El Mercurio

Señor Director:

El padre Percival Cowley SS.CC. está por la despenalización del aborto, y para justificarla pone el caso de una señora modesta, de población, con un marido consuetudinariamente ebrio, con ocho hijos, y que queda embarazada de un noveno. Se pregunta qué va a hacer con uno más y comete aborto. La señora es católica practicante, pero no conoce la disciplina eclesiástica, y entra en lo que la moral llama conciencia perpleja: la situación de quien se ve en una disyuntiva de actuar o no actuar, y le parece ser pecado tanto lo uno como lo otro, en cuyo caso hay libertad. Al domingo siguiente la señora se acerca a comulgar, y está en su derecho, dice el padre Cowley, pero a la salida de misa la toman presa. No se trata de promover el aborto -concluye el padre Cowley-, sino de evitar que la legislación civil se olvide de los otros ocho hijos.

El ejemplo del padre Caowley, dicho sea con el debido respeto, está pésimamente mal puesto:

1. Es muy difícil que se produzca conciencia perpleja en un caso así, porque el respeto de la vida es un precepto primario de la ley natural, y las señoras de población también tienen conciencia: frecuentemente, mucha más que la gente que ha estudiado.

2. Además, el que tiene perplejidad sabe que debe consultar a alguien competente.

3. Aun concediendo que la señora pudiera incurrir en esa perplejidad, y comulgara con todo derecho, como quiere el padre Cowley, por estar de buena fe, ello no autorizaría a despenalizar el aborto, porque el Estado tiene el grave deber de penar los atentados contra la vida, y el aborto lo es, desde que la persona humana comienza con la concepción, pues en ese momento el embrión cuenta con la información genética necesaria para desarrollarse a partir de sí mismo, sin necesidad de nueva información.

4. La penalización del aborto no implica que la ley civil se olvide de los otros hijos que pueda tener la madre respectiva: solo significa que entiende que el fin no justifica los medios.

5. Además, todos en este mundo pasamos con frecuencia por situaciones en que no sabemos si tendremos lo necesario para el sustento de nuestros hogares o la preservación de nuestra vida, pero hemos de confiar en la Divina Providencia, que nunca nos defrauda: ya lo dice el evangelio, no os angustiéis por el mañana, qué comeréis o con qué os vestiréis.

6. Por último, no está de más recordarle al padre Cowley este texto del evangelio: "Se levantarán muchos falsos profetas, y por el exceso de la maldad se enfriará la caridad de muchos... Cuando viereis la abominación de la desolación predicha por el profeta Daniel en el lugar Santo (el que leyere entienda)..." (san Mateo 24, 11-12 y 15); y hay que recordar también el texto del Catecismo, en que se lee: "675. Antes del advenimiento de Cristo, la Iglesia deberá pasar por una prueba final que sacudirá la fe de numerosos creyentes. La persecución que acompaña a su peregrinación sobre la tierra desvelará el 'Misterio de Iniquidad' bajo la forma de una impostura religiosa que proporcionará a los hombres una solución aparente a sus problemas mediante el precio de la apostasía de la verdad".