La Tercera

Sebastián López 158x158

Cuesta concentrarse cuando hay mucho ruido. Es lo que le pasa a la mayoría de los chilenos que estos días quieren entender qué está ocurriendo en La Haya. Ante la falta de un sustento sólido que apoye su aspiración marítima, Bolivia ha optado por mezclar toda clase de argumentos, produciendo una cacofonía ensordecedora.

Por un lado está lo mediático, con la perenne victimización de nuestros vecinos, hoy teñida de indigenismo. A su eterno lamento le suman todo tipo de acusaciones y descalificaciones destinadas a llamar la atención hacia su problema. ¿Y cuál es este? Que unos pocos años después de celebrar el Tratado de 1904, y perder definitivamente la salida soberana al mar, se arrepintieron. Por otro lado está lo jurídico, donde el llamado Pacto de Bogotá excluye los asuntos previamente acordados por las partes. Esto impediría a Bolivia solicitar la revisión del tratado de 1904. ¿Cómo solucionar el problema, entonces? Preconstituyendo pruebas.

Es por eso que la demanda boliviana ante la Corte Internacional de Justicia puede ser calificada de instrumental. Alegando que Chile ha incumplido una supuesta obligación de negociar de buena fe una salida soberana al mar, fundada en actos unilaterales e incluso acuerdos con Bolivia, nuestros vecinos buscan un pronunciamiento de la Corte que obligue a Chile a negociar, pero no de cualquier manera: de buena fe. O sea, para obtener un resultado. Con este pronunciamiento, Bolivia reactivaría su aspiración marítima, cuya solución en definitiva no pasa por Chile, sino por Perú -lo que complica aún más las cosas.

El punto que ahora nos interesa es que para que Bolivia obtenga una salida soberana al mar, se requeriría un nuevo tratado que venga a reemplazar el de 1904. Siendo este el objetivo último de Bolivia, la defensa chilena interpuso una excepción de incompetencia al tribunal. algo que se hace normalmente en juicios internacionales. En estos días en que el ruido amenaza confundirlo todo, conviene tener presente esto.