Juan Emilio Cheyre

La Tercera

Históricamente, en Chile la relación vecinal no le ha sido fácil. Más de 100 años de paz han resultado insuficientes para poder avanzar a nivel de vínculos de integración propios del siglo XXI. El año 2012 plantea la interrogante de si los cuatro países del sur de América tendrán un signo armónico o si, por el contrario, viviremos un período de desencuentros y tensiones de diferente intensidad.

El escenario más promisorio se presenta con Argentina. Se han solucionado nuestros diferendos fronterizos, con la excepción del tema pendiente en un tramo de Campo de Hielo Sur. La relación se basa en el tratado de Paz y Amistad de 1984 y en las oportunidades que brinda el tratado de Integración y Cooperación suscrito en Maipú el 30 de octubre de 2009.

Ambos países podrían concretar la tarea pendiente de integrarse a plenitud y en escala mayor en proyectos de energía, infraestructura, explotación minera binacional y servicios. La barrera a derribar está dada por la desconfianza que implica ser socios en temas complejos. Apuntan a tal objetivo inversiones en infraestructura que dan salida al Pacífico a los productos del noreste argentino, el proyecto minero Pascua Lama o ideas de integración energética. El manto de duda se presenta con las últimas medidas proteccionistas del gobierno argentino. Despejarlas constituirá la gran tarea para hacer factible una relación virtuosa, que de no hacerlo, sólo lleva a perder oportunidades para ambos países.

Un escenario que en la práctica poco depende de Chile es el que se presenta con Bolivia. El Presidente Morales abandonó la lógica de un trabajo para construir acuerdos y la cambió por una estrategia de multilateralizar e incluso, llevar a tribunales temas resueltos en tratados vigentes. Chile, sin duda, seguirá el 2012 dando cumplimiento a nuestros acuerdos e implementando caminos para el diálogo con Bolivia. El país altiplánico tendría mucho más que ganar si volviera al camino de construir una relación binacional inteligente con Chile. Ello contribuiría al desarrollo de todo su potencial de acuerdo con su posición geopolítica, así como constituirse en pieza clave de un proyecto de energía en el Cono Sur.

Con el Perú la apuesta, en un escenario complejo pero no desestabilizante, creo que sería la firme defensa de nuestros intereses en la fase del juicio oral que se vivirá ante el Tribunal de La Haya. Sin embargo, es necesario unirla a la construcción de las bases para la relación post fallo, hecho que no ocurriría hasta 2013. Estimo que el incremento en relaciones políticas, económicas y militares ha llegado a niveles nunca observados. Esto debería ser el punto de partida para que después del fallo ambos países, sin temas pendientes a partir de allí, se convirtieran en los socios estratégicos del Pacífico Sur. Lograrlo constituiría un cambio radical en nuestra historia.

El 2012 en nuestras relaciones vecinales se presenta complejo, pero con tremendos espacios para transitar a un nivel diferente en procesos de integración propios del siglo XXI. Apostar a fortalecer los espacios de entendimiento y evitar enfrentamientos innecesarios hará prevalecer la armonía por sobre los escenarios de tensión. Ello permitiría a los cuatro del extremo sur americano avanzar hacia el nivel de desarrollo al que todos aspiramos