El Mercurio
Señor Director:
Para contestar la pregunta de Sebastián Claro en su columna de ayer es necesaria una precisión: la sosteniblidad no consiste en “cuidar el medio ambiente o tener un impacto social más alá de lo que su propio interés justificaría”, sino en hacerse cargo de las externalidades e impactos negativos que genera la actividad productiva en el medio y en la sociedad. Además, la empresa no puede contribuir ni participar de actividades que afecten derechos fundamentales, como la vida o la libertad. Evitar tales impactos negativos —como es el trabajo forzoso— es un deber que el directorio debe aun cuando ello signifique perder posiciones relevantes del mercado o utilidades que distribuir. Acá no debiera haber dos opciones. Una empresa enfrenta, a cada momento, dilemas éticos que ponen a prueba su propósito. Perseverar en la aun cuando se generen pérdidas temporales, se sufra el “matonaje” estatal o la incomprensión de parte de sus consumidores, es necesario para generar valor en el largo plazo. Y, además, para legitimar un sistema que es cuestionado, precisamente por tomar tales ventajas indebidas.