Carlos Amunátegui P., profesor departamento de Derecho Privado UC.

Nuestros lugares de trabajo se pueblan crecientemente con agentes artificales que nos juzgan y deciden acerca de nuestro desempeño y valía. Por sólo citar un caso, durante el año 2019 se reveló como Amazon despedía a sus trabajadores valiéndose de un algoritmo que medía su productividad en su planta de Baltimore. Entre el año 2017 y 2018, más de trescientos trabajadores fueron despedidos de un total de dos mil quinientos, toda vez que un agente artificial determinaba que su productividad era menor a la esperada. Como este, existen muchos casos que emergen en relación al espacio laboral y que comienzan a ampliar su impacto social, hasta el punto que la Corte del 9º circuito de California llegó a comenzar uno de sus fallos con las palabras: Robots again, de nuevo los robots (197F.2d1284 United States Circuit of Appeals, 9th Circuit). Esta tendencia no ha hecho más que profundizarse con la presente emergecia sanitaria que termina por fusionar lugar de trabajo y hogar. Hoy en día comienzan a abrirse ojos curiosos y desapasionados en el interior de nuestros hogares que valoran con una mirada no siempre imparcial nuestra actividad.

Virgil Gheorghiu comienza su atormentada Hora Veinticinco temiendo por el destino de nuestro mundo en manos de esclavos mecánicos. Los amos toman los hábitos de los esclavos, y nosotros adquirimos el automatismo, la uniformidad y el anonimato que a ellos caracteriza. La palabra robot, proviene de la voz robota, esclavo en checo, y fue la emergencia de la máquina la que liberó al esclavo humano durante la Primera Revolución Industrial.

La automatización avanza a paso raudo en las diversas actividades laborales. De acuerdo a un conocido informe de Oxford (Frey y Osborne, 2013) entre el 30 y 40% de las actividades de los trabajos actuales están en riesgo de ser automatizadas dentro de la próxima década. Esto no significa que los trabajos desaparezcan, aunque muchos sí lo harán, sino que dentro de las funciones ejecutadas por un trabajador, una proporción importante será desarrollada por agentes artificales.

Lo más interesante respecto a la nueva ola de automatización que se encuentra desarrollando es que parece que su efecto se expresará principalmente en los trabajadores cualificados, a diferencia de las olas anteriores que acompañaron a las revoluciones industriales pasadas. En este caso, los agentes artificiales no están reemplazando exclusivamente el desarrollo de actividades manuales de baja cualificación, es más, se puede argumentar que en base a la baja destreza manual de los actuales robots, dichos trabajos se encuentran relativamente seguros. Los nuevos agentes se desempeñan principalmente como herramientas que asisten el pensar y relacionar, por lo que el espectro de trabajadores afectados debiese ser principalmente aquél conformado por especialistas y técnicos. Basta mirar distraídamente los resultados de GPT3, un algoritmo recientemente desarrollado por Open AI, para darse cuenta que la redacción pulcra y creativa o incluso la programación ya no son de dominio exclusivo de los seres humanos.

Hoy, la imagen de un Wall Street poblado de anfetamínicos corredores que hablan por varias líneas de teléfono pertenece al folclore pretérito, en la misma liga que los bailarines de danzas ancentrales en honor a dioses muertos. Las transacciones de bolsa se realizan por agentes algorítmicos, silentes y eficientes, en que milisegundos pueden hacer una diferencia sustantiva entre el éxito y la bancarrota. El flash crash (aún no aclarado) de 2010 es un buen ejemplo al respecto. El 6 de mayo de 2010, a las 14:45 hrs, la bolsa de comercio se desplomó por el espacio de veinte minutos. La pérdida fue descomunal, pero para las 15:07 el mercado se había recuperado. Aparentemente, diversos agoritmos decidieron vender al mismo tiempo y, diez años más tarde, no se sabe qué sucedió exactamente. Ha habido otros  eventos similares, pero tal vez ninguno tan especular.

¿Qué sucede cuando tu jefe es un agente artificial? Muchas cosas, entre ellas que la vigilancia se extiende a los lugares que visitas en la web, a las personas con que te relacionas e incluso a las pulsaciones que efectúas en el teclado. Que el algoritmo evalúa cada una de tus labores y con una mirada silenciosa y automatizada evalúa el cantidad de trabajo, pues la calidad es imposible de medir. Tendremos que adquirir los hábitos de los antiguos esclavos mecánicos, con la esperanza que ellos, a su vez, incorporen algunos de los nuestros, cuando la empatía pueda ser programada.