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Si el trabajo de la Convención fuera una novela policial, estos meses estivales nos traerán los capítulos en los que empezamos a entender la forma en que se resolverá el misterio. Como siempre en ese género, lo que hemos leído hasta ahora no nos permite adelantar el final. Solo hemos visto algunas huellas y sospechamos quiénes pueden ser los responsables… pero hay alguna probabilidad que al final todo se resuelva en sentido contrario.

Por ahora, hay tres grandes misterios que resolver.

El primero se empezó a zanjar esta semana. Es la pregunta por las cualidades y liderazgos de María Elisa Quinteros y Gaspar Domínguez, presidenta y vicepresidente de la Convención. Al decir de Walter Murphy, un académico norteamericano, en todo proceso constitucional hay arquitectos, constructores y los demás. Son los dos primeros los que cargan con la responsabilidad de escribir una nueva constitución. ¿Serán los recién electos arquitectos, constructores o ninguno de las anteriores?

Con todas las críticas que puede recibir Elisa Loncón, debe reconocerse que su liderazgo fue el del arquitecto: bajo su mandato no solo se dibujó un procedimiento; también ella fue pieza clave en el diseño de una Convención que, bien o mal, se muestra como un arcoíris de identidades e intereses diversos. Pero ahora que los planos ya están trazados llegó el turno de los constructores; el de los liderazgos capaces de llevar a la realidad los sueños de los arquitectos. En esa tarea tanto el presidente como el vicepresidente son fundamentales. Ellos serán quienes reúnan a los 2/3, moderen las posiciones extremas, arbitren y negocien los textos. Serán, en resumen, los dueños de la “cocina”.

¿Son los elegidos personas con cualidades políticas y personales que los habilitan para ejercer ese liderazgo? Pronto lo sabremos. Lo único que sí es seguro es que si no asumen pronto la carga que les impone el cargo, la nueva constitución será aún más difícil de alcanzar.

El segundo misterio se develará en los próximos capítulos. Y se trata de dilucidar el rol que jugará el nuevo gobierno en la Convención. ¿Cuánta musculatura política destinará el nuevo gobierno al éxito de la Convención y cuánta al éxito de sus iniciativas en sus primeros seis meses? Si bien no son caminos incompatibles, lo cierto es que el gobierno deberá priorizar. Lo más probable es que prefiera sus iniciativas y deje que la Convención, dentro de un margen razonable, alcance los acuerdos que pueda. Y es que ningún nuevo Presidente aceptaría renunciar a eso que se llama “luna de miel”, el período (cada vez más breve) en que la ciudadanía todavía le tiene paciencia al Mandatario electo y la oposición está más preocupada de arreglar viejas cuentas que de iniciar la contraofensiva. Si el nuevo gobierno opta por la Convención, renunciará a priorizar su propia agenda y perderá entonces la paz de una “luna de miel”. Al final, imagino piensa Boric, lo mejor será jugarse por el apruebo en el plebiscito de salida y dejar que los convencionales cierren su texto.

Pero podría ocurrir otra cosa: que la Convención empiece a tomar decisiones que generen costos al nuevo gobierno (no es difícil imaginar varias…) y que esa polémica exija que el joven comité político se involucre para contener el maximalismo y hacer control de daños. Como siempre, si ello ocurre habrá heridos y la novel coalición en La Moneda enfrentará sus primeras trizaduras. Está por verse si estas alcanzarán la profundidad de las grietas que dividen en la Convención al FA y al PC. Lo que sí sabemos es que tarde o temprano una Convención sin contención exigirá la intervención política del Gobierno. ¿Cuándo? ¿A qué costo? Un nuevo enigma.

El último misterio está escribiéndose hoy pero solo conoceremos su solución en las últimas páginas de esta inagotable novela. Se trata de una serie de contenidos relevantes que deben ser definidos en la nueva Constitución. Muchos ya han sido anunciados y otros tantos todavía no los conocemos.

Es una obviedad decir que la forma en que se escriban las cláusulas de la Constitución es muy importante. Un ejemplo en la Constitución vigente ayuda a comprender la relevancia de cada palabra: la Comisión Ortúzar propuso que el principio de legalidad que rige el ejercicio de la potestad sancionatoria del Estado exigía que la conducta sancionada estuviera “completa y expresamente descrita” en la ley. En los trámites siguientes se eliminó el adjetivo “completa” dando pie a una jurisprudencia que hasta hoy sostiene, acertadamente a mi juicio, que la potestad reglamentaria puede colaborar en la definición de las conductas sancionadas. El caso muestra la trascendencia de una palabra. Pues bien, posiblemente una buena cantidad de las miles de palabras de la nueva Constitución nos plantearán desafíos similares a futuro. Otro misterio.

Al final, y ya que estamos en modo policial, tal vez conviene aplicar a todo el proceso la reflexión del padre Brown, el entrañable protagonista de los cuentos policiales de Chesterton. Alguna vez dijo: “nadie puede ser bueno de verdad hasta que descubre lo malo que es, o podría llegar a ser”. Algo me dice que ya sabemos lo mala que podría llegar a ser la Convención… solo queda esperar que ahora sí se muestre con más fuerza su lado bueno.

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