La Tercera

patricio zapata96x96

En el curso de las últimas dos semanas, Matthei y ME-O han exigido más debates. Al mismo tiempo, y cada vez que han podido, han acusado a Bachelet de tener poca voluntad de confrontarse directamente con ellos.

En términos muy generales, uno no podría sino valorar que existan candidatos presidenciales que pidan más y mejores debates. No obstante, me parece que la forma en que plantean el asunto es injusta y reduccionista.

Es injusta, primero, porque niegan los hechos objetivos. La verdad es que cada vez que ha sido candidata, Bachelet ha accedido a participar en foros televisivos. Dado que en Chile no hay regla legal, su aceptación ha sido completamente libre. Lo hizo el 2005 contra Alvear, primero, y Piñera después. En el curso de este año ya ha concurrido a dos debates y se concordó un tercero con todos los demás candidatos.

No le voy a pedir a Matthei y a ME-O que feliciten a Michelle por esta disposición, pero al menos podrían reconocer que son muy pocos los líderes políticos que teniendo una enorme ventaja en las encuestas están disponibles para concurrir voluntariamente a un evento que por definición es más atractivo para los que están abajo en las encuestas que para los favoritos. Eso explica que en sus últimas campañas ni Hugo Chávez, ni Rafael Correa, ni Evo Morales, ni Cristina Fernández hayan aceptado el desafío de sus retadores. Y ganaron igual.

Si les parece que los ejemplos anteriores son malos, apliquemos entonces un estándar Ocde. Situados en ese contexto, parece injusto que quieran obligar a su rival a que los encare cinco o 10 veces. La verdad es que la tendencia de las democracias más avanzadas es a realizar uno o dos encuentros "cara a cara". Es el caso de lo ocurrido en Alemania recientemente, en Francia el 2012, en Estados Unidos ese mismo año y en Reino Unido el 2010.

Siendo evidente que los debates televisados pueden ser efectivamente una contribución al voto informado, es un error reduccionista pensar que la información que de allí deriva (quién maneja mejor la presión, quién lanza la mejor cuña, etc.) sea el elemento fundamental para una mejor democracia. Eso lo pueden pensar, supongo, los que confunden las elecciones presidenciales con el casting para una película, pero no quien se preocupe de verdad por la calidad de nuestra política.

Habrá buen debate cuando se discutan los contenidos programáticos, cuando sepamos el origen de las platas de las campañas, cuando los periodistas entrevistadores no sean complacientes y cuando la franja gratuita televisiva tenga contenidos y no sean puros jingles.

En cuanto a los debates televisivos, propongo, desde ya, que para la próxima elección ellos, y sus modalidades, queden establecidos por ley. Así nos aseguraremos que su ocurrencia no dependa de la buena voluntad del favorito y que no se discuta, en el momento, si van todos o sólo los que tienen más apoyo en las encuestas.