Columna La Tercera
Titular esta columna con ambos nombres me parece lo más apropiado, porque contribuye a reconocer a ambos lados de la controversia, lo que se está perdiendo en la escalada de acciones y reacciones de Argentina y Gran Bretaña.
Resulta adecuado aspirar a que un diferendo de esta naturaleza sea resuelto a través de negociaciones bilaterales. Eso exige crear un clima y condiciones para que las conversaciones lleguen a fórmulas viables de entendimiento.
El tratamiento actual del tema tiende a alejarse de ese tipo de estrategia y por el contrario la conducta de los involucrados y de terceros, que se han sentido llamados a intervenir, ha tendido a enrarecer el ambiente.
Lo propio del siglo XXI es que impere el derecho internacional y que exista una renuncia al uso o a la amenaza de la fuerza. Ello fue transgredido por Argentina con la invasión hace 30 años. Hoy, las acciones de Gran Bretaña y las reacciones de nuestro vecino respecto de las islas, generan polémica.
A Chile y a otros países se les plantea el desafío de encontrar caminos para colaborar en la solución del conflicto, respetando el principio de la no injerencia en asuntos propios de otros estados.
Nuestra Cancillería ha manifestado que apoya los procesos de diálogo y ha reconocido las pretensiones de Argentina sobre las Malvinas. Chile no ha estado ausente o indiferente en relación al tema, sin embargo se está entrando a una nueva etapa.
Las aguas a nivel político, diplomático y económico por el diferendo del Atlántico sur lamentablemente estarán agitadas en los próximos meses. Es necesario contribuir a calmarlas. Se debe buscar un escenario donde la controversia se encauce de acuerdo con los principios que rigen el comportamiento de los estados. Ello, a mi juicio, implica ser prudentes y no participar en una dinámica perniciosa de declaraciones y acciones.
Nuestra posición geográfica, la tradicional buena relación con Argentina como con Gran Bretaña y la presencia de personas y empresas chilenas en el área hace del todo necesario evitar inmiscuirse donde no nos corresponde y de forma que no aporta a la solución. Nuestra postura ha sido definida y nuestra conducta debe ser coherente con esta decisión en pro de nuestros intereses nacionales. Ello se logra con absoluta independencia de las partes en el diferendo.
Pretender jugar un rol protagónico apoyando las tesis de uno u otro afectará la autonomía para defender asuntos que incidirán en nuestro país. No es adecuado para un estado soberano como el nuestro ceder a la presión y el cálculo de corto plazo que en la urgencia de la crisis serían variables para optar por una de las partes.
Para Chile es vital cautelar el complejo entramado de sus relaciones internacionales. Un país tan abierto al mundo y consciente de las interdependencias que ello genera debe actuar con claridad y coherencia. Ello implica, en situaciones como las que se viven, abstenerse de jugar roles que no competen.
Me parece que debemos mantener una postura basada en principios, equilibrada y consistente que cautele nuestra autonomía, evitando hacernos partícipe de un conflicto del cual no hemos sido, ni debemos ser parte. Ello, creo, sería el mejor aporte a su debida solución.