El Mercurio

José Joaquín Ugarte Godoy 158x158

Señor Director:

La existencia de Dios es una verdad universalmente admitida, porque es de sentido común. El sentido común es esa habilidad natural del hombre para conocer, sin mayor demostración, las verdades que están muy próximas a los primeros principios de la razón y que son necesarias para la vida: por ejemplo, que los hijos deben obedecer a sus padres; que debe haber autoridad en la sociedad; que es natural la propiedad privada, aunque sea con limitaciones; que hay que respetar los tratos, etcétera.

Naturalmente, nunca faltan las personas que no aceptan estas verdades, y así los ateos -pocos, afortunadamente- no aceptan la existencia de Dios; los anarquistas, la de la autoridad; otros, la de la propiedad; pero las leyes, obviamente, no pueden, por respeto a estas personas que contrarían el sentido común, prescindir de lo que ellas rechazan: sería como no tocar la canción nacional porque hay quienes son anarquistas o miran mal las marchas militares; o como no hacer carreras ni campeonatos de atletismo porque hay cojos, o suprimir las clases de dibujo porque hay ciegos.

Dios para el hombre es la medida de todas las cosas, dice Platón (Leyes 716); es, según todos, la causa de todas las cosas, dice Aristóteles (Metafísica, I, 2); la declaración de Independencia de los Estados Unidos se justificó en nombre de Dios; nuestra Constitución de 1925 se promulgó invocando el nombre de Dios Todopoderoso; los Padres de la Patria pidieron el auxilio divino a través de la Virgen del Carmen y O'Higgins hizo el voto, ya cumplido, de edificar un templo en Maipú; Arturo Prat se preocupó de que su tripulación llevara el escapulario; y se edificó el templo de la Gratitud Nacional para agradecer nuestro triunfo en la guerra del Pacífico.

Siempre se ha realizado el Tedeum el 18 de septiembre y siempre ha existido el convencimiento de que la sociedad como tal debe rendir culto a Dios: lo dice incluso Rousseau, el gran revolucionario, en el capítulo VIII del Contrato Social. ¿Por qué habríamos de dejar de abrir las sesiones del Parlamento en nombre de Dios para dar un supuesto gusto a los ateos, que, además, nunca lo han pedido?