El Mercurio
Durante más de diez años el abogado experto en derecho público Patricio Zapata viene planteando la idea de una nueva Carta Fundamental que sea “la casa de todos”. El académico de la UC, máster de la U. de Harvard y senior counsel del estudio Carey ha escrito libros, presidió el Consejo Ciudadano de Observadores del proceso constituyente durante el gobierno de Michelle Bachelet, fue candidato a convencional en 2021 y, aunque no fue elegido, siguió cada paso de la Convención.
Por lo mismo, dice, “para mí fue muy frustrante que la Convención fracasara en producir un documento que captara un consenso amplio”. Entre las razones de ello, cree que las principales están en “errores y fallas de la propia Convención, más que fake news u otro tipo de factores. Me parece súper importante que quienes participamos en ese proceso, yo desde afuera, opinando, reconozcamos esos errores porque es el primer paso para mejorar”.
Para Zapata “es evidente que una Constitución nueva no puede ser el proyecto de un solo sector de la política chilena aunque coyunturalmente en un momento dado, tenga los votos suficientes (...). Yo espero que todos hayamos aprendido. Aquí nadie llega al proceso con una libreta de notas con puros sietes”.
—¿Quiénes reprobaron?
—Algunos, a mi juicio, reprobaron en 2015-2016, porque cuando la Presidenta Michelle Bachelet ofreció un proceso que hoy día todo el mundo reconoce que era moderado, muy institucional, no hubo la capacidad de sumarse. La derecha no tuvo esa visión, de manera que ahí hay un error serio. Y luego el 2021-2022 la izquierda comete un error también grave de pensar que con su propia fuerza, fruto de una coyuntura electoral, podía echarse al hombro la tarea de construir la Constitución. Una mezcla de soberbia y falta de proyección estratégica. Hoy día, uno esperaría que todos aprendan de esos errores y si hay un sector que pueda tener mejores números no ceda a la tentación de aprovechar esa coyuntura.
—Pero, a su juicio, ¿era una buena Constitución la que propuso la Convención?
—Tenía cosas buenas que suponían avances en términos de inclusión social, pero tenía defectos graves. Se antagonizó, yo diría a priori, con sectores importantes de la sociedad: familias que temían que quedara afectada su libertad para elegir el colegio de los niños, grupos cristianos que sentían que se había consagrado una fórmula de aborto muy radical, emprendedores que miraban con preocupación que no se reconociera la propiedad industrial, el derecho de propiedad privada (...).
—¿Entonces usted estaba por “aprobar para reformar”?
—Mi impresión, en ese momento, era que podíamos corregir más fácilmente todas las fallas que tenía la propuesta especialmente porque había muchas personas que lo estaban diciendo. No estaba seguro de que hubiera un nuevo proceso constituyente en caso de ganar el Rechazo. Y cada día que pasa me alegro más de que los hechos estén mostrando que sí era posible un nuevo proceso. Por supuesto todavía no se puede hacer un juicio definitivo. Yo sacaba la cuenta, llevamos poco más de 45 días del proceso que en total son 286, entre la instalación de Comisión Experta el 6 de marzo y el plebiscito de salida. En términos futbolísticos, estamos en el minuto 14 del primer tiempo. Cualquiera que sepa un poquito de fútbol sabe que todavía puede pasar mucho, pero mirando estos 14 minutos yo veo señales muy positivas.
—¿Cómo ha visto el trabajo de la Comisión Experta?
—Me parece que el grupo escogido es bueno y están demostrando la manera en que va a producirse la interacción entre la Comisión Experta y el Consejo. Los expertos entregan el anteproyecto, van a estar en las deliberaciones del Consejo con derecho a voz, van a poder hacer observaciones a la propuesta que haga el Consejo, eventualmente pueden integrar una comisión mixta, o sea, son muy importantes, aunque la última palabra la tendrán los consejeros. Si los consejeros se convencen del anteproyecto de los expertos, vamos a estar muy bien. Si no, los expertos van a tener que hacer un esfuerzo por persuadir y van a tener instancias para hacerlo.
“Mientras mayores sean los acuerdos a que arriben los expertos, no justo 14 de 24, no 15 de 24, sino que 21 o 22 de 24, mucho más fácil va a ser que los expertos, como grupo, hayan influido efectivamente en el producto final”.
—Hay un primer texto aprobado en general, por unanimidad, pero las indicaciones ingresadas esta semana muestran disensos. ¿Puede ser este un punto de inflexión?
—En algún sentido ambas partes tienen razón. Es cierto lo que dice el grupo de expertos oficialistas de que esa primera aprobación fue en general y que tienen el derecho de proponer enmiendas, de lo contrario, para qué seguir con el proceso si ya quedó redactado. Pero también tienen razón los expertos vinculados a la oposición en el sentido de que esa unanimidad que se produjo descansa sobre un equilibrio en que ambas partes cedieron. Entonces, lo que es complicado es que una de las dos partes mire hacia atrás, sienta que cedió demasiado y trate de arreglar la carga en el camino porque ambas partes cedieron.
“Yo hice una lista cuando salió el primer texto (aprobado en general por los expertos) y puse en el lado izquierdo cuáles son las 13 cosas que una persona de pensamiento socialdemócrata, socialcristiana, de izquierda, podría decir que consiguió que quedaran y cuáles son las 13 cosas que una persona de pensamiento conservador o liberal podría decir que consiguió”.
—¿Cuáles son?
—En el caso de la izquierda: el reconocimiento del Estado social, la idea de que el Estado remueve obstáculos, el concepto de libertad sindical, que incluye huelga; el concepto de trabajo decente; el derecho a la vivienda adecuada; el derecho al agua; derechos de los consumidores; el reconocimiento de los pueblos indígenas; la soberanía radica en el pueblo, no en la nación; el acceso igualitario a los cargos y funciones públicas de hombres y mujeres; la idea de biodiversidad, no solamente de naturaleza; la idea del interés superior del niño y la supresión de las leyes orgánicas. Por el otro lado, para una persona que ve en la Constitución actual cosas valiosas que no quisiera que se perdieran están: la idea de servicialidad, el concepto de bien común, la idea de que las agrupaciones sociales tienen autonomía, la familia, un derecho de propiedad fuerte en que te indemnizan el daño patrimonial efectivamente causado, la propiedad intelectual, la propiedad industrial, la condena del terrorismo, la libertad de enseñanza, la idea de cuidar el medio ambiente con sustentabilidad y desarrollo, el concepto de honra, el derecho de las familias a elegir el establecimiento de sus hijos y que si el Estado quiere crear una empresa necesita una ley de mayoría absoluta.
—Descarta entonces que un sector haya cedido más que el otro.
—Si una persona de izquierda mira solamente la columna de la derecha puede sentir que le pasaron máquina y al revés, lo mismo. Pero lo justo es mirar el panorama completo. De eso se trata y esto es lo que faltó en 2021-2022 (...). Tú no puedes pretender ganarlas todas y espero que los expertos de ambos sectores no cedan a la presión de las barras bravas de uno y otro lado. Los expertos, a mi juicio, tienen que armarse de mucha fortaleza.
“Yo honestamente creo que ambos lados de nuestra discusión constitucional cedieron en la misma medida y, por lo tanto, es un equilibrio justo. Por supuesto, esto no es algo fijo y se pueden hacer ajustes, pero lo importante es que si se hacen ajustes, se preserve el equilibrio”.
—Algunas indicaciones buscan suprimir normas ya aprobadas en general y reemplazarlas por otras de naturaleza distinta. Aunque formalmente lo pueden hacer, ¿es deseable que eso ocurra?
—Yo comparto la distinción que usted hace en el sentido de que una cosa es lo que formalmente los expertos pueden hacer, y eso puede suponer que hagan cambios importantes ajustándose a las bases, y luego está el terreno de lo conveniente, prudente o sabio de cara al resultado (...). Yo creo que lo que hay que hacer en las próximas semanas, me atrevería a sugerirlo, es que a partir de la idea de que se produjeron concesiones recíprocas equitativas, que no hubo un primer momento en que un sector pasó máquina, bueno, que se mantenga el equilibrio general (...). No quisiera que se piense que estoy reduciendo el debate constitucional al regateo de una feria porque esta es una cuestión que tiene que ver con principios, pero no nos perdamos: un buen acuerdo constitucional supone que yo cedo cosas que son importantes para mí y tú renuncias a cosas que son importantes para ti.
—Llamó la atención su propuesta en la subcomisión de Sistema político de prohibir los pactos electorales. ¿Por qué cree que hay que hacerlo?
—Si lo que nos preocupa es la proliferación de fuerzas con representación parlamentaria, la excesiva fragmentación de nuestra Cámara de Diputados, que parece ser que eso preocupa muy transversalmente, entonces la discusión tiene que ver con los remedios. Me alegro que se haya descartado el remedio que alguna vez se planteó en Chile que era tener un sistema electoral binominal o uno uninominal.
—Se planteó que los partidos que no alcancen el 5% de los votos no puedan elegir parlamentarios.
—El umbral del 5% es otro remedio que funciona en ciertos organismos y en otros puede bajar la fiebre, pero provocar cólicos. Aquí se proponía, por lo menos por un sector del comité de expertos, usar este remedio sin considerar cuáles podrían ser los efectos negativos. Yo observo que se tomó nota de lo que yo dije por algunos expertos y establecen, en indicaciones, una especie de contraexcepción: en el caso de que algunas personas sean elegidas con altas votaciones o que un partido que no alcanzó el 5% elija varios parlamentarios, esas personas puedan ser elegidas. Pero creo que no se atendió al problema: ¿vamos a tener que excluir del parlamento a cinco o seis personas que fueron primera mayoría en su distrito para cumplir la regla del 5%? ¿Los mismos que decían que no había que meter la mano en la urna ahora van a bajar a personas después de que fueron primera mayoría porque el partido no tuvo un 5% a nivel nacional? Yo creo que es una muy mala fórmula.
—Usted propuso que se compita sin pactos y luego se creen coaliciones. ¿Eso no haría más difícil la gobernabilidad?
—La experiencia muestra que las razones por las cuales se crean los pactos electorales no tienen mucho que ver con el nivel de coherencia programática ni con la capacidad de seguir colaborando juntos después de la elección (...). Lo que necesitamos son acuerdos de gobernabilidad después de la elección por escrito, como ocurre en Alemania, de manera que después yo le puedo decir a los ciudadanos, mire este partido firmó esto y votó en contra; dentro de los partidos yo puedo decir, nosotros firmamos esto y tú te descolgaste, entonces te sancionan.
—¿Cómo ve la propuesta de votar en listas cerradas?
—No me gusta. Los partidos son importantes para la democracia, tenemos que fortalecerlos, pero eso es bien distinto a decir que los problemas que tiene la democracia hoy día se arreglan dándoles más poder a las directivas de los partidos (...). Los problemas de la democracia contemporánea o se resuelven desde la participación del pueblo o no se van a resolver. En los países donde las directivas hacen las listas tienen problemas democráticos profundos también. Disciplina, sí, pero que no sea la directiva del partido la que designe a dedo a la persona que debe reemplazarse por díscola. Podemos encontrar fórmulas donde se involucre a la ciudadanía.
—¿Cree que ahora sí vamos a tener “la casa de todos”?
—Hubo algunas personas que de alguna manera dijeron que había algo de ingenuo o de utópico en la imagen de una “casa de todos”. La idea, bien entendida, no significa unanimidad, sino que nadie le impone al otro su proyecto y, por lo tanto, todos los sectores importantes ceden algo importante. Esa es “la casa de todos”.