El Mercurio

DanielaRivera 158x158

Durante los últimos días hemos conocido declaraciones de los ministerios de Obras Públicas y de Agricultura, en las que se manifiesta una preocupación más notoria por la sequía del país. Se ha mencionado, incluso, la posibilidad de racionamientos del abastecimiento de agua potable en algunas zonas. Es más que fundada esta preocupación gubernamental. Sin embargo, seguir abordando esta situación como "terremoto silencioso" o emergencia extraordinaria no es el foco idóneo.

Es un hecho que ya tiene 11 años de presencia en varios puntos de Chile, por lo que estamos ante un gran elefante blanco, que está costando visibilizar y enfrentar con políticas y decisiones acertadas. Los ciclos de sequías extremas serán más frecuentes debido al cambio climático. No es algo que podamos evitar o controlar del todo. Pero sí podemos (y debemos) ejecutar acciones para adaptarnos y hacernos más resilientes. Tales acciones no pueden diseñarse e implementarse aisladamente, como ha sido la tónica tradicional en nuestro país, en que no hay una gestión de riesgos, sino de desastres.

Deben enmarcarse en un Plan Nacional de Aguas, vinculante, que establezca las directrices y la estrategia país en materia hídrica, a corto, mediano y largo plazo. Necesitamos políticas proactivas y preventivas que integren a todos los actores y busquen consensos para un uso sustentable y sostenible del agua. Ya tenemos suficiente evidencia; no sigamos impulsando soluciones "parche", reactivas o dispersas. La sequía es parte de nuestra realidad, y no implica un desastre sin salida. Sí será un desastre si no somos capaces de generar, a la brevedad, un Plan Maestro de Aguas, que defina la hoja de ruta e impulse una gestión adaptativa e integrada en el sector.

Descargar imagen