La Tercera
El título recuerda un juego infantil tradicional. Uno de los niños participantes cuenta hasta tres. Mientras tanto, el resto corre y salta. Sin aviso previo, el niño que lleva el conteo grita: "¡Momia es! En ese mismo instante los demás tienen que congelar su movimiento. Pierde el que no logra permanecer como estatua. El ejercicio se repite hasta que queda un ganador: el que tiene más habilidad para adoptar y mantener la pose de una momia.
Las reglas institucionales de nuestra política presentan alguna similitud con el juego descrito. Parecieran premiar, en efecto, a aquellos que logran mantenerse perfectamente inmóviles (coaliciones que sólo aspiran a no ser dobladas, incumbentes que luchan por ser "blindados", partidos que defienden cupos históricos, etc.).
La causa central de este efecto momificador es el binominal. La frustración de las primarias confirma que el tema no se arregla con meros paliativos voluntarios; es indispensable el cambio del sistema electoral. Propongo tres pasos para una reforma posible.
Uno. De aquí al 20 de junio aprobar una reforma legal que sustituya en el inciso primero del art. 4° de la Ley 18.700, y a propósito del número máximo de candidatos que puede presentar cada lista, la palabra "dos" por la palabra "cuatro". Ese simple cambio permitiría que en las elecciones de noviembre todos los ciudadanos pudieran contar con un menú más variado. Ya no sería la directiva de la UDI la que decida entre Moreira y Von Baer ni la directiva socialista la que resuelva entre Escalona y Quinteros. Desaparecerían los argumentos, o pretextos, que dificultan la incorporación en las plantillas de los Giorgio Jackson y los Felipe Kast. Todos podrían presentarse y competir entre ellos.
Dos. Dado que ya estamos muy encima para reordenar los distritos para esta elección, habría que contemplar 25 diputados adicionales que se elegirían, proporcionalmente, de entre todas aquellas fuerzas políticas que obtengan más del 4% de los votos. Estos parlamentarios saldrían de entre aquellos candidatos que habiendo logrado altas votaciones personales fueron marginados por la lógica excluyente del binominal. Con esta reforma, se aseguraría representación, con o sin pacto a fuerzas como el PRO o Revolución Democrática (en la medida, claro está, que saquen más del 4%). El mayor costo de los nuevos diputados, necesarios para mejorar la representatividad del Congreso, se podría financiar en base a un recorte equivalente en el presupuesto de asignaciones.
Tres. Aprobar, desde ya, un sistema electoral proporcional moderado para que entre a regir para las elecciones parlamentarias de noviembre de 2017. Dado que se establece un plazo largo para el cambio, los actuales incumbentes podrían votarlo favorablemente sin tanta ansiedad.
La propuesta es integral. El puro paso uno no es suficiente. El dos tampoco. No podemos, sin embargo, esperar al paso tres sin hacer nada en lo inmediato. En fin, lo que Chile necesita, y urgentemente, es cambiar las reglas del juego: un, dos, tres: ¡Momia no es!