo, al restarse de dicho acuerdo algunos de los países que habían ratificado Kioto, como Canadá, Nueva Zelandia y Rusia, el señalado acuerdo perdió bastante eficacia.

¿Será entonces la década 2010- 2020 recordada como una década perdida para las negociaciones de cambio climático? Todo dependerá de la negociación de la COP 21, que puede constituir un punto de inflexión en la política mundial sobre cambio climático.

En dicha COP se va a discutir algo distinto de lo que ha sido la lógica de las COP de esta década: la posibilidad de que no solo los países desarrollados asuman compromisos vinculantes de reducción, sino que también los países en vías de desarrollo, bajo el principio de las "responsabilidades comunes pero diferenciadas".

Mientras tanto, los países decidieron iniciar la preparación de lo que serían sus contribuciones nacionales para la COP 21 de Paris, presentando Chile la suya el mes pasado, estableciendo el compromiso de reducir nuestras emisiones en un 30% (emisiones de CO2 por unidad de PIB) para el año 2030 tomando como año base el 2007, condicionado a un "crecimiento económico futuro que le permita implementar las medidas adecuadas para alcanzar este compromiso".

En este sentido, es importante destacar que en temas de cambio climático, los sucesivos gobiernos de Chile han mantenido una sola línea, transformando esta discusión en una política de Estado más que en la de un gobierno específico. De especial relevancia ha resultado el proyecto MAPS (Mitigation Action, Plans and Scenarios), surgido el año 2010 en la administración anterior, el cual le ha permitido al país orientar la toma de decisiones en materia de cambio climático tomando en consideración los objetivos de desarrollo nacional.

Aunque las emisiones del país en el contexto mundial representan solamente el 0,2% de las emisiones mundiales, hay que tener presente las vulnerabilidades que presenta Chile como país, de conformidad a la Convención Marco de las Naciones Unidas para el Cambio Climático.

El Papa Francisco, también en Laudato Si, nos señala que "los peores impactos probablemente recaerán en las próximas décadas sobre los países en desarrollo".

Es por eso que resulta fundamental, con miras a la COP 21, que el país asuma un rol protagónico dentro de los países en vías de desarrollo, pero que dicho papel sea asumido también con responsabilidad en cuanto a sus compromisos. Y para eso, el proyecto MAPS resulta esencial.