María Elena Santibáñez

El Mercurio

Señor Director:

Falleció el maestro del Derecho Penal, el ex ministro de la Corte Suprema, uno de los penalistas más importantes de nuestro país, el esposo, el amigo, el padre, pero por sobre todo, un ser humano excepcional.

La pena es infinita para quienes fuimos sus más cercanos discípulos, no sólo por el vacío que deja en las aulas universitarias y en la doctrina nacional, sino por lo que significa la partida de un hombre brillante, pero a la vez tremendamente sencillo, maestro de generaciones, que fue capaz de cambiar la vida de tantas personas, a través de su ejemplo y de su obra, un hombre amante de su disciplina como ninguno, y con una vocación académica que lo mantuvo haciendo clases prácticamente hasta el final de sus días.

Don Enrique, como le decíamos, dejó su huella en todos sus alumnos, aun en aquellos que no se dedicaron a esta área del derecho, porque él fue un formador por excelencia, que amaba hacer clases y compartir con sus alumnos, entregándonos a todos una pasión desconocida por el estudio del Derecho Penal.

La preocupación por los demás, sobre todo por quienes sufrían situaciones injustas, marcó su vida; cuantas historias desconocidas de innumerables personas a quienes ayudó han quedado en evidencia después de su partida. Quienes tuvieron la suerte de ser sus amigos más cercanos o de trabajar junto a él en las más diversas labores, saben que la pérdida es irreparable.

El Poder Judicial, por su parte, pudo contar con él durante varios años como ministro de la Corte Suprema, lugar donde dejó un legado reconocido hasta nuestros días, creando jurisprudencia que ha permitido dar reconocimiento a instituciones trascendentales del derecho penal, como el error de prohibición. Pero, además, sus características humanas le permitieron formar amistades profundas y muy queridas con varios de los que fueron sus compañeros de trabajo.

Su fructífera labor académica e investigativa le significó merecidos reconocimientos que trascienden nuestras fronteras, pero además le permitieron intervenir en modificaciones trascendentales en el derecho penal, como la incorporación en nuestro código punitivo del estado de necesidad exculparte.

Si bien dejó de ser ministro hace algunos años, el Poder Judicial está de duelo, la comunidad científica y académica penal también, sus alumnos lloran la muerte del maestro, y varios de nosotros sentimos que hemos perdido un padre.