El Mercurio
Señor Director:
En su carta “El temido examen de grado” (miércoles) doña Esperanza Berardi cuestiona la relevancia de esta evaluación, usando como argumento para ello que esta tiene un valor desproporcionado y somete a los alumnos a estrés y sufrimiento. Por lo mismo llama a su revisión.
Su carta está basada en su experiencia subjetiva y por lo mismo ignora que en Chile el proceso de titulación como abogado es relativamente sencillo si se compara con los de otros países a los que generalmente queremos parecernos. En este sentido, podemos decir que los alemanes no tienen uno, sino tres temibles exámenes de grado; los norteamericanos, sus terroríficos bar exams; los ingleses tienen los SQE y LPC; los franceses, un sistema que comprende dos exámenes, más una práctica y un proyecto pedagógico individual, y los españoles han ido aumentando progresivamente la regulación de acceso a la profesión legal, incorporando los (cuestionados) máster de abogacía.
En suma, relativamente hablando, el examen de grado no es tan temible y además es comparativamente barato. En efecto, aunque entiendo que algunas casas de estudios tienen la poco justificada y, me atrevería a decir, mala práctica de cobrar por él, a veces, cuantiosas sumas, lo normal es que este represente costos mínimos para la casa de estudios y que esta no los cobre como algo distinto de lo que ya le ha cobrado al estudiante y su familia.
La apropiada regulación de la profesión legal ha sido señalada como una de las mejores formas de descongestionar los tribunales, asegurar el conocimiento de las materias por parte de los abogados y mejorar la conducta ética de los mismos (Garoupa, 2011, O Governo da Justiça). En Chile debemos avanzar en esa dirección, lo que significa no hacer más laxa la entrada a la profesión legal, sino aumentar la exigencia académica, ética y práctica de forma estandarizada y centralizada.
Descargar imagen