El Mercurio

Gabriel BocksangH 158x158 2

Señor Director:

Estas Fiestas Patrias nos han brindado un momento de gran altura espiritual e intelectual: la homilía del Arzobispo de Santiago en el Te Deum del 18 de septiembre.

En ella, el cardenal Aós nos ha regalado a todos —católicos y no católicos— una reflexión llena de claridad y de valentía sobre muchos de los temas más acuciantes para nuestros tiempos, y en realidad para todos los tiempos. Dado que se ha destacado buena parte de sus temáticas en la edición dominical de 'El Mercurio', solo quisiera detenerme en otras dos cuya mención parece importante.

Por una parte, el sentido de unidad de la naturaleza. Al señalar que 'debemos escuchar el lenguaje de la naturaleza y responder a él coherentemente', no solo está reflexionando sobre los graves perjuicios suscitados por la irracionalidad en relación con el medio ambiente, sino también llama a reflexionar sobre los que engendra cualquier desconocimiento de la naturaleza humana. 'No podemos olvidarnos de que hay también una ecología del hombre', sostiene, pues 'también el hombre posee una naturaleza que él debe respetar y que no puede manipular a su antojo'. Así, el desconocimiento de la naturaleza no solo es fuente de degradación medioambiental, sino también antropológica.

Por otra parte, los vínculos íntimos entre la dimensión temporal y la dimensión espiritual, que tanto se olvidan hoy, incluso entre los católicos. El verdadero foco es Dios; y, por lo tanto, desde un punto de vista ético 'el bien humano, que significa vivir bien, encuentra su origen en Dios, la Verdad Absoluta'. Por lo mismo, nos recuerda que 'la verdadera religión es adorar a Dios y amar al prójimo: si queremos preservar la fraternidad en la tierra no podemos perder de vista el cielo'. Esto es vital para comprender nuestra celebración: la alabanza del Te Deum es a Dios ('Te Deum laudamus'), y no al hombre en un Te hominem laudamus que con arrogancia se planteara como el centro de todo.

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