La Tercera

patricio zapata96x96

Pocas cosas son más importantes que la conversación entre las distintas generaciones. No se trata, sin embargo, de una cosa sencilla. Muchas son las realidades y los prejuicios que la vuelven problemática. El mesianismo, la ignorancia y la ilusión del eterno progreso, por el lado de los jóvenes. El cansancio, el aburguesamiento y esa insoportable actitud de quien cree haberlo visto todo y "venir de vuelta", por el lado de los más viejos.

Para ser provechosa, esta conversación supone una cierta cuota de conflicto. No sirven, por tanto, los jóvenes avejentados, demasiado apurados por insertarse. Tampoco aportan los viejos alolados que, con tal de estar a la moda, andan aplaudiendo hasta la última lesera de las nuevas generaciones.

Sobre este tema quiero recordar unas palabras de Eduardo Frei Montalva, dirigidas a la juventud de la Universidad Católica de Santiago en marzo de 1970.

Frei comienza por entender la mirada crítica de la juventud. Reconociendo las injusticias, el egoísmo, la violencia y la desigualdad, plantea: "Esto es lo que hiere el alma de las generaciones que hoy están despertando a la conciencia de su desafío personal e histórico. Nadie puede negar o disimular esta realidad. Por eso, esta juventud merece más comprensión que crítica, y el respeto que se debe a quienes tendrán que enfrentar una batalla tan dura en medio de un mundo tan convulsionado".

Luego de referirse a los sueños, las luchas y los logros de su propia generación, Frei Montalva señala: "Lo más importante fue que tuviéramos la voluntad de entrega y realización como hombres, padres y fundadores de hogares vivos. Quizás por eso tenemos hijos con quienes hablar; generaciones que sigan, no el ejemplo de nuestros hechos -lo que sería pretencioso-, sino el de nuestro amor y de nuestras angustias y voluntad de decisión. No de lo que hicimos, sino lo más esencial y valioso, de las razones que teníamos para hacerlo. Esta no es una defensa, pero sí es una advertencia no exenta de ternura y tristeza ni, sobre todo, de una alegre y poderosa esperanza. Ustedes vivirán y sus vidas merecerán vivirse; ustedes las harán dignas de ser vividas. No sólo en su vida universitaria, sino también en la del hogar, en la de la profesión, de la lucha general por la justicia y la del servicio eficiente a la comunidad. Esta es, en un sentido profundo, la única experiencia que puede transmitirse de generación en generación. Una experiencia de comprensión recíproca y de compasión. Y perdónenme que me detenga en esto. Compasión, según entiendo, es compartir la pasión, no sólo el dolor, sino también el sentido profundo de la vida. Los padres pueden compadecerse con sus hijos, porque tienen antecedentes de juicio más o menos válidos para comprender y compartir, desde el fondo de su corazón, el sufrimiento y también las posibilidades de alegría y amor que vivirían. Los hijos pueden también comprender y compartir, al menos, lo más esencial y evidente del contenido del dolor, de alegría y de esperanza en la vida de sus padres".