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Fuente: Diario Financiero

Las antagónicas visiones entre gobierno y oposición afortunadamente no han alcanzado a los temas de la política exterior. En las encuestas la conducta en los asuntos internacionales es evaluada con un promedio superior al 70%, lo que la consolida en el “top one” en la gestión de los asuntos públicos, al igual que en los gobiernos de la Concertación. En Chile esta valoración importa y mucho, sobre todo en el momento que vivimos donde la dependencia de otros es relevante.

El objetivo de llegar a ser un país desarrollado en 2018, en gran medida exige construir consensos básicos en temas vitales como una mejor relación vecinal; la capacidad para proyectarnos insertos en la región, dinamizando el vínculo con los países del Pacífico y con Brasil, e incorporando Centroamérica y el Caribe; potenciar los polos de desarrollo, de Estados Unidos, la UE y aumentar el número de países con los cuales interactuamos en el Asia Pacífico; apostar con una opinión sólida en la temática global e incorporarnos más activamente en la zona de África donde nuestra presencia no se condice con los temas que allí han surgido y apostar a jugar un rol en los organismos multilaterales, como en los pactos regionales de los cuales formamos parte.

A la hora de las crisis, como las tormentas que se anuncian, el temor hace recordar la importancia del tema internacional. Por el contrario en tiempos de normalidad el desinterés por lo internacional alcanza a los medios de comunicación y el actuar aislado de sector público, personas y empresas constituye un peligro. Esa posibilidad deberíamos remediarla con la llamada “Diplomacia del siglo XXI”.

Fue el enfoque de la cuenta pública 2011 del ministro de Relaciones Exteriores. En efecto, el canciller Moreno, partió por valorar lo realizado por gobiernos anteriores, así como la acción mancomunada de oficialismo y oposición en estos temas, enfatizando lo importante de construir consensos. El canciller entregó su mirada de una política de relaciones exteriores basada en principios, pero incorporando un fuerte componente de realismo e identificando las demandas del mundo de hoy.

Actualmente el Estado se ve exigido por el sistema internacional a dar una consideración importante a temas que van más allá de la visión restringida de sus intereses o derechos. Así, la Diplomacia del Siglo XXI obliga a los Estados a interactuar con actores y temas de los cuales antes se podía prescindir.

Hoy no resulta posible evadir la necesidad de tener una posición en el tema del medio oriente; o no asumir la amplitud del ámbito de los DD.HH. incluyendo los derechos de la mujer, de los pueblos originarios, de las personas con discapacidad, y otros. Tampoco se puede obviar la exigencia de la valoración y necesaria presencia en los organismos multilaterales, y en una agenda global, que incluye el medio ambiente, la cultura, la ciencia y la tecnología.

Otro de los espacios de la nueva forma de diplomacia es el de la relación estrecha entre el mundo privado y la política exterior que produce un actuar coordinado para construir relaciones fructíferas. En ese sentido los empresarios y la inversión chilena son motores de generación de vínculos tanto al apostar por llevar capitales o empresas a otras latitudes o al recibir socios para invertir en Chile. Es el caso de la interacción que llevó a que la inversión chilena ocupe el primer lugar en el Perú, generando relevantes niveles de confianza en muchas dimensiones. El año 2012 será un período propicio para consolidar este actuar ya existente especialmente en el ámbito de los proyectos binacionales con Argentina, Perú, Bolivia, Brasil y nuestros socios de Celec.

El país tiene un inmenso activo en su actuar internacional. El objetivo de llegar a ser un país desarrollado exige perfeccionar nuestros vínculos con el mundo. Encontrar la forma de comprender mejor el mundo para actuar en forma coordinada dentro de una estrategia de política exterior constituye parte de la Diplomacia del Siglo XXI.