La Segunda
 
 
Tomas Greene 158x158
 
La semana pasada el gobierno anunció la puesta en marcha del Plan Humanitario de Regreso Ordenado, un programa especial para que los haitianos que no lograron integrarse a Chile puedan volver a su país de manera gratuita. Aunque acceder a este beneficio significa renunciar a cualquier trámite de residencia o refugio, y no volver al país en nueve años -condiciones que especialistas en migración cuestionan y consideran poco humanitarias-, las oficinas municipales se han llenado de cientos de extranjeros que no pueden esperar más para volver a la isla. Aquí un grupo cuenta a qué vinieron, por qué se quieren ir y qué harán cuando lleguen a Haití, mientras otros argumentan por qué vale la pena quedarse en Chile.
 
La mañana del lunes la puerta de la Municipalidad de Estación Central está llena de haitianos haciendo fila El encargado de informaciones, con poca paciencia, les repite que tienen que esperar afuera, que los van a llamar por número y les hace señas, porque casi nadie entiende español. A pesar de que el sol rebota fuerte en el concreto, la mayoría está con gorros de lana, parka y botas. Una chilena saca su celular y se acerca a ellos, sin ninguna vergüenza, para grabarlos. Uno de los extranjeros reacciona y la interpela: "¡Respeto! ¿Por qué tú nos grabas? Tenemos dignidad" y el resto se tapa la cara para no aparecer en el registro, mientras vociferan quejas en creole. Son cerca de las doce y ya ochenta personas se han atendido en la ventanilla de asistencia municipal, mientras afuera, varias decenas más esperan impacientes. "Nos tuvieron que pedir que viniéramos a apoyar", dice Nicole, una de las técnicas de la oficina de migraciones, que junto al facilitador de idiomas, Paul Dieulifaite, son los primeros en recibir a los ciudadanos haitianos. "Todos están aquí por el mismo trámite; asegura Paul y se lamenta: "todos se quieren ir de Chile lo antes posible"

En una semana, esta ha sido la dinámica no sólo en la municipalidad y en la oficina de migraciones de Estación Central, sino que también en los puntos de atención de extranjería y de ChileAtiende. Desde que el Ministro del Interior firmó un Plan Humanitario de Regreso Ordenado el 17 de octubre -que beneficiará con un vuelo gratuito a aquellos ciudadanos haitianos que quieran regresar a su país de manera voluntaria-, sólo en la comuna del alcalde Rodrigo Delgado, cerca de 400 ya han manifestado sus ganas, en la mayoría de los casos desesperadas, por dejar Chile.

Por esto, todos llegan a hacer la fila con el formulario que exige el trámite en la mano, completo y notariado, para ser ingresados al sistema En el documento, que debe ir acompañado de una fotocopia del pasaporte, no sólo dan fe de que están haciendo esta gestión de manera voluntaria, sino que renuncian a toda solicitud de residencia o refugio en Chile que hayan efectuado y se comprometen a no regresar al país en un plazo de nueve años.

El motivo de la medida, según lo expresado por el gobierno, se debe a la importante cantidad de haitianos que no han logrado insertarse al país, lo que ha significado que sus condiciones de vida se hayan vuelto muy precarias. Esto, aunque se trata de la sexta colonia de migrantes residentes más grande en Chile -después de Perú, Colombia, Venezuela, Bolivia y Argentina-, según cifras del Censo 2017, representando apenas el 8.4% del total de extranjeros en nuestro país. "Fue la misma comunidad haitiana, a través de la cámara de diputados y la prensa, la que solicitó ayuda del Ejecutivo. En ese sentido nosotros ofrecimos asistencia humanitaria con la condición de que fuera voluntario, y sólo ellos y la comunidad colombiana, en el último plazo, han solicitado participar del proceso; asegura Alvaro Bellolio, jefe del Departamento de Extranjería y Migración.

"Desde que llegué no he trabajado un solo día". "me han discriminado; "no tengo para comer y paso hambre", son las frases más comunes que repiten las cientos de personas que quieren devolverse a Haití. De Talagante, Quillota, Valparaíso, Graneros, Buin, Las Condes, Quilicura, Maipú, Cerro Navia, y muchos otros lugares, llegan a Estación Central, porque es la comuna que servirá de piloto para el plan. "El tema migratorio ha sido una realidad de nuestra comuna hace más de diez años. Y mientras lo sea, tenemos que trabajar por ello y estar con la gente", afirma el alcalde y además presidente de la Comisión de Asuntos Migrantes de la Asociación Chilena de Municipalidades. °Estas personas tienen todo el derecho de volver a su país de manera libre. Y este proceso nos está permitiendo conocer cómo está pensando un grupo de migrantes que no consiguieron su sueño en Chile", agrega

A pesar de la alta concurrencia, el plan que el Estado catalogó como humanitario no ha estado libre de críticas. No sólo por el extenso periodo de tiempo que se le prohibe la entrada al país a quienes se acogen al retorno, sino porque no incluye a familias que tengan hijos nacidos en Chile -a ellos no se les puede negar la entrada por tener nacionalidad chilena-, lo que obligaría a estos padres a criarlos aquí a pesar de que no tengan los recursos ni las condiciones, y sobre todo, porque no queda claro si es un programa disponible para otras nacionalidades, ya que la primera fase sólo incluye vuelos a Haití. "Es para extranjeros de países no fronterizos. Estos últimos tienen facilidades mayores para volver a su país. La decisión de cuándo se expandiría el plan a otros lugares será tomada considerando la cantidad de inscritos, los recursos disponibles y la planificación de los vuelos en concordancia con la FACh", agrega Bellolio.

Mientras se definen las fechas de los primeros vuelos, que debiesen confirmarse para las primeras semanas de noviembre, ciudadanos haitianos que se quieren ir y otros que se quieren quedar comparten las razones que tienen para olvidar Chile y, por otro lado, los motivos que los hacen seguir buscando oportunidades para surgir acá.

QUIERO SER UNA ESTRELLA

La familia de Jean Rica es numerosa. En total son 18 hermanos. Sólo siete por el lado materno, pero ninguno vive en Haití, ni siquiera la mamá. Ella es enfermera y hace 20 años se radicó en Francia. El resto de sus hijos, incluido Jean, viven todos fuera de su país natal. Están repartidos por Europa, Estados Unidos y Brasil. Él era el único que todavía seguía en la isla hasta hace tres años. Aunque es panadero de oficio, desde que tiene 14 empezó a cantar y a escribir letras motivado por la inestabilidad política de su país. Bajo el pseudónimo de Money fresh hace lo que llama "rap revolucionario", en el que, a través de una fusión del créole y el inglés, manifiesta su descontento con la sociedad. Por eso, en 2015 su mamá le compró un pasaje y lo mandó para Chile. Hablan escuchado que era un lugar "donde las cosas funcionaban bien".

Sin embargo, hace un año que no encuentra trabajo. "Esta es una ciudad fría, difícil, donde hay mucha discriminación. Los santiaguinos se aprovechan de nosotros y los sueldos son malos. No quiero trabajar con gente que me trate mal. Lo único que quiero es regresar", afirma. Jean, además, asegura que su personalidad chispeante se ha ido apagando durante su estadía aquí. Por lo mismo, cuando supo del plan de retorno por Facebook, en uno de los grupos que la comunidad haitiana en Chile tiene en esta plataforma, el lunes a primera hora viajó desde San Felipe hasta la Municipalidad de Estación Central para inscribirse. "Mi sueño es ser cantante y aquí no ocurrirá. Volveré a casa, cruzaré a República Dominicana para encontrar un trabajo y ahorraré para armar un estudio de grabación y sacar mis temas. Todo el dolor que viví aquí me servirá como inspiración para crear, porque yo quiero ser una estrella; cuenta 

VOLVER CON LA FAMILIA

Nelson Saint-Fleur camina con poca energía y habla muy bajito. Incluso en creole, cuando le pregunta a Paul Dieulifaite -facilitador de idioma en Estación Central- por el paso a paso para acogerse al plan de retorno. Está triste. Extraña a su mujer y a sus dos hijas de 10 y 6 años que lo esperan en Haití y que no ve hace casi dos años. En la isla trabajaba como comerciante de zapatos, pero con lo que ganaba no le alcanzaba para una vida como la que quería para su familia. Por eso decidió probar suerte, hacerle caso a un amigo que vivía en Chile y venirse. La realidad aquí, sin embargo, ha sido extremadamente diferente a lo que imaginó. Desde que llegó, se ha dedicado a trabajar como albañil, pero hace dos meses que no tiene un empleo. Su último patrón, contratista en una obra, le debe 400 mil pesos. "Desde julio dice que me las va a pagar, pero nada", se queja, "y me dijeron que después de 90 días ya no podía reclamar".

Aunque las primeras temperaturas altas de la primavera lo ponen más contento, no es suficiente para seguir apostando a una mejor vida en el país. Dice que el invierno hace que le duela la cabeza, lo enferma y sumado a la falta de dinero y, por lo mismo, de comida, lo ha hecho bajar muchísimo de peso. Por otro lado, la poca empatía que ve de parte de los chilenos lo desilusiona constantemente. "Yo sigo la voluntad de Dios. Si veo a una persona que no tiene dónde dormir, que no tiene techo, se lo brindo. Si veo a alguien pasar hambre, le paso plata. Aquí nadie se preocupa", comenta. Luego, agarra la carpeta con el formulario y la fotocopia de su pasaporte, y camina esperanzado en que quedan pocos días para regresar: "Yo nací en Haití, crecí en Haití y sobreviví ahí. Puedo seguir haciéndolo, pero con mi familia al lado".

LA ANSIEDAD DE VOLVER

"¡Ahora, ahora!", grita y repite Wilkens Jean Pierre cuando le preguntan si quiere volver a Haití mientras espera en la larga fila de la oficina de extranjería en Matucana. Será uno de los primeros haitianos de la jornada que firmará el formulario para acogerse al plan de retorno. Vive hace sólo ocho meses en Santiago y apenas habla castellano, pero si pudiera teletransportarse inmediatamente a su isla lo haría sin pensarlo dos veces. El profesor de francés y créole nunca encontró trabajo estable durante su estadía en Chile. "Las cosas no están bien en Haití, pero cuando vuelva, será más fácil que aquí", explica. "En Santiago no hay trabajo, y muchas veces me falta comida", agrega.

Por eso quiere inscribirse en el programa especial del gobierno. Aunque Wilkens no sabe mucho en qué consiste, ni sus condiciones, escuchó a sus vecinos decir que habría un avión gratis con destino a Haití y partió coniendo a la oficina para no perderse la oportunidad. Cuando le explican que no podrá volver a entrar a Chile en nueve años, él vuelve a gritar y repite "¡Nunca, nunca!" porque para él esta es una experiencia que sólo quiere dejar atrás. En su casa lo esperan su familia y su mujer, y la tranquilidad de estar allá es lo que lo mantiene esperanzado cuando piensa en el futuro. "Allá podré volver a ser profesor, hacer lo que me gusta. Estoy seguro que será una vida mejor que la de acá".

LA OPINIÓN DE LOS EXPERTOS

Este año severas crisis económicas y políticas han remecido a Latinoamérica y obligado a cientos de miles de personas a dejar sus países en busca de un mejor futuro, en un nuevo lugar. Esta semana, incluso, marcó un hito en la historia del éxodo migratorio en la región, la imagen del puente que conecta la frontera de Guatemala con México desbordado de migrantes de Honduras, Guatemala, El Salvador, caminando en caravana hacia la frontera de México con Estados Unidos, sin importarles las dificultades o los peligros de tal odisea.

Este dramático escenario ha planteado una serle de desafíos para los países receptores de este éxodo. Sólo Chile, en los últimos cuatro años, ha recibido a más de 600 mil personas según cifras de extranjería, de otros países del continente. Un aumento del ingreso de migrantes no sólo inesperado, sino para el cual el país no estaba preparado. "Acá no hubo políticas migratorias para las personas. No basta con ordenar la casa, sino que hay que acoger en la casa. No basta sólo con dejar entrar sin discriminación y arbitrariedad, sino que también hay que saber incluir y generar políticas en vivienda, educación, trabajo, y a nivel estatal hoy son muy incipientes", asegura José Tomás Vicuña, director nacional del Servicio Jesuita Migrante (SJM).

"Estamos siendo parte de un proceso global que viven muchos países como consecuencia de diversas situaciones, como el caso de Venezuela y Haití. Entonces, la mirada no es decir 'pobres nosotros los chilenos que nos están invadiendo, vamos a ordenar, sino que debemos hacernos cargo y entender que este es un fenómeno que obedece a tremendas inequidades o a dificultades políticas y que hoy día, dada la mayor facilidad de los viajes, la migración es una posibilidad para las personas de poder rehacer sus vidas en otros contextos", dice Macarena Rodríguez, directora de la Clínica Jurídica de Atención a Migrantes de la Universidad Alberto Hurtado (UAH).

Medidas como este plan de retorno, a juicio de los especialistas, si bien enfrentan la contingencia, sólo visibilizan la urgencia que tiene una política clara y actualizada. El proyecto de una nueva Ley de Migraciones, que reemplazaría a la actual -que data de 1975-, recién el miércoles fue aprobado por la Comisión de Gobierno Interior y ahora se espera que continúe su trámite en la Comisión de Hacienda, para analizar los aspectos financieros de la normativa y luego ser debatida. Así, los procesos migratorios podrán abordarse con mayores herramientas. Y en casos como este, entender, desde la regulación, que es natural que un porcentaje de las personas quiera regresar a su país de origen. "En todos los procesos migratorios vamos a encontrar personas que efectivamente no pudieron cumplir ese proyecto de vida al que venían y en ese contexto puede haber gente de todas las nacionalidades, que quisieran marcharse", agrega Rodríguez.

Sin embargo, ¿es este un buen programa de retorno? ¿Son humanitarias sus condiciones?

"A mí me surge la pregunta de cuál es el objetivo. Cuando ocurrió la crisis en España se creó una política de retorno para latinoamericanos que iba asociada a un apoyo económico para que cuando regresaran a su país de origen pudieran emprender, crear algo que les diera nuevas oportunidades. Aquí eso no está incorporado, y ¿es brindarles realmente una oportunidad el irse, gratuitamente, pero para que lleguen a vivir en peores condiciones de las que se vinieron, más empobrecidos?", reflexiona Carolina Stefoni, directora del Programa Interdisciplinario de Estudios Migratorios de la UAH. "La gente para salir tuvo que endeudarse muchísimo, vendiendo su casa o lo que tenía. Cuando devuelves a las personas, llegan con la carga negativa de que su proyecto migratorio haya fallado. Y si quedaron con deudas, la única opción para pagarlas es volver a migrar, esta vez en condiciones todavía más precarias, más endeudados", agrega 

Por lo mismo, a juicio de la directora de la clínica jurídica de migrantes de la Universidad Diego Portales, Francisca Vargas, no es posible hablar de un plan "humanitario": "No lo es y por varios motivos. El más potente es el tema de la prohibición de ingreso. Lo humanitario significa mejorar la situación de un ser humano, y cuando tú estás pensando en costearles los pasajes de vuelta a estas personas, sin duda hay una buena intención, pero luego prohibirles el ingreso por nueve años es absolutamente poco proporcional y razonable". El profesor de Derecho Migratorio de la clínica jurídica de la Universidad Católica, Tomás Greene, concuerda: "No tiene las condiciones para ser calificado así. Entiendo que el gobierno defienda el programa, porque en apariencia es una ayuda para una persona que hoy día lo está pasando mal. Le están regalando el pasaje. Pero en el fondo, me parece que lo que el gobierno está haciendo es deshacerse de un problema".

Por otro lado, el programa de retorno plantea nuevos conflictos que aún no se abordan y que vulnerabilizan a un grupo que es parte de esta población migrarte. "Hemos sabido de dos familias de Estación Central que querían volver a Haití con sus hijos menores de edad. Pero no pueden hacerlo bajo este programa, porque como los niños nacieron en Chile, a ellos no se les puede negar la entrada. Una de esas familias tiene una guagua de tres meses, un niño que en definitiva va a estar más en peligro acá que en el país de origen de sus papás, porque ellos aquí están mal", explica José Tomás Vicuña, del SJM.

Es por esto que para los especialistas el foco debiese estar en nosotros. En preguntarnos cuáles son nuestros desafíos en términos de integración. "Es un error decir que se ofrece un plan de retorno, porque las personas no se han adaptado, porque la adaptación y la integración son una acomodación mutua: tanto de la persona migrante como del Estado. En Chile no hemos sido capaces de ofrecer políticas que lo favorezcan. Me parece bien que se desarrolle un plan de gobierno que apoye a quienes están en una situación de angustia, pero sin ponerles condiciones. El trabajo está en cómo podemos favorecer la generación de políticas de integración que supongan una sociedad que se sienta cómoda con estos cambios", afirma el académico experto en migraciones y profesor adjunto de la Escuela de Gobierno UC, Miguel Yaksic.

CON LOS OBJETIVOS CLAROS

El primo de Elange Raymond llevaba dos años viviendo en Chile y lo convenció para que dejara Haití y empezara su vida de cero aquí. "Acá hay trabajo", le dijo. Raymond, que estudió mecánica automotriz pero nunca pudo ejercerlo por la escasez de oportunidades en la Isla, decidió escucharlo y dejar Puerto Príncipe. Los dos primeros meses, asegura, fueron los más difíciles. "Compartía departamento con mi primo, pero como no tenía pega, él se hacía cargo de todo. Y ahí dije, no, tengo que salir a ganar plata en lo que sea", cuenta. En paralelo, encontró la Fundación Somos Fré en el centro de Santiago. Ahí comenzó a tomar clases gratuitas de español y aunque no tenía para pagar el arriendo de una pieza, ni su comida, su primo lo ayudaba y él seguía estudiando. Gracias a los contactos que hizo en la fundación, hace nueve meses Elange trabaja como obrero en una fábrica de plásticos. "No es lo que quiero hacer siempre, pero puedo vivir solo, pagar todo yo. Los primeros meses estaba en una pieza muy pequeñita, sin Internet, sólo con agua y luz. Pero las cosas se han ido arreglando", dice. A Elange le gustaría tener más amigos chilenos, para hablar con ellos y perfeccionar su español, un desafío que a veces ve difícil, porque la sociedad chilena, asegura, es racista Por lo mismo, sagradamente, todos los fines de semana va a sus clases de castellano. En el futuro, quiere estudiar ingeniería en la universidad, casarse y tener hijos chilenos. Él tiene sus objetivos claros: "a Haití sólo volvería de vacaciones".

A PESAR DE LA SOLEDAD

Nicolette Termitas es contadora y educadora de párvulos. Trabajó durante nueve años en jardines infantiles de Puerto Príncipe y amaba lo que hacía, pero la situación política del país y que su hermano viviera en Chile, la hicieron dejar su vida en Haití para viajar a Santiago. Los primeros meses fue difícil encontrar trabajo, algo que sabía que sería así. Por eso, cuando surgió la oportunidad de irse al sur como temporera recogiendo arándanos, frutillas y moras, decidió intentarlo: "Era muy duro. En las mañanas hacía mucho frío y después mucho calor", recuerda Aun así, aguantó hasta que el trabajo terminó. Desde entonces, hace cuatro meses, Nicolette vive del dinero que le envían sus familiares. No tiene pareja, tampoco hijos, y su hermano -con quien vivía y que era su apoyo más importante-, ahora está probando suerte en Estados Unidos. 

"Tengo amigos chilenos y haitianos aquí, entonces no extraño tanto. Pero es difícil", dice. Cuando le mencionan el plan de retorno, ella se entristece: "No quiero hablar del dolor que están viviendo otros haitianos". Lo que tiene claro, es que a ella no le interesa Nicolette asegura que no se rendirá, que continuará con sus clases de español y que como ya habla dos idiomas -créole y francés-, aprender un tercero no será un obstáculo para lograr integrarse por completo al país. Lo único que desea es obtener más herramientas para retomar lo que más le gusta hacer: ejercer como parvularia y volver a trabajar con niños, aunque ahora desde este lado del mundo.

RENDIRSE NO ES OPCIÓN

Woatnel tiene un sueño: quiere terminar sus estudios universitarios de programador computacional en Chile. Llegó hace dos años, porque un amigo le dijo que aquí había más oportunidades de encontrar trabajo que en la isla, así que congeló su carrera de Ingeniería civil, y aunque sus papás no querían que se viniera, le pasaron mil dólares y tomó un avión con destino a Santiago. Pero las cosas no eran como él se imaginaba: no pudo convalidar los ramos, no entendía el español chileno y recién a los dos meses encontró un trabajo moviendo cajas en un galpón del centro.

Casi todo el dinero que ganaba lo gastaba en el arriendo de una pieza y en un curso de Informática, que tomó en un instituto técnico. Dice que ahí mejoró su castellano, y a pesar de las condiciones precarias en las que vivía, se motivó. "Mi cuerpo no estaba acostumbrado a ese tipo de trabajo, bajé mucho de peso, porque no comía bien. Tenía que hacer durar un paquete de tallarines toda una semana Tampoco podía cargar mi celular y no tenía amigos. Pero cuando mis papás llamaban para preguntar cómo estaba, yo mentía. Decía que estaba bien. Porque vine con un objetivo y lo iba a cumplir", afirma.

Con el tiempo, Woatnel empezó a asistir a cursos gratuitos de español y avanzó rápidamente. Incluso llegó a enseñarles a los haitianos recién llegados. Armó una red de amigos con los que se siente acompañado y conoció a una mujer chilena que lo ayudó a encontrar trabajo como asistente en un centro de idiomas y que lo aconseja "Ella es como mi segunda madre; afirma El próximo año se inscribirá en un preuniversitario para dar la PSU y regresar a la universidad. "Yo me quedo, allá no hay trabajo, no hay oportunidades. Quiero hacer mi vida aquí".