Diario Financiero
¿De qué servía avanzar con el TPP si Chile ya tenía acuerdos bilaterales con todos los países miembros? Por lejos, la pregunta más recurrente cuando Chile negociaba el TPP original. La verdad, con un arancel bajo el 1% era difícil explicar por qué embarcarse en un nuevo acuerdo. La inédita decisión de EEUU de excluirse del acuerdo postergó el complejo escenario que se anticipaba en Chile para su aprobación, con los partidos de gobierno divididos y algunos representantes de la centroderecha poco convencidos.
Quienes defendimos las ventajas del TPP desde sus inicios entendimos que el acuerdo iba mucho más allá del comercio tradicional. Se trataba de fijar los nuevos estándares para la economía del siglo XXI, establecer reglas comunes para un mercado de 800 millones de personas y dar mayores seguridades al comercio y las inversiones, en un orden mundial más cambiante y fragmentado. Si a eso sumábamos el mejor acceso a los mercados de cerca de 3 mil productos claves para diversificar nuestras exportaciones, los beneficios eran evidentes.
En un escenario difícil de imaginar, ayer se logró firmar una nueva versión del TPP, sin EEEUU. De la resignación se pasó a un acuerdo que en lo sustancial mantiene el contenido y carácter comprehensivo del TPP original, con la salvedad de ciertas cláusulas relativas a propiedad intelectual y patentes. El llamado TPP 11 (Acuerdo Integral y Progresivo para Asociación Transpacífico, CPTPP) es un gran hito de nuestra política exterior de los últimos 4 años. Mérito de la Cancillería de haber generado un relato en torno al libre comercio y la articulación de países claves como Japón y Australia. Somos reconocidos en el mundo como líderes en la apertura económica e hicimos valer nuestra tradición.
El TPP 11 sí es beneficioso para el país. Nuestro comercio con el Asía Pacífico ha aumentado significativamente, llegando a cifras cercanas al 20% con los países miembros. El acuerdo agrupa un mercado de alrededor de 500 millones de personas, representando el 13% del PIB mundial. A su vez, mejora el acceso de nuestros productos en importantes socios comerciales como Japón, donde el 80% de los bienes sin preferencia arancelaria gradualmente bajarán a arancel cero.
Si bien Chile ya tiene acuerdos con los otros 10 países, estos tratados no necesariamente son totalmente coincidentes y tampoco tienen la profundidad del TPP 11. Lo que hace el tratado es establecer reglas comunes para todos los países, lo que dará mayor certeza a nuestras empresas e inversionistas al salir a los mercados. Segundo, con mayores presiones proteccionistas que amenazan el libre comercio, el TPP 11 establece un mecanismo de solución de controversias comerciales más expedito y efectivo. El proteccionismo se sofisticó y necesitamos mecanismos que nos protejan frente a trabas regulatorias e, incluso, control de los flujos de inversión.
Finalmente, la actualización de las reglas del comercio del TPP 11 permite adaptarse a las nuevas lógicas del intercambio global, basado en insumos y cadenas de valor de un conjunto de países para la producción del bien; o el comercio de servicios, donde debemos hacernos cargo del flujo de datos más allá de nuestras fronteras, los servicios financieros en el comercio electrónico o la prestación de servicios profesionales en otro país.
La señal geopolítica dada por los países signatarios del TPP 11 no es menor. Estar dispuesto a resucitar este acuerdo confirma que existen países disponibles para defender la globalización y el libre comercio. Más aún, cuando el proteccionismo se ha convertido en una falsa promesa de seguridad y bienestar para familias frustradas con el desarrollo, cuyo rechazo a la globalización es más emocional que racional. No será fácil enfrentar ese rechazo emocional y, sin duda, plantea una nueva derivada para quienes conducen la política comercial.
Para Chile, la aprobación del TPP 11 en el Congreso será el primer test de cómo viene la mano para los acuerdos comerciales. Nuestro país tiene una nutrida agenda de integración y es difícil pensar que tendrá el fast--track al que estaba habituado. Por eso, más que mirar a Trump y sus zigzagueos en materia internacional, el desafío será consolidar nuestra propia base de apoyo