Revista Km 0

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El 8 de septiembre de 2014, a eso de las dos de la tarde, un hombre que vestía con bufanda, gorro y lentes de sol, se paseaba por los pasillos del SubCentro de la estación de metro Escuela Militar con una bolsa en la mano. Caminaba de un extremo a otro del pasillo que pasa por debajo de Avenida Américo Vespucio, hasta que decidió sentarse junto a un basurero frente a un local de comida rápida.

Sacó su celular, luego se paró y volvió a caminar, todavía con la bolsa en su mano. Unos segundos después regresó a la banca donde se había sentado, dejó la bolsa en el basurero y se fue. A las 14.05 hrs. explotó una bomba que llenó de humo la galería comercial y dejó a 25 personas heridas.

Seis meses después, en abril de 2015, las víctimas de la explosión aún no tenían representación judicial por falta de recursos económicos. La fiscalía los ayudó a buscar asesoría gratuita y organizó una reunión con la Clínica Jurídica de la Universidad Católica, que acogió el caso y se convirtió en su representante ante tribunales.

Un equipo integrado por la académica y abogada María Elena Santibáñez (43) y seis alumnos en práctica de Derecho de la Universidad Católica, Arturo Fuenzalida (23), Elisa Ronco (23), Nicole Piptet (22), Julián Salviat (23), Rodrigo Madariaga (24) y Trinidad Labarca (23), son los encargados de defender a cada una de las 25 víctimas.

La profesora María Elena Santibáñez conformó al equipo de estudiantes. "Lo que yo buscaba era experiencia, conocimiento y compromiso. Por eso era requisito haber hecho los ramos de Derecho Penal y Derecho Procesal Penal, que generalmente se hacen en quinto año, y tener completa disposición para dedicar todo el tiempo al caso", dice.

Además de los estudiantes, también trabajan en el caso Tomás Jara, un ex alumno de la facultad quien hizo su práctica en 2015 y decidió seguir apoyando al equipo; y Nicolás Browne, abogado contratado para el caso por la institución.

Trabajar en la Clínica Jurídica UC es un requisito mínimo de egreso para los alumnos de cuarto y quinto año de Derecho. Deben hacer dos prácticas de un semestre de duración cada una. Hay cinco áreas en las que los estudiantes se pueden desempeñar: Derecho Público, Derecho del Trabajo, Derecho de Familia, Derecho Civil y Derecho Penal. Ellos eligen el área y el profesor con quién quieren trabajar. "Nosotros sabíamos en qué nos estábamos metiendo. Es sabido que las prácticas con la profesora María Elena demandan mucho tiempo", cuenta Trinidad.

— ¿Vai' a la u después?

— Sí, tengo que ir a leer los textos pa' la prueba de Procesal.

Julián con Rodrigo conversan mientras preparan los documentos y esperan a sus compañeros para comenzar la reunión. Son la una de la tarde del miércoles 28 de septiembre y al igual que todas las semanas, se reúnen en una pequeña sala de la clínica jurídica para discutir los pasos a seguir.

Se abre la puerta. Es Trinidad que entra casi tropezándose a la sala. Lleva una mochila colgando del brazo y en el otro carga papeles que deja caer sobre la mesa. Luego saluda con afecto a Rodrigo y Julián. De a poco llega el resto de los integrantes.

Julián, Rodrigo, Trinidad, Arturo y Elisa son alumnos de quinto año de Derecho y trabajan en el caso desde marzo. Nicole es la única que cursa cuarto año y la última en integrarse al equipo. La mayoría de los estudiantes trabaja en más de un caso, excepto Trinidad, que tiene dedicación exclusiva al caso del SubCentro y pasa en promedio seis horas al día leyendo y redactando documentos para la causa, el resto del tiempo debe estudiar para sus otros ramos. Por eso la proclamaron líder del grupo.

Santibáñez cuenta que tuvo que desvincular a dos alumnos que había elegido, porque se dio cuenta de que no estaban entregando completa dedicación al caso, que es lo que ella les solicita. "A mí no me sirve alguien que sólo viene a escuchar y no aporta nada", dice.

Van a las audiencias, están en contacto con las víctimas, los citan para reuniones y revisan las pruebas de la carpeta investigativa del fiscal. Lo único que no hacen es hablar en las audiencias, lo cual es tarea del abogado del caso y de la profesora. "Nosotros lo que hacemos es ver en qué está la causa, ver qué pruebas nuevas salieron, preparar las audiencias con las minutas y los análisis, para luego pasárselos a la profesora y al abogado para que ellos aleguen", dice Arturo.

La profesora describe el trabajo del grupo como una "convivencia reality" por el nivel de confianza que se produce entre ellos. "En otras prácticas que tengo no se da esta relación con los alumnos y en el mundo laboral mucho menos", cuenta. "A la profe la veo más que a mi mamá", cuenta Elisa entre risas.

"¿Trabajemos?", interrumpe Fuenzalida y agrega: "Tengo clases a las dos". Son las 13.30 hrs. y encima de la mesa hay un desorden de carpetas, escritos, lápices, destacadores, computadores y papas fritas. Los documentos del caso y textos de otros ramos se mezclan y confunden.

Además del horario delimitado para la práctica, el equipo está de acuerdo en que si reciben un llamado de su profesora, tendrán que sacrificar cualquier otra instancia y dedicar el día al caso. En jornadas así, suelen terminar a las dos de la mañana.

"En las audiencias se hace realidad todo lo que hemos visto en la teoría y es súper fuerte", cuenta Julián. Dice que para él es impactante el cambio entre ver el caso en papel y luego a las personas de carne y hueso. En una audiencia, terminó sentado al lado de la hermana de uno de los imputados. "Fue uno de los momentos más incómodos que he vivido", dice.

"Muchas audiencias son temprano, tipo nueve, diez u once de la mañana y muchas clases son a esa hora, así que tenemos que faltar no más. El problema es que muchos de nuestros ramos nos piden asistencia", cuenta Rodrigo. La profesora habló con la Dirección de Asuntos Estudiantiles con el objetivo de que les hicieran un certificado para que los profesores de sus otros ramos tengan flexibilidad con la asistencia y las evaluaciones. "Es una causa extraordinaria, porque eso no lo hacen en otros casos", comenta Rodrigo.

Para Arturo, esto es más que un trabajo. Cuenta que antes trabajaba en otras cosas, pero tuvo que dejarlas para dedicarse de lleno a este caso. Sin embargo, la práctica no es remunerada ni tampoco tiene créditos, por lo que la nota que reciben los alumnos al final no les afecta en el promedio. "Lo hacemos casi por amor al juicio penal", dice. La única retribución que tienen es el aprendizaje y la gratificación de ayudar a las víctimas.

El contacto con las víctimas es poco frecuente. Sólo las ven para las reuniones. "O sea, es un caso que ya lleva dos años y para ellas igual es una lata que estemos tan encima", dice Rodrigo. Además explica que hay personas más afectadas que otras. "A algunas se les aprieta la guata cada vez que hablamos del tema, pero hay otros que ni se molestan en venir a las reuniones", agrega. Uno de los motivos por los que Trinidad eligió el caso es el contacto con los afectados, pero no ha sido como ella esperaba: "Tengo cuatro víctimas a cargo y sólo conozco a una".

La práctica termina en diciembre, pero algunos miembros del equipo actual pretenden seguir colaborando luego de egresar. Es primera vez que un caso tan mediático es llevado por alumnos y no por un equipo completo de abogados con experiencia. "No es llegar y desvincularse de un caso así de un día para otro, debido al compromiso que tenemos con la causa y con las víctimas", dice Rodrigo.

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