El Mercurio
Señor Director:
He visto la zancadilla de Fernando Paulsen a Pablo Longueira en Tolerancia Cero. La reacción de Longueira, ante una trampa desconcertante, fue precisamente de desconcierto y poco más: era su memoria contra la palabra y el documento del periodista.
Yo también dudé de si yo mismo estaba inscrito en los registros o si el sistema de ese plebiscito había sido otro, atendido el tiempo de transición y sus reglas; pero recordaba perfectamente haber votado (y haber perdido, como siempre).
Desde el punto de vista periodístico, me parece que lo de Paulsen fue simplemente una chapuza de mala clase: un intento de reconstruir la realidad basándose en un solo documento, sin sospechar que podría haber un error.
Entre creerle al funcionario del Servel y creerle a su entrevistado, su voluntad de impactar le llevó a acusar a Longueira de faltar a la verdad. Faltar a la verdad puede costarle la carrera a un candidato. A un periodista, en cambio, le sale gratis: siempre puede culpar a sus fuentes. Sin embargo, Paulsen realizó una elección moralmente responsable: creerle a uno y no al otro. Y habría que investigar su diligencia o negligencia de acuerdo con la "lex artis" del periodismo.¿O basta con tirar la piedra y pedir perdón?