La Tercera

Daniela Rivera Bravo 158

La columna también fue escrita por María Molinos y Guillermo Donoso del Centro de Derecho y Gestión de Aguas UC.

La sequía es uno de los riesgos hídricos más complejos. El poco avance en la preparación y desarrollo de una planificación nacional en esta materia es, en parte, un reflejo de esta complejidad. En este contexto, se celebra el recientemente anunciado “Plan de Sequía”. Éste incluye medidas que promueven la desalinización, la construcción de embalses, la tecnificación del regadío vinculado a la producción de alimentos, las inversiones en sistemas de agua potable rural y el uso eficiente y responsable del agua en ciudades por parte de los prestadores sanitarios y de las personas. Por ende, se mantiene un foco en la respuesta, recuperación y reconstrucción para reducir los impactos de la sequía.

Por cierto, un plan esperado, y que requiere de la colaboración multisectorial para su puesta en práctica. Sin perjuicio de su relevancia y necesidad, y con una mirada propositiva, hay algunos aspectos que nos parece deben ser analizados:

- Este plan de sequía debiese ser parte o formularse bajo el paraguas de un plan hidrológico nacional, del cual Chile carece. Sin el marco de esa hoja de ruta general de largo plazo, se elabora un plan que, paradojalmente, no responde a una planificación sistémica e integrada, como se requiere en materia de aguas, y en que no solo las sequías deben estar contempladas.

- Si abandonamos el prisma de la emergencia, que perfila un plan que reacciona a un fenómeno consumado, y que, además, ya es parte de nuestra realidad, seguramente tendremos una mejor aproximación a este tipo de situaciones, y podremos anticiparnos de manera adaptativa. Aunque parezca sin sentido, hoy la atención no debiese ser únicamente la sequía actual, sino también las futuras, las que vendrán, además de otros fenómenos, como inundaciones y aluviones, cuya frecuencia se está haciendo más habitual producto del cambio climático.

- El incremento de la oferta hídrica (es decir, la incorporación de fuentes adicionales de agua) es importante, qué duda cabe. Pero igualmente relevante es la gestión (control y educación) de la demanda de agua. Aunque hay algunas acciones puntuales del plan de sequía que se relacionan a esta última, el objeto central está, como es usual entre nosotros, en la preocupación por generar más agua. Si no agregamos también la preocupación por su uso sustentable y racional, lo más probable es que muy pronto la demanda iguale, e incluso supere, a la oferta, y volveremos a enfrentarnos a un déficit.

- Hay interesantes conceptos abordados en el plan de sequía: tarifas sanitarias por bloques, disminución de las pérdidas en redes de agua potable, uso responsable del agua por la ciudadanía, mejora de los estándares de las descargas de aguas residuales a través de emisarios submarinos. Ahora bien, debe tenerse presente que casi todos ellos requieren ajustes normativos, por lo que su aplicación, salvo una aceleración inusitada de la tramitación parlamentaria, está lejos de ser próxima o inmediata.

- Es muy positiva la inclusión de la investigación en un plan de estas características. Aun cuando se menciona únicamente para la medida de tecnificación del riego, el aporte transversal que puede realizar la academia, desde una óptica interdisciplinaria, debe ser uno de los insumos fundamentales de la mencionada planificación, especialmente considerando el importante capital humano avanzado con que cuenta Chile en materia hídrica. Estamos frente a un desafío colectivo y a una prioridad país, en que todas y todos debemos contribuir.

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