La Tercera
Las elecciones cumplen varios propósitos valiosos. Le sirven a la sociedad, en primerísimo lugar, para discernir de manera pacífica cuál va a ser la dirección que tomará la conducción de los asuntos públicos. En el caso de las distintas personas que conformamos esa comunidad, las votaciones cumplen una segunda e importante finalidad: nos sacan del tráfago de nuestros problemas individuales y nos fuerzan a pensar, discutir y decidir sobre cuál es nuestra relación con la nación de la que somos parte. Nos ayudan, en síntesis, a precisar cuál es nuestro lugar en el concierto de la comunidad pluralista en que nos toca vivir.
Las elecciones primarias del próximo domingo servirán, en efecto, para determinar varios lugares. Aun cuando hay pocas dudas, la votación determinará finalmente quién ocupa el lugar de liderazgo principal dentro de la Nueva Mayoría. En definición bastante más impredecible, sabremos también quién alcanza el primer lugar en las preferencias de la alianza gobiernista. Se dilucidará también, obviamente, la disputa por el segundo lugar en la centroizquierda.
En esta columna, sin embargo, más que especular sobre resultados, me interesa explicar mi personal posición.
Mi lugar, en primer término, está con la Nueva Mayoría. Es en ese pacto donde se concentran las voluntades para la realización de los cambios políticos y sociales que Chile demanda. Valoro, además, que los cuatro precandidatos de ese mundo no hayan escondido sus legítimas diferencias, sino que hayan optado por discutirlas en forma abierta. Lejos de augurar divisionismos paralizantes, esta disposición dialogante es la base de una unidad verdadera.
Mi lugar, luego, y más concretamente, es con una candidatura que ha planteado con mucha fuerza y coherencia una visión comunitaria desde la cual abordar los problemas de Chile.
Mi lugar está, además, con una postulación que no se avergüenza ni reniega de todos los grandes avances que se han producido en Chile desde el retorno de la democracia.
Mi lugar está, por de pronto, con aquellos que, reivindicando el legado de Eduardo Frei, Bernardo Leighton, Manuel Bustos y Patricio Aylwin, entienden que no hay contradicción entre la valentía y la moderación.
Mi lugar será, en fin, con una candidatura de futuro, encabezada con un hombre joven que asegura renovación en el fondo y en la forma.
Mi lugar, entonces, está con la candidatura de Claudio Orrego. Confío, por supuesto, que obtendrá una buena votación este domingo. Más allá de ello, sin embargo, ya me felicito por anticipado por el hecho de que esta postulación ha sido una oportunidad fantástica para movilizar a decenas de miles de mujeres y hombres jóvenes en torno a los ideales del socialcristianismo.
Y así, mientras muchos esperan los resultados del domingo bajo la lógica única del "Voy a ganar" de Miguel Bosé ("Ser tercero es perder. Ser segundo no es igual que llegar en un primer lugar"), yo prefiero acordarme de lo que una vez me dijo un arriero: hay veces en que lo importante no es llegar primero, sino saber llegar.