Chile B

Raul Madrid 158x158

Hoy martes 7 de julio, la Comisión de Salud de la Cámara de Diputados votará la idea de legislar del proyecto que intenta despenalizar la interrupción voluntaria del embarazo en tres supuestos. Lo más probable -según han adelantado algunos diarios- es que se apruebe por siete votos contra cinco, con el apoyo de dos miembros del Partido Demócrata Cristiano.

Así comenzó en España, en julio de 1985, con casi los mismos supuestos que el proyecto de Michelle Bachelet: violación, con posibilidad de abortar hasta las doce semanas de gestación, riesgo para salud física o psíquica de la madre (en cuyo caso no había límite de tiempo gestacional para realizar el aborto), y la supuesta inviabilidad del feto, que autorizaba hasta las veintidós semanas. La referencia a la salud "psíquica" de la madre fue lo suficientemente abierta para colar a través de ella, sin justificación alguna, la muerte de miles de infortunadas criaturas a manos de quienes tenían la obligación de cuidarlas.

Veinticinco años después (2010), se promulgó en la misma España otra ley, que consagró el aborto libre desde los dieciséis años de edad, y hasta las catorce semanas de gestación (hasta las veintidós en caso de riesgo para la madre), y en cualquier momento para graves anomalías del feto. Desde entonces, se han abortado casi dos millones de niños en la Madre Patria, que de "madre" le va quedando poco, según la estadística anterior.

Esta negra mancha de muerte, como una ponzoña viral, se expande una vez que se ha abierto la puerta. Se parte aceptándolo con pocas semanas de gestación, y después se lo va ampliando hasta casi eliminar las restricciones. En los casos más avanzados se usan técnicas excepcionales, como la llamada de dilatación y evacuación, o "aborto por nacimiento parcial". El médico manipula al feto, para hacer salir primero sus piernas, hasta dejar adentro sólo la cabeza, si así es necesario. Por último, se vacía el encéfalo por succión después de practicar una incisión en la base del cráneo. Frecuentemente, el bebé es extraído en pedazos y no se le administra de antemano ningún analgésico.

Pero la cosa no se queda ahí. Cuando un niño cualquiera nace prematuramente, se hace todo lo necesario para salvarle la vida. Si esto no es posible, recibe atención y cuidados necesarios hasta su deceso. Pero no para los niños que nacen con vida luego de ser abortados. Cada año en Europa, por ejemplo, los niños de veinte semanas de gestación que nacen vivos al momento del aborto, son abandonados hasta su muerte, sin cuidados de ninguna especie, luchando por respirar, muchas veces, durante varias horas, o son asesinados por una inyección letal o asfixiados y luego arrojados a la basura con los otros desechos hospitalarios.

Acabo de leer un testimonio de un médico español, que recuerda de sus tiempos de estudiante en sala de partos: "una mujer, embarazada de cinco meses, estaba a punto de dar a luz, como parte de un aborto. El nacimiento era inminente, y los ginecólogos residentes ya estaban listos. La ginecóloga jefe de guardia, a punto de volverse a dormir, se acercó, y dijo a los residentes en voz baja, pero lo suficientemente alta para que yo la oyera: si el bebé sigue respirando al salir, apretáis bien fuerte aquí en la tráquea hasta que deje completamente de respirar. Y volviéndose hacia mí, me dijo: tú no has oído nada".

Si le parece terrible lo que le estoy contando, no lo olvide, no mire para otro lado. Si cree que esto no va a pasar en Chile, haga el ejercicio de pensar por qué íbamos a ser tan especiales, por qué la pendiente se iba a detener, si no lo ha hecho en ningún país. La decisión de los diputados es muy importante, pero más importante es lo que hagamos a partir de ahora usted, yo, y todos nosotros, ese inmenso "nosotros" de personas con sentido común que comprenden intuitivamente que se trata de un crimen horroroso, a pesar de que sus partidarios traten de disfrazarlo de humanitario.

Estoy seguro de que interpreto a una gran mayoría de esos chilenos al pedirle a los honorables diputados que piensen bien en lo que van a hacer, especialmente a aquellos que se dicen cristianos, cuyo voto a favor resultaría incongruente. Ojalá todos abandonemos el miedo, o la pereza, o el egoísmo, y hablemos fuerte y claro a partir de ahora para pedir la suspensión de esta barbaridad. Al menos, así no podrán excusarse después diciéndose mutuamente tú no has oído nada.