La Tercera Online
Señor Director:
Winston H. Elphick (carta del lunes 22) me atribuye, entre comillas, una frase que no he escrito. No he dicho que "no reconozco nada" de lo que la profesora Claudia Leal dice, pues incluso en la misma carta manifiesto mi acuerdo con ella en un asunto (que la encíclica es punto de partida para la teología). Sostuve y reafirmo que, en su interpretación de Lumen fidei no reconozco casi nada de lo que Lumen fidei afirma sobre la fe.
Al contrario, toda la finalidad de la encíclica, que es reforzar la idea de la fe como luz y sustento de la vida, se opone precisamente a esas teologías que en los últimos decenios han demolido la fe del pueblo cristiano (no le atribuyo esto a la señora Leal), negando desde la resurrección de Cristo como "hecho histórico" hasta su presencia en la Eucaristía (sacramental pero con su "realidad física"), pasando por la finalidad sobrenatural de la Iglesia y rematando con la derogación de casi todos los 10 mandamientos.
Los teólogos pueden decir lo que les dé la gana, pero me gustaría convidar a los lectores a leer directamente la encíclica y verificar si en ella se atribuye o no algún tipo de incertidumbre a la fe. He dicho, contra lo que Winston entendió, que la seguridad de la fe es compatible con mil dificultades en la vida de la Iglesia y de los cristianos. La mejor prueba de que entre los miembros de la Iglesia (pero no en la fe verdadera) caben las crisis de identidad es que muchos teólogos están inmunizados contra el Magisterio de la Iglesia: siempre pueden hacerle decir lo que ellos ya piensan a partir de fuentes diversas de las de la revelación.
Yo no soy teólogo, simplemente constato que, hoy como ayer, de poco sirve que el Papa diga algo si está sujeto a una reinterpretación antojadiza por parte de quienes deberían comprenderlo mejor.
En fin, juzgue el lector por sí mismo: la encíclica es corta y clara.
Cristóbal Orrego Sánchez
Profesor de Derecho UC