El Mercurio
Señor Director:
Del Cónclave del 2005 existe un relato según el cual el cardenal Jorge Mario Bergoglio suplicaba entre lágrimas que no votaran por él, para que fuese elegido el cardenal Ratzinger. Ahora no ha podido evitarlo. Debe asumir la carga del pontificado romano.
Lo hace con gestos y símbolos elocuentes. Francisco es el nombre de un santo que dedicó su existencia a "reparar" la Iglesia de Cristo, que estaba en ruinas —casi como hoy—, con singular amor por la Eucaristía; es el modelo más carismático de la pobreza cristiana, del amor universal —hasta por los animales y plantas— y de la paz.
Francisco I procede del Continente de la Esperanza. Aquí nació la Teología de la Liberación, principalmente de cuño marxista y neomarxista. Quizás ahora pueda impulsarse la Teología de la Liberación pedida por Juan Pablo II y Benedicto XVI, de la mano de un Papa americano.
El cardenal Bergoglio debió sufrir todos los ataques de la propaganda progresista en su país, por defender la vida humana, el matrimonio y la familia, y, en general, los principios no transables de la ley natural. Han intentado vincularlo con las violaciones a los derechos humanos en Argentina. Pero no lo han acallado.
Finalmente, también es muy significativo que sea el primer Papa jesuita de la historia. La Compañía de Jesús ha sido, durante siglos, un instrumento poderoso de evangelización en las manos del Vicario de Cristo. Un Romano Pontífice que la conozca bien, por dentro, quizás logre potenciar este rasgo fundamental.