La Tercera
Pasado mañana llega a nuestros cines Hombre de Acero, una nueva versión cinematográfica de Superman. Siendo, como lo soy, un admirador del bueno de Clark Kent (un constitucionalista no puede sino valorar a un tipo que teniendo poder absoluto, está siempre tratando de limitarse), no tengo problemas en confesar que haré el esfuerzo de ver esta película el mismo día de su estreno.
Afortunadamente, no todos mis héroes viven en el celuloide (o habrá que decir ahora, en el registro digital). Existe también un pequeño grupo de hombres y mujeres -de este planeta- que me produce infinita admiración. Son aquellos pocos individuos que me motivan lo suficiente como para salir a la calle, eventualmente, con una polera estampada con su nombre. Por su defensa de los derechos humanos, esa lista corta incluye a Aung San Suu Kyi, a Yoani Sánchez, al Cardenal Raúl Silva Henríquez, Rosa Parks y al hombre anónimo que se paró frente a los tanques en Tiananmen; de los políticos, a Patricio Aylwin; de los pensadores, a Hannah Arendt; del cine, Harrison Ford; de la música, Eddie van Halen, del fútbol, el "Coto" Sierra, y por su capacidad de integrar coraje y perdón, Nelson Mandela.
Es a Mandela, precisamente, a quien quiero dedicar esta columna. Lo hago porque la prensa informa que a sus 94 años se encuentra en una condición de salud muy delicada. Más allá de cómo evolucione en los próximos días, quiero rendirle un pequeño homenaje.
Muy brevemente me animo a dar tres razones para afirmar que Mandela es un verdadero "hombre de acero".
1. Porque resistió durante 28 años en prisión, sin rendirse ni renegar. Durante 20 de esos años estuvo en una celda de dos metros por dos metros y medio, en Robben Island. Cuando en 1991 le ofrecieron salir libre, a cambio de una vergonzante retractación, declinó con altivez.
2. Porque una vez liberado encabezó como primer presidente democrático un proceso de reconciliación en su patria, estando dispuesto a llegar a acuerdos con quienes lo habían encerrado.
3. Porque siendo posible su reelección en 1999 y teniendo todo el apoyo para ello, se retiró tranquilamente del poder, marcando un contraste con los Castro y los Pinochet, siempre dispuestos a eternizarse en los cargos de gobierno.
Fue hace 15 años, más o menos, que vi una foto que sintetizaba admirablemente el principal legado de Mandela. La imagen lo mostraba recién elegido Presidente y de espaldas, saludando a un grupo de niños en un colegio en Sudáfrica. Uno solo de los escolares era negro. Todos los demás eran de tez muy clara, la mayoría rubios. Uno podía apreciar claramente las miradas. Las expresiones de los blancos eran una mezcla de sorpresa, curiosidad y duda. La cara del niño de color, resaltando nítidamente de entre los rostros de sus compañeros, era pura sonrisa; una sonrisa de orgullo y dignidad, la que producen los verdaderos héroes.