El Mercurio

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La palabra que más repite José Luis Cea en esta entrevista es "incertidumbre".

El reconocido constitucionalista afirma, sin rodeos, respecto de una de las reformas estructurales de la Presidenta Bachelet: "No sabemos nada de la nueva Constitución, esa es la verdad".

Cea es categórico. Sostiene que las autoridades no han entregado ninguna definición respecto de lo que quieren hacer en materia de reforma constitucional y que eso es perjudicial para el país, incluso en el extranjero. Dice que es partidario de cambios constitucionales "razonados y consensuados", pero que Chile no está en una situación de crisis como para convocar a una asamblea constituyente. Y enfatiza en que intentar partir de una hoja en blanco sería borrar más de 200 años de historia republicana.

El abogado, académico y ex presidente del Tribunal Constitucional fue convocado por el Centro Latinoamericano de Políticas Económicas y Sociales (Clapes, que dirige el ex ministro Felipe Larraín), de la Universidad Católica, para encabezar un grupo de debate que además conforman otros destacados constitucionalistas.

Este martes se realizará un seminario en esa casa de estudios en el que también intervendrá la ministra de la Segpres, Ximena Rincón.

-En este contexto que usted describe, en que el país no enfrentaría una crisis institucional grave, ¿la idea de una asamblea constituyente sería un error?

-No tiene ninguna justificación. Una asamblea constituyente, y la historia lo demuestra, tiene lugar en situaciones cataclísmicas. Chile no merece ese diagnóstico. Por ejemplo, el caso de la Revolución Francesa, con guillotina entre medio y líderes que se mataban. Aquí se ha hecho un diagnóstico aterrador que es completamente a priori , sin ninguna base objetiva. Se partió de la base de que íbamos hacia el caos, y que si no se hacían las reformas como querían los estudiantes en 2011, si no se implantaba una Nueva Constitución a partir de una hoja en blanco, este país iba a terminar en una suerte de Vietnam, lo que es completamente falso.

-Pero quienes defienden una nueva Constitución enfatizan, para empezar, que la actual no tiene legitimidad de origen, por haber nacido en un gobierno dictatorial.

-Eso yo nunca lo he discutido. Pero mucho más que la legitimidad de origen, después de 30 años de aplicación, tiene que mirarse el ejercicio de la Constitución. Y a estas alturas ya es inobjetable. Permitió elegir cinco presidentes democráticamente. La legitimidad más importante es la de ejercicio, la vida que ha tenido la Constitución, y usted ve que el país ha prosperado en los últimos años. Creo que al cabo de 34 reformas, incluidas las del año 2005 impulsadas por Ricardo Lagos, la Constitución se ha legitimado. El diagnóstico respecto del cambio a la Constitución fue completamente sesgado y muy manufacturado. Se quería ir construyendo la base política necesaria para que triunfara el gobierno de la Presidenta Bachelet y se logró eso. Una estrategia fantástica de la centroizquierda, pero que ahora se está desmoronando.

-¿Cree que la Presidenta Bachelet no está cercana a la idea de una asamblea constituyente?

-No sé por qué no hay definiciones de parte de ella. Creo que en el Gobierno tienen que darse a conocer ideas claras respecto al futuro institucional de Chile. No se puede seguir pensando "no, el próximo año se va a conversar" porque esto impacta en lo económico y lo político, nacional e internacionalmente, y es perjudicial para el país que se mantenga la incertidumbre.

"No sabemos nada de la nueva Constitución"

-Esta incertidumbre de la que habla ¿impacta en el extranjero?

-Sin duda que sí. En la inversión extranjera, en la opinión que se forman los analistas del curso político y futuro del país. Y perjudicialmente impacta en el país. No sabemos nada de la nueva Constitución, esa es la verdad. Esto sigue siendo un misterio, no sabemos en qué consiste ni hacia dónde va.

-Con otras reformas en proceso, ¿podría no alcanzarse a hacer esta reforma constitucional en el periodo de Bachelet?

-El problema es el método. Todavía estamos en la incertidumbre. Algunos dicen que no va a haber reforma, que es tal la división dentro de la Nueva Mayoría, la discrepancia, que no va a haber acuerdo para impulsar el proyecto de reforma constitucional o de sustitución de la Constitución. Otros piensan que no, que se trata de ir socializando el concepto de nueva Constitución. Y otros dicen "mira, no perdamos tiempo, si el país no está tan mal, no está el caos en Chile", como en Venezuela, por ejemplo, como para que estemos pensando en hacer una nueva Constitución. Entre medio, tenemos algunos que quieren suprimir la legalidad de la Contraloría General de la República, otros quieren suprimir el control preventivo del Tribunal Constitucional.

-Los críticos de la actual Constitución afirman que el Tribunal Constitucional se ha convertido finalmente en un grupo pequeño de personas con capacidad para determinar la inconstitucionalidad de leyes que el Congreso ya aprobó.

-Es una tontera. Fíjese usted que el TC es una composición resultante de una participación de puros organismos democráticos, pero el TC no puede ser el resultado de una elección popular por voto voluntario, en ninguna parte del mundo existe eso. Sería un disparate. Aquí se dicen, con una gran soltura, afirmaciones sumamente antojadizas y muy, muy forzadas. El Tribunal Constitucional se ha ganado una legitimidad hace mucho tiempo. Gracias al Tribunal Constitucional tenemos democracia hoy día. Fueron las sentencias del Tribunal Constitucional las que permitieron el plebiscito de octubre de 1988 que derrotó a Pinochet, que permitieron las reformas constitucionales... Eso no se debe a la casualidad.

-Usted también afirma que, actualmente, se ha ido imponiendo la idea de que no hay que hacer una asamblea constituyente.

-Mayoritariamente, no de manera absolutamente categórica.

-¿Qué ha influido en eso?

-La situación económica del país. El ímpetu que traía el movimiento del 2011 se ha esfumado en gran parte. Hay divisiones enormes en la Nueva Mayoría. En la reforma educacional, en la reforma laboral, respecto del sistema de aguas. Imagínese cómo estará la división respecto de la nueva Constitución.

-Hay quienes plantean que a través de un decreto supremo se podría establecer una asamblea constituyente.

-No es ninguna solución, porque es saltarse todo el régimen. No tiene ninguna legitimidad ni ninguna justificación. Sería muy mal visto nacional e internacionalmente, y probablemente sería un tiro de gracia para cualquier intento de hacer una reforma constitucional más o menos seria. El llamado "decretazo" yo creo que está fenecido. Lo declararía difunto. Sería una torpeza política mayúscula intentar resucitarlo.

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