Diario Pulso

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Grégoire Webber es un experto en derecho constitucional y en filosofía del derecho y no cree que cambiar una constitución implique romper totalmente con el pasado, ya que, citando el caso de Sudáfrica, es bueno recordar los errores para no repetirlos. Invitado a Chile por la Facultad de Derecho UC, el experto de la Queen's University de Canadá y también Senior Fellow del departamento de derecho de la LSE, subraya que lo más importante es definir las necesidades a las que se quiere respondar con un cambio.

¿Cuáles son los mejores mecanismos para cambiar una constitución y por qué un país debería hacer eso?

Los países difícilmente cambian su constitución a menos que haya un evento que los lleve a hacerlo. Muchas veces sucede después de una guerra civil, de una invasión extranjera o de una secesión de una parte del país a otra. Muy extrañamente ocurre en períodos de paz o de paz relativa. Entre las diferentes formas en las que se han adoptado constituciones recientemente, se puede mencionar el ejemplo de Sudáfrica tras la emancipación del bloque mayoritario de la población. Fue un proceso muy ordenado. La constitución se hizo en concordancia con las reglas de la constitución anterior y se estableció una asamblea constitucional y un tribunal constitucional. Luego ambas instancias tuvieron que aprobar el nuevo documento constitucional. Otras formas de hacerlo es obtener una aprobación en un referendo, siguiendo la idea de que la constitución la hace la gente para la gente. Pero me gusta decir que el mejor mecanismo no existe en lo abstracto, sino que el mejor mecanismo es uno que responde a los desafíos locales que cada país enfrente, y varían de cada país.

¿Depende de las necesidades de un país?

De cuáles son las necesidades percibidas para el cambio. Tuvimos una reunión en La Moneda, con uno de los consejeros constitucionales de la Presidenta y una preocupación que se expresó es si acaso el público general veía la necesidad de un cambio constitucional. Si eso es un reto, entonces se hacen claras las dificultades para llevar a cabo un referendo, en cambio si hay poco apetito público de un cambio constitucional se favorecerían las instituciones políticas existentes como el motor de un cambio constitucional, pero también genera dudas por la legitimidad de cambiar una constitución sin tener la aprobación de la gente, como sería en un referendo.

¿Es probable un referendo?

Canadá intentó dos veces cambiar su constitución en los '90, y en ambas ocasiones el clamor popular hacia un cambio de este tipo no fue favorable y por lo tanto no ocurrió. Existe una visión, que me gusta compartir, que es que si se quiere que una constitución sea legítima públicamente, es importante que en alguna etapa la gente tenga voz. También depende de la naturaleza de los cambios. Si ésta es más técnica, entonces tal vez esos cambios no necesitan respaldo popular, pero si los cambios son fundamentales y, por ejemplo, se cambia la forma en que un país se gobierna, entonces hay mérito para buscar respaldo público.

¿Cuál debiera ser la participación del parlamento en este proceso?

Si el parlamento existe bajo la antigua constitución y tiene el trabajo de crear una nueva constitución, que pueda cambiar la definición del parlamento, hay un problema del huevo y la gallina. Las constituciones se forman a veces por una asamblea constituyente, que crea la constitución y por definición un parlamento o congreso no es una asamblea constituyente, sino una asamblea constituida, creada por la constitución. Un problema de incluir al parlamento es que estará el interés de los partidos representados en ese parlamento, lo que podría influir en que las negociaciones a favor de los partidos, por lo que hay mérito de dale responsabilidad a otro organismo, pero hay que decidir quién estará allí. Si son las universidades o los partidos. La idea romántica es consultar con la gente, pero no es una unidad. También es importante saber qué consultarán, si es un texto final o ideas generales. Es un proceso difícil y lo importante es identificar las necesidades. La constitución de EEUU, por ejemplo, se adoptó entre 1787-1789 y antes existían los artículos de la confederación y tenían una fórmula de enmiendas que intentaron seguir, pero al darse cuenta de que no funcionaría simplemente la cambiaron sin respetar el procedimiento y funcionó.

¿Cómo?

La gente tiene que reconocer a la nueva constitución como la válida. Entonces, sería posible crear un cuerpo ilegal y una asamblea constitucional, pero con el apoyo de los actores políticos y la gente.

¿Es mejor reformar o cambiar totalmente desde cero?

Hay ventajas para ambos casos. Con las reformas, cualquier cambio es incremental y se evalúa el impacto antes de seguir al próximo paso. Entiendo que Chile tuvo una reforma electoral y pueden ver los problemas y es más fácil llegar a consensos. Pero un problema es que la historia de su constitución actual está inmersa en la era Pinochet, entonces podrían querer buscar una totalmente nueva para romper con el pasado, lo que una constitución por reformas no logrará y otro problema es que se necesita mucha inversión y energía política. Así, puede ser mejor cambiar todo desde cero, pero pueden no obtener todos los consensos para llevarla a cabo y puede ser complicado explicarle a la gente a través de un referendo.

¿Es legítimo cambiar una constitución porque fue hecha en dictadura?

Es legítimo, pero no es necesario. La constitución japonesa fue impuesta por los estadounidenses y las fuerzas aliadas tras la II Guerra Mundial y siguieron con ella. En Alemania, la constitución fue originada por la parte occidental y tras la reunificación la mantuvieron. En Israel también iba a ser temporal, pero nunca la revisaron. Hay un argumento que dice que si funciona, no hay por qué cambiarla. Sudáfrica incluso ha tenido el cuidado de no querer borrar el pasado y presentan su constitución no como un cambio con el pasado, sino como un puente, argumentando que es importante recordar los errores del pasado para no repetirlos.