Diario Financiero
En la primera semana de diciembre se iniciarán los alegatos orales de los equipos de las defensas de Chile y Perú ante la Corte Internacional de Justicia de la Haya. La opinión pública conocerá los fundamentos antagónicos de ambos países en relación al diferendo que desde el año 2009 se tramita ante ese tribunal.
Recordemos que la materia de la controversia jurídica tiene relación con la delimitación de los espacios marítimos de ambos países, a partir del punto en que la frontera terrestre entre Perú y Chile llega al mar.
Perú busca que la Corte determine el límite marítimo con Chile al no reconocer como tal el que rige hace décadas. Plantean que el mencionado límite debería establecerse en lo que entienden como los principios y las normas de la costumbre internacional y el derecho del mar que, según ellos, constituiría base de la jurisprudencia en los casos de delimitación marítima. Aspiran al trazado de una línea equidistante a partir de las costas de ambos países.
Adicionalmente, la presentación solicita también que la Corte reconozca los derechos soberanos exclusivos que Perú poseería sobre un área que corresponde a alta mar y que en Perú consideran como mar peruano.
Las peticiones de la demanda peruana no son pocas ni menores. Demás está decir que desconocen la realidad vigente que, a juicio de Chile, se encuentra plenamente avalada en tratados, acuerdos y por nuestro ejercicio de la soberanía. De allí que cabe esperar posiciones encontradas con defensas que tendrán un tono controversial.
Resulta necesario en ambos países apelar a una opinión pública y actores políticos que, tanto en Chile como en Perú, confíen en que el asunto debe resolverse por el fallo del tribunal al que las partes resolvieron acudir. En nada contribuirán declaraciones, opiniones, debates, presiones, manifestaciones u otros actos. Mantener la racionalidad y evitar escalar conflictos resulta necesario y conveniente.
Para la opinión pública chilena será difícil entender lo que escuchará. A nivel nacional no nos cabe duda de la legitimidad de nuestros límites. De allí que creo no debemos perder de vista un objetivo adicional e importante. Tenemos que contribuir a dar vida a un nuevo tipo de relación entre ambos países. Son tiempos en los cuales es vital abandonar la desconfianza con una lógica de relación donde se han sucedido antagonismos y reclamaciones. Esa tarea no es de la Corte Internacional de Justicia en La Haya, sino que de chilenos y peruanos.
Es imprescindible asegurar que una vez terminado este diferendo se cierre el capítulo de nuevas demandas y asuntos pendientes que por más de 100 años han impedido un vínculo pleno. En tal sentido, me parece importante un compromiso mutuo de cerrar la agenda de las reivindicaciones.
Creo que es posible empezar a construir la etapa post La Haya. Es una tarea que debe asumirse desde ya, en la cual hay muchos espacios para iniciativas en las que todos pueden aportar para solidificar una relación plena, como la que plantean -por ejemplo- los objetivos de la Alianza del Pacífico.
Desde esa perspectiva, ambos países son socios mutuamente atractivos. Perú se acerca a los 30 millones de habitantes con una tasa de crecimiento de 1,02%. Un reciente estudio prospectivo lo sitúa a 2050 entre la elite de países que califican como de crecimiento rápido. A su vez es conocida la importante inversión chilena en Perú, que superan los US$ 11 mil millones, y las peruanas en Chile de US$ 7 mil millones. Pero, más allá de los negocios y las cifras, complementariedades en cultura, educación, turismo, historia y tantas otras áreas, nos instan a que seamos pueblos llamados a construir una relación armónica y de signos positivos Aprovechemos el fallo que cerrará el diferendo para lograr un objetivo mucho más ambicioso. Concretemos la construcción de una nueva relación del siglo XXI que abandone su anclaje con el pasado.