Diario El Día - La Serena

Alejandro San Francisco 158x158

La historia muestra, para el caso de Chile, muchas manifestaciones de amor al país y sentimiento de pertenencia a la comunidad nacional. Ya en el siglo XVIII había existido lo que Néstor Meza denominó "el orto del patriotismo", que se consolidó en el siglo siguiente, desde la Independencia en adelante.

Como ha explicado Mario Góngora, el Estado resultó crucial en la formación de la nacionalidad, principalmente a través de la guerra, que debieron enfrentar las distintas generaciones del siglo XIX chileno.

Así la Guerra contra la Confederación Perú-Boliviana consolidó el patriotismo popular, no sólo por la victoria sino también por la importancia de la música como factor de difusión, a través del famoso Himno de Yungay, convertido en una especie de segunda canción nacional. La victoria en la Guerra del Pacífico consolidó este sentimiento patriótico.

Es evidente que la guerra no fue el único medio al respecto: también colaboraron los símbolos nacionales, como la bandera, el himno y el escudo; las fiestas patrias fueron una gran forma de hacer participar al pueblo del sentido de Independencia y desarrollo del país; incluso la continuidad institucional permitió a Chile desarrollar una autoimagen de éxito y superioridad que se mantendría en el tiempo.

En pleno siglo XXI el tema se presenta de manera distinta. Las manifestaciones más visibles de patriotismo emergen en los grandes triunfos deportivos, como se pudo apreciar cuando la selección de fútbol fue campeón de la Copa América; también frente a los desastres, como en el terremoto del 2010 o el accidente de los 33 mineros.

Todo eso está bien, pero es necesario darle una mayor densidad y valor al patriotismo chileno, incorporando aspectos a veces relegados a un segundo plano.

Temas como el desarrollo integral del país y no sólo de la capital, la importancia de la integración social que supere cierta cultura de guetos, tener objetivos ambiciosos en términos de superar la pobreza y la marginalidad, avanzar decididos hacia una educación de primer mundo, cuidar el territorio y sobre todo la gente que lo habita.

Es la forma de amar generosamente a Chile, como corresponde recordar cada 18 de septiembre, para proyectar un futuro de oportunidades verdaderas para todos.