La Tercera

Raul Madrid Ramirez buenas

Señor director:

Agradezco a Javier Contesse la respuesta a mi carta. Me alegra que concordemos en que lo adecuado cuando se burla una ley no es derogarla, sino preocuparse de que sea aplicada a todos los ciudadanos.

Contesse indica que mi carta no ofrece razones a favor de la ilegitimidad del aborto, sino que asume que éste sería un mal -por cuanto lo que la mujer lleva en el vientre no puede ser otra cosa que un ser humano- y que todos los seres humanos tienen derechos, con independencia de sus circunstancias. A mayor abundamiento, califica de "trivial" el hecho de que el feto pertenezca a la especie humana para efectos de su protección, porque sería una forma de "especismo". Lamento no poder estar de acuerdo.

Efectivamente, el debate sobre el aborto se esfuma si se demuestra que lo que la mujer lleva en el vientre es humano desde el principio. El problema de las posiciones abortistas es que deben probar que el embrión no es humano: si lo normal es que las hembras de la especie humana den a luz seres humanos, el peso de la prueba recae sobre el que sostiene lo contrario. Esto no es especismo; tal concepto se aplica a la discriminación (arbitraria) contra los entes no clasificados en ciertas especies, y aquí es justamente lo contrario: especista es el argumento que discrimina al embrión humano por no ser (supuestamente) humano.

Me temo, sin embargo, que esa demostración no se puede hacer. En especial, porque si el embrión no es molestado a través de los métodos de aborto, florecerá en todos sus rasgos evidentes de racionalidad y libertad. En este sentido, el embarazo, como la vida misma, no es más que el despliegue en el tiempo de algo que ya existe: la intensa, profunda y significativa humanidad.