Hugo Ignacio Llanos fue el primer embajador chileno en residir en Irán desde la revolución islámica de 1979. En su trayectoria -que inició tras egresar de la Academia Diplomática- también ha sido coordinador político de nuestro país en el Consejo de Seguridad de la ONU y director de Política Multilateral de la Cancillería, entre otras labores.
Desde la revolución islámica de Irán, ocurrida en 1979, pasaron casi 40 años para que algún embajador chileno comenzara a residir en ese país. Y el primero que lo hizo -luego de cuatro décadas- fue un exalumno de Derecho UC.
Se trata de Hugo Ignacio Llanos, quien ejerció como embajador de Chile ante la República Islámica de Irán entre 2018 y 2020, uno de los destinos más distintos culturalmente a lo que estaba acostumbrado este abogado, quien, de todas maneras, a lo largo de su exitosa carrera ha encabezado múltiples y variadas misiones diplomáticas.
La última de ellas comenzó hace muy pocas semanas, cuando Llanos tomó un vuelo hacia Pretoria para comenzar a ejercer como el nuevo embajador de Chile en Sudáfrica.
Antes de esta nueva destinación, Llanos se había desempeñado, entre otras funciones, como embajador de Chile en Nueva Zelanda; como representante permanente alterno ante la Organización Marítima Internacional; y como coordinador político de Chile en el Consejo de Seguridad de la ONU, en Nueva York. También estuvo en las embajadas de Chile en los Países Bajos y Reino Unido, mientras que al interior de la Cancillería había sido jefe del Departamento Naciones Unidas, jefe de la Unidad Consejo de Seguridad, director de Seguridad Internacional y Humana, y director de Política Multilateral.
Licenciado en Derecho UC, se graduó como el mejor alumno de su promoción, recibiendo los Premios Tocornal y Montenegro (1984). Asimismo, es egresado de la Academia Diplomática Andrés Bello y tiene un Doctorado en Derecho Internacional Público del Instituto de Altos Estudios Internacionales y del Desarrollo de la Universidad de Ginebra.
En esta entrevista, conversamos con el embajador Llanos sobre los desafíos que ha enfrentado en su carrera y sobre cómo un estudiante de Derecho puede llegar, finalmente, a desempeñarse en funciones centrales de la política internacional de un país, un camino distinto al de un abogado tradicional.
Usted tiene una importante trayectoria como diplomático de carrera y ha liderado misiones como embajador en países muy diversos política, social y culturalmente hablando. Además, ha desempeñado otras funciones importantes, como ser el coordinador político de Chile en el Consejo de Seguridad de la ONU. ¿Cuál es la misión que ha encontrado más desafiante a lo largo de su carrera?
Desde un punto de vista de la complejidad e intensidad del trabajo, no hay duda que lo más desafiante ha sido ser el coordinador político de Chile en el Consejo de Seguridad durante la última membresía de nuestro país en este órgano, en el período 2014 y 2015. Esta era la quinta vez que Chile era miembro del Consejo de Seguridad, y para mí era la tercera vez que formaba parte de un equipo chileno acreditado ante el Consejo de Seguridad.
¿Por qué motivos fue esa labor la más desafiante que ha tenido?
El coordinador político es el funcionario diplomático que designa cada uno de los 15 países miembros del Consejo de Seguridad, que es el punto focal y el punto de entrada de todas las comunicaciones y proyectos de resolución y decisión que se propongan. Y, lo que es más importante, es el responsable del trabajo diario del equipo de 10 personas, lo que implicaba negociar, supervisar el trabajo de los órganos subsidiarios del Consejo, revisar discursos, comunicaciones a Chile, solicitar instrucciones, proponer cursos de acción, dar a conocer la posición del país, etc. Todo ello, con el fin de proponer a nuestra Cancillería posiciones consistentes con el interés nacional, frente a las distintas crisis y situaciones conocidas por el Consejo. En ese trabajo yo era responsable ante nuestro embajador ante Naciones Unidas y tenía que mantenerlo informado e involucrarlo en las decisiones más importantes. Es una experiencia que marca, y eso lo he conversado con colegas de otros países que coinciden en que hay un antes y un después de ser miembro del Consejo de Seguridad. En ese trabajo se crean vínculos muy fuertes entre los miembros del equipo que perduran hasta hoy, lo que no siempre ocurre en otras misiones. Durante la presidencia de Chile del Consejo de Seguridad, en enero de 2015, tuve el privilegio de presidir una sesión formal del Consejo.
Para esa y otras misiones, ¿qué elementos formativos le entregó la Facultad de Derecho UC que le fueran útiles para su labor?
Yo creo que el rigor que impera en la enseñanza del Derecho en la UC y el nivel de exigencia lo dejan a uno en una excelente posición para seguir la carrera diplomática. Aunque, en mi caso, durante mi primera destinación en la Misión de Chile en Ginebra en paralelo estudié y completé un Doctorado en Derecho Internacional en el Instituto de Altos Estudios Internacionales de la Universidad de Ginebra.
Para un abogado, ¿es más o menos complejo realizar una carrera como diplomático en comparación con otras profesiones?
Creo que las herramientas que entrega la carrera de Derecho lo dejan a uno muy bien posicionado para seguir la carrera diplomática. Personalmente, siempre he creído que Derecho es la carrera más afín a la carrera diplomática que existe. Naturalmente, existe también una formación de dos años en la Academia Diplomática Andrés Bello, que es necesaria y que entrega otras competencias relevantes. Pero también he visto a lo largo de mi carrera que quienes han estudiado Derecho suelen ser profesionales muy competentes, especialmente los que se han formado en la UC.
¿Qué desafíos enfrenta un abogado al desempeñarse como embajador?
Un embajador llega a un país con instrucciones y con una agenda bilateral. En ese contexto, existe un margen para enfatizar algunos aspectos, a partir de la experiencia, estilo y formación de cada uno. Es inevitables que así sea. Por ejemplo, yo he tenido una carrera con un fuerte componente multilateral, desarrollada en misiones chilenas ante organismos internacionales. Eso me lleva a seguir con especial atención los temas multilaterales, como las amenazas a la paz y seguridad internacionales, la situación de los derechos humanos o el cambio climático, sea para proponer iniciativas bilaterales, construir alianzas o conseguir apoyos para posiciones promovidas por Chile. Y, de manera análoga, debido a mi formación jurídica, sigo también muy de cerca los temas jurídicos con impacto en la política exterior. Eso me lleva a relacionarme con universidades y think tanks dedicados a las relaciones internacionales o al Derecho Internacional.
¿Qué lo llevó a iniciar una carrera diplomática? ¿Ese interés surgió en qué momento y por qué?
Recuerdo que vivía en Perú con mis padres y estaba cursando los dos últimos años de enseñanza media, cuando tomé la decisión de seguir la carrera diplomática. Mi padre, también abogado al igual que mi madre, trabajaba en un organismo internacional en Lima. Antes, siendo niño habíamos vivido en Estados Unidos, época en que mi padre participaba en un programa de postgrado en la Universidad de Stanford. Yo creo que influyó la exposición al medio internacional, especialmente en Perú. En esa época decidí ser diplomático, pero mucho antes había decidido estudiar Derecho.
¿Pensó alguna vez en desempeñarse como abogado y no como diplomático?
Es una buena pregunta. La verdad es que a mí me iba muy bien en los estudios de Derecho. De hecho, fui el mejor alumno de mi promoción y gané los Premios Tocornal y Montenegro. Mirando hacia atrás, creo que pude haber seguido otros caminos. Y si bien estoy contento con mi elección y de haber tenido una carrera diplomática que me ha dado grandes satisfacciones -como haber llegado al grado de embajador-, de vez en cuando, y sobre todo al conversar con mis dos hijas, que son licenciadas en Derecho en la UC, me pregunto cómo habría sido mi vida si me hubiera dedicado al ejercicio profesional… Y eso me deja pensativo unos minutos. Le recuerdo que la diplomacia es mi segunda vocación; primero fue Derecho.
¿Qué les diría a los estudiantes de Derecho UC que tienen interés por las relaciones internacionales y por estudiar en la Academia Diplomática? ¿Qué consejo o mensaje les entregaría?
Les diría que la carrera diplomática, más que un trabajo, es una opción de vida que requiere una vocación de servicio público. Y es una carrera que involucra a toda la familia. Sus cónyuges y sus hijos van a vivir en otros países, por períodos largos y en contextos culturales distintos, lo que presenta desafíos y oportunidades. Eso no ocurre en otras carreras. Hay que considerar que la diplomacia ha sido y seguirá siendo necesaria para promover y proteger los intereses de Chile y de sus connacionales en el exterior. Y, en este proceso, los estudiantes de Derecho de la UC están especialmente capacitados para seguir la carrera diplomática. También les diría que tienen uno de los mejores programas de Derecho Internacional que existen en Chile y que lo aprovechen al máximo, haciendo investigaciones en el área y eligiendo OPR afines, y que asistan a foros y debates sobre temas internacionales, dentro y fuera de la Universidad. El mensaje es estudiar, seguir postgrados en áreas afines, aprender idiomas e imbuirse de lo que pasa en el mundo globalizado en que vivimos. También sería positivo que se invitara a diplomáticos y diplomáticas chilenos y chilenas a dialogar con los alumnos y alumnas para que entreguen su testimonio y den a conocer la carrera diplomática. Por último, se podría invitar a la Academia Diplomática a la Feria del Trabajo que organiza la Facultad de Derecho UC.