La Tercera

SE HACE difícil encontrar un fundamento que explique la creación de un nuevo límite marítimo por la Corte Internacional de Justicia, después de haber reconocido, como Chile planteaba, que existía una frontera marítima, constituida por el paralelo, y que se iniciaba en el Hito 1. El efecto para Chile no es menor. Nuestro país pierde más de 20.000 kilómetros cuadrados de su Zona Económica Exclusiva, lo que el Presidente Piñera describió como "lamentable pérdida" y la Presidenta electa, Michelle Bachelet, tipificó como "pérdida dolorosa".

En el Perú, el Presidente Humala se mostró "complacido" pues, a su juicio, la corte habría establecido un límite "que reconoce un espacio que, en forma preliminar, se puede calcular en alrededor de 50.000 kilómetros cuadrados de derechos soberanos del Perú, es decir, un 70% de la demanda peruana".

Hemos sido testigos de un largo diferendo, cuyo desenlace ambos países reconocen. Las partes manifestaron previamente que el fallo debía ser cumplido, voluntad que han ratificado conocido el fallo. Se abre así un importante espacio orientado a lograr acuerdos para su implementación. En esta nueva fase, el principal objetivo debería ser concordar el detalle que lleve a asegurar a ambas partes coincidencia plena de que no surgirán nuevas reclamaciones, de ninguna especie.

Resulta necesario, entre otros aspectos, que el Perú asuma que el Hito 1 es el punto de la frontera con Chile en lo marítimo, como lo estableció la corte, pero también en lo terrestre. Al mismo tenor, se requiere una definición clara del reconocimiento por el Perú de que no aplicará su unilateral concepto de dominio marítimo y de que la zona que se le otorga debería regirse por la normativa propia de las Zonas Económicas Exclusivas. Serán importantes e implicarán trabajo la elaboración de cartografía y una revisión de los tratados, acuerdos y normas que podrían requerir adecuaciones para el cumplimiento cabal del fallo. Es fundamental para ambos países asegurar que cada una de las posibles causas de conflictos latentes sea debidamente resuelta en acuerdos vinculantes, que brinden seguridad y confianza a ambas partes.

Sin embargo, pienso que el fallo y la implementación del mismo se inscriben en una visión que va más allá de esos procesos. Me refiero al desafío que tenemos ambos países de transitar desde la existencia de unidad geográfica del Sur del Perú y del Norte de Chile hacia la concreción de una convergencia geopolítica que considere variables territoriales, políticas, culturales, económicas, financieras, de seguridad y otras.

En efecto, Chile y el Perú mantienen una óptima relación, especialmente en términos de intercambio comercial. Sin embargo, una verdadera integración es más amplia que esos contenidos y logros. La complementariedad entre ambos países llama a ser ambiciosos en la definición de un nuevo tipo de vínculo, más rico y diversificado que el existente. Es factible por primera vez transitar desde la hostilidad y desconfianza ancladas en el pasado hacia una relación plena orientada al común objetivo del desarrollo de nuestros pueblos.

Allí deberían inscribirse la agenda de futuro y un posible tratado que dibuje la nueva relación. Abordarla hoy resulta posible al haber ganado Chile la certeza de que sus límites ya no serán cuestionados y de que en el horizonte se despejan las reivindicaciones pendientes. A su vez, el Perú, a no dudar, ha visto satisfecho su orgullo nacional con la incorporación de importante espacios marítimos a su territorio.