El Mercurio
Las noticias han dado cuenta de la evolución de la Primavera Árabe que más parece un incendiario verano o un tormentoso invierno. Tuve la oportunidad de conocer a algunos de los líderes de estos eventos al participar en seminarios en Egipto y Túnez. En tales encuentros, donde asistieron actores de transiciones como la de Sudáfrica, compartimos experiencias dado que tanto el caso chileno, y la participación de las FF.AA. y el Ejército en él, así como el de otros países son estudiados con interés por los resultados alcanzados.
Resulta utópico pensar que se puedan aplicar fórmulas probadas en otros contextos sin una profunda adaptación a la realidad local. Los procesos que se viven en la convulsionada zona tienen componentes muy distintos a los vividos por los chilenos. Es más, desde mi experiencia, creo que cada país tocado por la Primavera Árabe presenta sus propias particularidades y para distinguirlas creo que sirve haber sido testigo o actor de procesos de transición. Desde esa perspectiva, estimo que hay ciertas singularidades que marcarán las transiciones en esos países.
El factor común ha sido la búsqueda de cambios en el régimen político por parte de movimientos sociales que actúan a través de protestas. En Libia, las manifestaciones transitaron a acciones militares y en Siria, han desembocado en guerra civil. Nos encontramos con transiciones post revoluciones como lo vivido en el caso de El Salvador, más que lo ocurrido en Chile o Sudáfrica. Estimo que será difícil aspirar a que en estos países surjan gobiernos como los de Mandela o Aylwin y sus respectivos sucesores. Más bien veremos que quienes accedan al poder, como ya ha sucedido en Túnez y Egipto, serán coaliciones débiles con líderes sin apoyo ni historia política que tendrán que establecer amplios acuerdos para lograr mayorías. La arquitectura de un nuevo sistema de gobierno y los equilibrios de las fuerzas políticas tardarán en construirse.
Por otra parte, en el caso de Libia, y si es derrocado Assad en Siria, un gobierno post guerra civil siempre resultará traumático. En esos países, la división religiosa y tribal como asimismo el revanchismo le agregará complejidad al proceso de cambio. Enfrentar el pasado buscando verdad y justicia evitando la venganza será complejo. Lo más seguro es que persistan largos vacíos acerca de las responsabilidades en la violación de DD.HH. ejercidas por décadas desde el poder derrocado.
Las demandas de quienes desafiaron a los dictadores están alejadas de ideologías o fundamentos religiosos. Sus argumentos se han basado en aspiraciones bastante occidentales como democracia, ejercicio de las libertades, acceso a los beneficios del desarrollo, protección social, respeto a los derechos humanos y un clamor por la dignidad. Nos encontramos por tanto en transiciones que exigen nuevas formas de gobierno y una readecuación institucional que dé satisfacción a demandas concretas que se harán exigibles por una sociedad que espera soluciones a problemas reales en tiempos acotados. Constituirá tarea difícil encontrarlas. La estabilidad futura de esos gobiernos dependerá en gran medida de los logros que quienes han accedido al gobierno puedan exhibir.
En todos estos países, las FF.AA. tradicionalmente han sido actores clave del ejercicio del poder político. Especialmente en Egipto, su rol ha trascendido en mucho a aquél propio de la función Defensa. Es por eso que un tema clave en la nueva arquitectura democrática exige esclarecer las competencias, atribuciones, subordinación y roles que les competen a las FF. AA. Constituirá una tarea compleja dada la gravitación que seguirán teniendo los temas estratégicos y de seguridad en la región, así como debido a la voluntad o falta de ella que exhiben los mandos para asumir los cambios en su posicionamiento dentro de la nueva estructura del poder político.
Los escenarios posibles son variados pero, las tendencias dominantes permiten vislumbrar que las transiciones tomarán tiempo. Probablemente, las más dificultosas serán las de Egipto y Libia. La primavera podría cobrar nuevas víctimas en gobiernos que no reaccionen a los signos de los tiempos. Sin embargo es posible aspirar al establecimiento de democracias imperfectas que abran nuevos espacios de libertad. A esos gobiernos les costará responder a las aspiraciones de desarrollo de la población en el corto plazo. Finalmente, el reordenamiento del tablero estratégico y geopolítico de la región generará incertidumbres y nuevos equilibrios.