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SIN lugar a dudas que una de las buenas noticias que vienen para este año corresponderá a la encíclica que de acuerdo a la prensa, estaría preparando el Papa Francisco sobre la cuestión ecológica, tema que el Papa ya ha mencionado varias veces en su pontificado y que resulta necesario que sea debatido y entendido, especialmente en relación al fundamento último de la protección del medio ambiente.

Este no es un tema pacífico sino que bastante controvertido, que enfrenta a las posturas antropocéntricas con las biocéntricas (ecología profunda), y que tiene hondas repercusiones y consecuencias desde el punto de vista de las políticas ambientales.

Las consignas actuales se esfuerzan, por un lado, por entender el desarrollo económico y la conservación de la naturaleza como bienes excluyentes y, por otro, por asegurar que en la mirada antropocéntrica necesariamente se prefiere el desarrollo económico al cuidado del medio ambiente. Dos eslóganes falaces.

En efecto, en 1972 –en la Cumbre de la Tierra de Estocolmo–, 113 Estados reconocieron la complementariedad del desarrollo económico con el cuidado del medio ambiente, lo que fue confirmado 20 años más tarde en Río de Janeiro. Y, en cuanto al escepticismo que subyacía a la tradición antropocéntrica, este poco a poco se ha diluido con la proliferación de una verdadera ecología humana, que considera la dimensión humana en su totalidad –las desigualdades sociales, el derecho a la información ambiental, el hombre de hoy y las generaciones futuras– y comprende la naturaleza desde su valor físico, estético, espiritual, etc.; no reduciéndolo a recursos naturales.

El Papa Francisco, en la Audiencia General del día 5 de junio de 2013, día mundial del medio ambiente, nos habló acerca de la "Ecología Humana" y de que "nosotros estamos viviendo un momento de crisis; lo vemos en el medio ambiente, pero sobre todo lo vemos en el hombre.

La persona humana está en peligro ... ¡he aquí la urgencia de la ecología humana!". Y es que al centro del concepto de sustentabilidad está la persona humana, tal como lo reconoce en forma expresa el principio 1 de la Cumbre de la Tierra: "Los seres humanos constituyen el centro de las preocupaciones relacionadas con el desarrollo sustentable. Tienen derecho a una vida saludable y productiva en armonía con la naturaleza".

Y es por eso que nuestra Constitución garantiza "a las personas" el derecho a vivir en un medio ambiente libre de contaminación.

Esta centralidad de la persona humana en relación al fundamento del cuidado del medio ambiente, nos lleva a poner un acento especial en el llamado "pilar olvidado" de la sustentabilidad, el social. Y es este pilar el cual nos debiera guiar en situaciones ambientales complejas cuando muchas veces los principales afectados por la contaminación tienen sus empleos en las mismas empresas que contaminan. O en que muchas veces las personas no quieren que los relocalicen o que cierren las empresas, sino que desean mantener sus empleos, sus redes y barrios, pero quieren tener una mejor calidad de vida.

En el caso de Chile, existen apremiantes situaciones ambientales que están afectando la calidad de vida de las personas. Son los problemas de calidad de aire que afectan no solo a Santiago, sino que a gran parte del sur de Chile, con casi 4000 chilenos que fallecen en forma prematura por problemas de aire, según lo reportó el informe del Estado del Medio Ambiente del año 2011.

Son los problemas de contaminación de suelos como los casos de polimetales en Arica, los relaves de Copiapó, Andacollo y otros de la IV región, las situaciones de los sectores industriales de Puchuncaví y Quinteros, entre otros. Y es justamente en casos como estos que el concepto de sustentabilidad y su enfoque centrado en la persona humana compatibilizando crecimiento económico con cuidado ambiental y equidad social, adquieren sentido, con una perspectiva que considera a las generaciones futuras.

Por tanto, la alianza de la ecología humana con el desarrollo sustentable toma una relevancia extraordinaria, debiendo preocuparnos tanto de la actual generación como de las futuras, tomando especialmente en consideración la solidaridad intergeneracional, este precioso principio que nos legó la Comisión Brundtland. Son las personas, las actuales y futuras, las que están por nacer y las que ya nacieron. "La persona humana está en peligro ...

¡he aquí la urgencia de la ecología humana!".