La Segunda

Alarmantes resultan los últimos indicadores arrojados en la Prueba Inicia 2012, que evidencian las carencias de los profesores de educación escolar y preescolar. En esta oportunidad, sólo me referiré a las cifras de la Educación Media.

Sólo un 14% de los egresados el 2011 se sometió a esta prueba, y el máximo sobresaliente en conocimientos —pedagógicos o disciplinarios— fue de un 11%.

¿A qué se deben estos resultados? Las razones son múltiples, y sin duda no cabrían en esta columna. Sin embargo, me atrevería a señalar como principal causa la estatización —y consecuente estandarización— de la formación de profesores en Chile; una función esencialmente privada, ha caído en la próspera parcela estatal.

Descontando excepciones, que se explican debido al individualismo de los involucrados, la mayoría de los puntajes para dichas carreras son bastante bajos. En algunas universidades, el puntaje de corte es cercano al mínimo obtenible en la PSU. ¿Por qué? Diversos motivos: bajos ingresos, escasa proyección profesional, precarias condiciones laborales, casi nulo reconocimiento social, etcétera.

¿Cómo solucionamos esto? Una ley no puede otorgar prestigio, así que descartemos ese instrumento. Ante la abundancia de profesionales —por las nulas barreras de ingreso—, el mercado deja afuera a los menos aptos, lo que explica la inestabilidad laboral. La misma sobreoferta explica los bajos sueldos.

Si a todo lo anterior sumamos a un sindicato de profesores y expertos públicos que se niegan a cualquier reforma liberal, para así asegurar el cupo a muchos profesionales inventariados en el sistema público, sin someterse a pruebas como Inicia o exámenes habilitantes, el panorama es desalentador.

¿Cuál es la única solución posible —o fácil— que se propone para eliminar la brecha? La estandarización. Esto en Chile no significa nivelar hacia arriba, sino hacia abajo. ¿Cómo? Fiscalizando y acreditando en base a parámetros que nada tienen que ver con la maestría, sino con la gestión y el currículum. Aprender habilidades y destrezas, no conocimientos. Saber ser, saber hacer, pero no saber en estricto sentido.

Sigamos fomentando la competencia en la educación. Sólo así podremos generar un ambiente riguroso y de calidad, que motive a los mejores a dedicarse a una de las tareas más nobles y relevantes: la educación de nuestros niños.