Diario El Día - La Serena

Alejandro San Francisco 158x158

Ya han pasado varios días desde el terremoto y el tsunami que afecto a la IV Región. Los daños son enormes: ya van 15 muertos, más de 16 mil personas afectadas y una enorme destrucción material que afecta a muchas personas sencillas, que viven de su esfuerzo personal y que trabajan por sus familias. A estas dificultades se suma la incertidumbre de no saber cómo terminará la situación, cuáles serán los plazos de la reconstrucción, los verdaderos aportes que recibirán del mundo público y privado, cómo será la vida cuando regrese la normalidad. Una mala noticia adicional: la organización Techo-Chile, habitual colaboradora en este tipo de catástrofes, decidió no participar en esta ocasión, considerando que "no hubo una definición concreta del gobierno para acoger nuestra ayuda", lo cual resulta lamentable y una muy mala señal. Pero es necesario salir adelante, lo peor sería caer en el pesimismo o la desesperanza. Si llega ayuda, bienvenido, pero la clave está en la decisión personal de enfrentar esta adversidad y proyectar el futuro. Resulta valioso recordar en estas ocasiones a personas como Viktor Frankl, el siquiatra que estuvo injustamente recluido en un campo de concentración nazi durante la Segunda Guerra Mundial. Frente a la violencia, la adversidad, la injusticia y el sinsentido, se planteaba que la falta de libertad y los problemas eran reales, pero que también era real que "al hombre se le puede arrebatar todo salvo una cosa: la última de las libertades humanas - la elección de la actitud personal ante un conjunto de circunstancias - para decidir su propio camino".

Estas ideas, que podrían parecer antilógicas, tienen muchas manifestaciones prácticas en la historia de la Humanidad, plagada de problemas y desastres. Por eso después agregaba Frankl: "Es esta libertad espiritual, que no se nos puede arrebatar, lo que hace que la vida tenga sentido y propósito". Es lo que necesitamos hoy, con más fuerza que otras veces, sabiendo que el desastre ha sido muy grande y que será difícil la recuperación. La forma de cargar la propia cruz y el sentido que demos a estos sufrimientos marcarán en parte el camino que queda, que ciertamente también requiere la generosidad de la gente y la eficiencia de las instituciones públicas.