El Mercurio

Ha fallecido -a los 102 años- el hombre que cambió el mundo jurídico para siempre: Ronald Coase, creador del famoso "Teorema de Coase", que lo hizo acreedor del Premio Nobel de Economía, el único otorgado hasta ahora a un profesor de una facultad de Derecho.

Su aporte fue verdaderamente copernicano: dio un puntapié inicial a la escuela del Análisis Económico del Derecho (AED o L&E por su nombre en inglés Law&Economics ). En efecto, el Derecho -antes y después de este enfoque- es similar al momento en que cambiamos la alquimia por la química, en que Coase nos vino a facilitar la vida -a abogados, economistas e ingenieros- de una manera que nunca imaginamos.

De personalidad afable y alegre, en sus trabajos principales ("La naturaleza de la empresa" y luego "El problema del costo social") su objetivo original era corregir un concepto erróneo en la forma que solemos enfocar cuestiones de política pública, al considerar al Estado como una fuerza correctiva de las fallas de mercados. Coase argumentó que entre dos partes que se relacionan, en la medida que los costos de transacción entre ellos sean bajos o inexistentes, y que los derechos de propiedad de ambos estén bien definidos, siempre se producirá una reasignación de estos derechos hacia aquellos que los valoran más, hacia el uso más eficiente de estos bienes, sin importar la asignación inicial de estos.

Este planteamiento -tan simple como genial- abrió un universo para "meterle número" al mundo del Derecho: medir el impacto de contratos, leyes y fallos, y los incentivos que crean; permite a jueces determinar cuánto es la indemnización precisa; posibilita a un legislador decidir qué es más eficiente para reducir los delitos; qué régimen de contrato para trabajadores incentiva la creación de más y mejores empleos; qué incentivos crea un determinado sistema electoral; o si la ley sirve o no para proteger inmuebles de valor arquitectónico. Nunca más racionamientos circulares del tipo "es de orden público", "es de interés general", y tantos otros conceptos jurídicos que se repiten sin saber su contenido real ni mucho menos sus efectos.

Sumidos en una época donde nos arrincona la frondosidad legislativa, se nos olvida que el Derecho es un orden de repartos e intercambios. En un mundo donde los bienes son escasos y las necesidades múltiples, la justicia es -para estos efectos- sinónimo de eficiencia. No debemos asustarnos con cuestionar, reflexionar y, sobre todo, medir. La herramienta costo/beneficio puede ayudarnos a volver al sentido común que alguna vez tuvieron las leyes, para dar a cada uno lo suyo. En eso, los abogados aún tenemos demasiado que aprender de este profesor de Chicago y su teorema, pero también de su humildad y sencillez, bien escaso entre los intelectuales de hoy.