El Mercurio

Sebastian Soto 250x250

Señor Director:

Es un error transformar la decisión sobre el órgano que redactará la nueva Constitución en una cuestión de principios. Eso es lo que hace la carta de ayer de actuales y antiguos militantes de la DC cuando argumentan que la única fórmula que legitima el proceso es un órgano 100% electo.

Creo que la decisión sobre el órgano debe ser funcional al objetivo. Si existe un consenso en la necesidad de una nueva Constitución, cuestión que nadie pone en duda, el mejor procedimiento es el que más consenso genera en las fuerzas políticas. O escrito de otra forma: el mejor procedimiento para construir una Constitución de consenso es el que más consenso reúne. No hay entonces una fórmula más democrática que otra, en la medida que cualquiera de ellas se mantenga dentro de márgenes de representatividad razonables. Y esos márgenes se garantizan tanto si la elección es directa como indirecta.

¿Qué otra motivación debiera guiar la decisión además del consenso? Aquí es donde entran consideraciones técnicas (plazos, costos), políticas (oportunidad, impacto en nuestra convivencia, certidumbre), electorales (proyecciones, candidatos), aprendizajes (no repetir la dramática experiencia reciente) y una amplia gama de variables adicionales. La decisión por el mecanismo es, entonces, principalmente prudencial.

¿Es un riesgo acaso para la legitimidad del proceso elegir una fórmula que no sea 100% electa? La legitimidad del proceso depende de la confluencia de diversos factores. El principal será un plebiscito de salida masivo y unificador. Y a ese hito se suma un proceso de deliberación que se aleje con decisión de todos los enormes defectos del experimento anterior y del texto que se propuso.

Así entonces, son muy importantes quienes sostengan el lápiz que escribirá la nueva Constitución y es menos importante la fórmula que se escoja para elegirlos, si esta nace del consenso de las fuerzas políticas representadas en el Congreso.

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